Leer como rebeldía

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Hay libros bellos, dolorosos, de crecimiento, tóxicos. Se siguen escribiendo a buen ritmo. Publicarlos, es un acto heroico. Nada de poesía y de relato breve. El mercado demanda ahora novela histórica. Algo es algo. Que se lean, otra historia. Más fea. Con todo, las mujeres continúan siendo aquellas que más leen. Aunque no sabe cómo. Aunque no sabe cuándo.

El otro día en el trabajo comentó triunfal que había conseguido devorar una novela y la miraron con admiración. Casi como si la hubiera escrito.

Texto extraído de Cicatriz, de Sara Mesa

Y eso que ella es una adulta. Con sanas costumbres. Es decir, con hábito de lectura. Y su escaso tiempo libre lo consume haciendo nada, leyendo actualizaciones de gente que no le importa en sus diferentes redes sociales. Es un ritual hipnótico, absurdo, vacío, sí, pero no puede detenerlo. Es lo primero que hace por la mañana antes de hacer pis, aún en la cama: consultar sus cuentas de mail, Facebook, Linkedin, Twitter. Después, arranca su día. Los teléfonos inteligentes nos han vuelto rematadamente estúpidos. No dejan tiempo para imaginar, para pensar, para leer. Para hablar. ¿Se han dado cuenta de que nadie llama?

Por eso, hay que actuar ya. Hoy. Antes de que no haya remedio para los nativos digitales. Es por eso que el Plan Valenciano de Fomento del Libro y de la Lectura se le antoja imprescindible.

Los valencianos estamos dos puntos por debajo de la media nacional de lectura. Y el porcentaje de quienes leen en valenciano, pírrico. Sólo un 2%. Lean aunque sea para hacerse los interesantes. Como acto último de rebeldía en la construcción de una identidad colectiva. La lectura es cultura y la cultura es libertad. Y eso no se aprende con amaneceres con frasecitas de Coelho ni con la lista de los 10 mejores libros de todos los tiempos. A menos que se compre alguno de ellos.