Revista Cultura y Ocio

Lecturas encadenadas. Noviembre

Publicado el 02 diciembre 2019 por Molinos @molinos1282
Lecturas encadenadas. NoviembreNoviembre ha sido un mes intenso con muchos eventos, compromisos, contracturas brutales y hasta una boda. Mi ritmo lector acusó toda esta actividad y, sobre todo, acusó el engancharme a principio de mes con una novela que no tenía que haber empezado. Al lío. 
Ya conté aquí, en la tierna infancia de este blog, mi flechazo con la novela Todo cuanto amé de Siri Hustevedt. Es una de mis novelas favoritas y siempre se la recomiendo a la gente que me cae muy bien. La leí por primera vez en 2004 y la releí con miedo en el 2014 pero me volvió a atrapar. Tras ese flechazo leí todo lo que había publicado Siri: sus primeras colecciones de relatos, sus ensayos de arte, sus nuevas novelas. Nuestro distanciamiento cada vez era mayor así que después de El verano sin hombres decidí que por el bien de nuestra relación lo mejor era no volver a tocar sus novelas ni con un palo. Ese era mi propósito pero El Ingeniero me dijo «he sacado Recuerdos del futuro de Siri Hustvedt de la biblioteca y me ha gustado mucho. La dejo aquí por si te apetece» y pensé que si le había gustado sería por algo. Tras terminarla (con sufrimiento) no sé porque le ha gustado ni cómo ha podido gustarle. 
He perdido veintitrés días de mi vida atravesando esta pseudonovela en la que una madura Siri Hustvedt o su trasunto recuerda su llegada a Nueva York en 1979 para labrarse un futuro como escritora. Allí conoce a una vecina misteriosa a la que espía compulsivamente durante meses hasta que descubre que es una bruja con un pasado muy trágico. ¿Cómo lo descubre? Porque la vecina/bruja y sus amigas irrumpen en su piso cuando ella está a punto de ser violada por un energúmeno. A partir de ese momento la novela pasa de ser aburridísima a ser aburridisima y absurda así que llegué al final leyendo en diagonal y rogando que alguien le diga a Siri que deje las novelas, que no se le dan bien y que no tiene necesidad.  
«Quería arder de inteligencia. Esto me da risa ahora. Los hombres pueden arder de inteligencia. A las mujeres no se les permiten esas sutilezas, pero yo era ingenua, e imaginé que, además de mirarme, me escucharían, oirían en mis frases la cadencia de mi mente poderosa en funcionamiento. tardé años en comprender que ésa era una premisa falsa, al menos en la mayoría de los casos, que las expectativas son lo mejor de la percepción, y que la cara de una joven es un obstáculo para que se la tome en serio, sobre todo cuando va acompañada de una actitud agresiva». 
 En esta cita Siri tiene razón. Si eres joven que seas inteligente y se te note suele traer problemas. Si eres mayor también da problemas pero aprendes a que te den igual esos problemas.
Tras este suplicio me decanté por un tebeo bonito. Era una recomendación de mi suministrador oficial de tebeos. Se llama La prórroga y es de Gibrat. La historia transcurre entre 1943 y 1944 en un pueblo francés de la República de Vichy. El joven Julian ha saltado del tren que le llevaba al frente alemán y ha vuelto al pueblo a esconderse mientras le buscan. Resulta que no le busca nadie porque el tren fue bombardeado y los gendarmes, al encontrar su documentación entre los restos del tren, creen que ha muerto.  Julian se esconde y durante un año completo asiste desde el ventanuco de su escondrijo a la vida del pueblo. Los dibujos de Gibrat son preciosos, los personajes, los colores, los detalles son tan vívidos que dan ganas de vivir en ellos, de meterse en la viñeta y sentarse en esa plaza francesa a tomar un vino con los parroquianos o caminar por la nieve en los caminos que unen las granjas. Lo único que no me gusta de Gibrat es que siempre dibuja a la misma mujer y que mientras en el resto de los personajes es capaz de captar un millón de expresiones y gestos, con la mujer que siempre dibuja como protagonista siempre tiene la misma cara: boquita roja con los labios entreabiertos y carita de que mona soy. 
Lo mejor del mes y lo más triste ha sido volver a mis adorados Cazalet. El último volumen de sus crónicas, Todo cambia, se acaba de publicar y lo cogí deseando que no acabara nunca.  Elizabeth Jane Howard nos lleva a encontrarnos con toda la familia en 1953 y en breves, muy breves capítulos, nos va contando lo que le ocurre a cada uno de ellos enfrentados a un hecho que cerrará la saga por completo (Si no lo has leído, no sigas leyendo) Es el volumen más triste porque el pasado se deshilacha, se va deshaciendo y aunque los personajes y parece que la propia autora, intentan aferrarse a él, como dice el título todo cambia y no se puede mantener el presente inalterado. La pérdida de Home Place, el lugar común, la casa de encuentro, el lugar en el que son, es un broche tristítisimo a un volumen que empieza con otro punto triste, la muerte de la Duquesita que era la unión entre el pasado y el futuro y al desparecer ella todo empieza a deshilacharse. La capacidad de E.J Howard para recrear a todos esos personajes dotados de personalidad, voz, actitud es impresionante. Todos,  desde los hermanos Edward, Hugh and Rupert hasta el último niño y la última cocinera son de carne y hueso y puedes verlos, oírlos y sentirlos. 
Terminé el mes leyendo un librito muy breve, Fe de erratas de Bibiana Candia. Conocía a Bibiana de twitter y el viernes fui a su presentación en Los editores. En ella contó como este librito surgió de una idea que, en principio, parecía buenísima, que luego resultó atroz y que terminó siendo un lego que tuvo que construir y decontruir hasta conseguir que no se desmoronara y tuviera sentido. Fe de erratas se lee en un ratito y es como jugar al Cluedo o resolver un crucigrama pero con más sentido del humor. He copiados varios párrafos en mi cuaderno pero me quedo con este que nos retrata mucho como sociedad.  
«No es la primera vez que me pasa algo así, recuerdo un error semejante, fue el día después de haber asistido a la inauguración de una exposición de fotografías sobre las torturas den alguna dictadura lejana en el tiempo y en el espacio. Una dictadura completamente lejana en el tiempo y en el espacio pero con la que fingíamos estar muy involucrados. Todo el mundo sabe que que involucrarse en todo lo que horrible que queda lejos es uno de los mecanismo clásicos para desentenderse elegantemente de los pequeñas violencias que nos rodean.
La velada transcurría con la normalidad sosegante de lo innecesario. El fotógrafo nos contó detalles terribles mientras nosotros, estupefactos, apurábamos el bufé de canapés ridículos y las copas. la nuestra suele ser siempre ese tipo de consternación comedida que no quita el apetito, civilizada y estética, perteneciente a un género que podría denominarse «gente conmovida con la boca llena». 
«Gente conmovida con la boca llena» eso somos. 
Y con esto y con la firme determinación de no volver a leer ninguna novela de Siri Hustevdt y la pena inmensa de haber salido de Home Place y decir adiós a los Cazalet para siempre, hasta los encadenados de diciembre.  
 

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