
El otro 40% es público entregado y sé que va a leer el post entero.
Pero os quiero a todos igual. No, mentira. A los que leen estos posts, un poco más. Empecé el año con Clea, el último tomo de El Cuarteto Alejandría de Lawrence Durrell. Sobre esta tetralogía ya lo dije casi todo en el post anterior de lecturas encadenadas. Al terminarlo he pensado que es evidente la influencia de esta obra en Modiano y su “Café de la juventud perdida”. Ambas historias cuentan con múltiples puntos de vista caleidoscópicos y con una ciudad, Alejandría en el caso de Durrell y París en el de Modiano, que es un personaje más de la historia. Me ha encantado releerlo y desde luego lo recomiendo.
“Recuerda, si a una chica no le gusta bailar y nadar, jamás sabrá hacer el amor.”
“- ¿Me tienes miedo? - No, ni a ti ni a mi. - ¿Imaginaste esto alguna vez?- Los dos debemos de haberlo imaginado. De lo contrario no hubiera ocurrido jamás.”En una noche de insomnio y enfermedad, tras pelearme conmigo misma un par de horas, decidí que era mejor pelearme con un libro. El que tenía más a mano era A cuento de nada de Rafa Pons. No sé si me lo regaló cuando fui a su concierto (yo le regalé el mío) o si lo compré. Lo tengo dedicado.Confieso que empecé a leerlo con pereza extrema y con todos los prejuicios del planeta metidos en la cama conmigo. ¿Un cantautor que escribe? O es un llorón o una colección de chistes malos. Resultó ser una colección de relatos, unos de varias páginas y otros microcuentos, con historias de parejas, de soledad, de amor y de desamor. Negaré haber dicho esto pero pronto me encontré doblando muchísimas esquinas para copiar párrafos en mi cuaderno a pesar de que mi ego se rebelaba contra la idea de identificarme con un cantautor. Voy a ser sincera, Rafa Pons no es Proust, ni Steinbeck ni Vargas Llosa, pero los relatos están llenos de frases que me han dejado del revés. Es un libro pequeño, menudo, ideal para llevar en el bolsillo del abrigo mientras se pasea o se espera a alguien y releer alguno de los relatos hasta aprenderlos de memoria igual que se tararea una canción que has escuchando mil veces pero que te sigue diciendo “algo”. (Además he entrado en un bucle adictivo con su música, pero ese es otro tema.)“Me estoy empezando a preocupar. Creo que no consigues olvidarme”. “Hoy tu y yo, desnudos en esta playa medio desierta fumando y cabalgándonos bajo la luz de la luna emulamos esa felicidad y casi casi lo logramos. Que putada crecer. Qué mierda que solo podamos ser plenamente felices cuando somos absolutamente libres." Los Surcos Del Azar

“- Eso es algo que me parece increíble. Personas que se separan en un momento dado y después de pasar mil aventuras se reencuentran en un lugar perdido. - Parece mentira pero pasaba (pasa). Los surcos del azar que decía Machado.”Marcos Ordoñez y su niñez contada en Un Jardín Abandonado Por Los Pájaros. Antes de seguir leyendo, compradlo. Ya. Ahora. Es un libro maravilloso que te sorprende, te acoge, te acompaña y te lleva de la mano por historias, recuerdos y personajes, su propia familia que comprendes y acabas queriendo. Marcos Ordóñez tiene, además, un sentido del humor inteligente y crítico muy difícil de encontrar hoy en día. Por si todo esto fuera poco escribe tan maravillosamente bien que le odias un poco.
“Mi madre contribuía al menú traumático con un plato de nombre ensoñador, esfericidad sospechosa y contenido intrigante: buñuelos de Paris. Más datos de cata: óptimo rebozado (léase astuto camuflaje), textura blandilocuente con cenagosa viscosidad central; retrogusto indefinible con turbias notas agridulces. No estaba yo en la edad de pillar la alusión diáfana de la frase “De lo que se come se cría” que mi madre repetía empujando el tenedor hacia mis prietos labios, ni para columbrar el sentido profundo de la leyenda que asegura que los niños vienen de la capital francesa. Otro gallo me hubiera cantado, porque los buñuelos aquellos eran criadillas, vulgo cojones de carnero, que por algo era (y es) mi signo zodiacal."Por sino os he convencido hablé de este libro en mis desvaríos.
Londres bajo tierra

El malentendido

Es la historia de un amor idealizado y dependiente entre dos personajes que no caen bien pero que están perfectamente trazados. Está un poco en el estilo de Zweig en Carta de una desconocida aunque con muchísimo más crueldad.
Se lee rápido, entretiene y tiene el encanto de las historias de amor cotidianas ambientadas hace casi un siglo. Como decía mi abuela es un poco de “amor y lujo”. Y tiene la gracia de transcurrir en parte en Hendaya y el País Vasco, resulta curiosa la visión que de esas zonas tenía una expatriada rusa que vivía en París.
“Y en cuánto al amor…debía de ser una sensación de paz, de calma, de infinita serenidad…El amor debía de ser el descanso, si es que eso existía.”
Y con esto y un bizcocho hasta los encadenados del mes de febrero en los que para empezar hablaré de espías de la II Guerra Mundial.
El cuadro es de Christopher Stott.