Aún no estaba en mi recetario la receta de este magnífico postre tan tradicional y tan nuestro como es la leche frita. En mi casa, mi madre nunca tuvo costumbre de hacer este postre por lo que me pasó desapercibido hasta que vivía sola y ojeaba día a día el libro de Simone Ortega. No suelo hacer mucha de una vez porque mi marido no la come así que yo con un par o tres de porciones tengo suficiente, el resto lo congelo en porciones sin rebozar. Luego quedan muy buenas y de vez en cuando puedo concederme un capricho.
*Las porciones que sobren se pueden congelar sin rebozar ni freír. Las ponemos en un plato llano espolvoreado de maizena y al congelador. Cuando estén congeladas, sacamos el plato y con la punta de un cuchillo sacamos las piezas y las metemos en una bolsa. La metemos de nuevo al congelador. Para descongelar basta con sacar unas porciones y dejar a temperatura ambiente, luego rebozar y freír.
*La fuente utilizada para estas medidas tiene 16 x 27cm y han salido doce porciones con las cantidades que indico.
*Aunque fría también está muy buena, se procurará servir templada, no recién hecha pero que aún no se haya enfriado.
INGREDIENTES
-1/2 litro de leche
-tres cucharadas soperas de azúcar
-50g de maizena
-medio palo de canela si son de los largos
-canela molida
-huevo y maizena para rebozar
-cáscara de naranja y limón para aromatizar la leche
PREPARACIÓN
Lo primero ponemos la leche menos medio vaso con las cáscaras de naranja y limón, el palo de canela y el azúcar a fuego suave.
Movemos un poco con una cuchara de madera para que se disuelva el azúcar y cuando hierva apagamos el fuego tapando el cazo con su tapadera. Dejamos un rato infusionar para que la leche quede aromatizada con los aromas de las cáscaras y la canela.
Cuando haya pasado un rato, diez minutos más o menos ponemos de nuevo el cazo en el fuego casi al mínimo. La leche fría que teníamos reservada la ponemos en un cuenco pequeño con la maizena y lo movemos bien hasta su perfecta disolución. Recordemos que la harina de maizena diluye en frío y la harina de trigo en caliente.
Incorporamos al cazo y empezamos a dar vueltas con la varilla de mano para que no se hagan grumos.
A medida que se vaya calentando veremos como va espesando. No cometas el error de subir el fuego para que se caliente antes porque se formará una capa quemada de leche en el fondo del cazo que puede dar mal sabor al postre y formarán grumos indeseables. En dos o tres minutos de haber espesado y siempre a fuego suave seguiremos dando vueltas.
Cuando la mezcla haya espesado la pasamos a la fuente elegida dejando un grosor de masa de un dedo más o menos. Ponemos un paño por encima y dejamos enfriar del todo.
Cuando esté fría la masa la cortaremos en porciones no muy grandes, casi de bocado.
Casi a la hora de comer la freímos con el fin de que esté templada a la hora del postre. Para freírla ponemos en un plato harina de maizena y en otro un huevo batido. Pasamos las porciones primero por harina de maíz y luego por huevo batido. Ponemos una sartén que no sea grande con aceite de oliva y cuando esté caliente pero no humeante ponemos tres porciones rebozadas a freír sin dejar que se doren en exceso.
Les damos la vuelta y las vamos pasando a un plato con papel absorbente. Mientras se fríe la siguiente tanda pasamos las que ya tenemos fritas por una mezcla que tendremos preparada al lado con azúcar y canela molida junta.
Las vamos disponiendo en la fuente de presentación. Este es uno de los mejores postres de la cocina tradicional española. Y me chifla.