Revista Cultura y Ocio

Leda y el cisne (de Lonardo Da Vinci)

Por Agora

Entre las sombras dulcemente ardientes del claroscuro, el cuerpo de Leda, remoto y voluptuoso, se desliza de su androginia al primer oro de la eternal tarde que la consagra pura y acariciante.
La carne es un misterio delicado. Y la penumbra, equívocamente doliente en la que, lánguido, se retuerce el cisne metamorfoseante, vela con su caricia la ubicación de los míticos cuerpos.
No hay cuerpo abstracto, y la mano del creador se retira, terminada su obra.
De este modo, ¿por qué cuestionar los colores de Eros si en su irisamiento carnal se desbroza de sí – ejecutándose – la pasión que atormenta?
Poema de la III parte, “Itinerarios”, de Profano demiurgo
José María Piñeiro

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