“Todos y todas” – “Los fariseos y las fariseas”. Reformular un texto para que el género masculino no represente automáticamente al femenino puede sobrecargar terriblemente el largo de ese texto, además de hacerlo farragoso y reiterativo. Se buscan entonces alternativas y se habla así de lenguaje inclusivo, en el cual toda mujer pueda sentirse aludida sin necesidad de hacer una ecuación mental.
Mi solución personal al asunto es intentar reformular las frases para que no haya anti-inclusión. Por ejemplo usar sustantivos duales (“vino un par de jóvenes”…). Pero no siempre es posible reformular una frase para evitar el problema. A veces hay que enfrentarlo.
A veces escribo todxs, pero dudosamente lo haga en contextos serios. Me resulta un poco forzado. Y a muchos les parece un chiste, lo cual es precisamente lo contrario a lo que se intenta conseguir. A mucha gente le parece que es banalizar la cuestión de fondo (es decir, reducir las injusticias sociales a una cuestión gramatical).
Por otro lado también me parecen ridículas y malintencionadas las críticas al lenguaje inclusivo que consisten en reemplazar, en una frase “no inclusiva”, todas las vocales por E. Eso no muestra buena voluntad. Por ejemplo, las expresiones “todas las personas presentes” o “el público” abarcan a hombres y mujeres, aunque el sustantivo sea casualmente femenino y masculino respectivamente. Aquí no tiene el menor sentido decir persones o públike. Sin embargo, “los estudiantes” sí que es ambiguo (aunque estudiantes en si sea un sustantivo dual, porque el artículo torna menos claro si se refiere sólo a los hombres o a estudiantes de ambos sexos). Sólo en este último caso resulta sensato considerar un cambio del lenguaje.
La idea de fondo es poder dirigir la palabra a un grupo de personas de ambos sexos y que todo el mundo se sienta aludido – que toda la gente se sienta aludida. (Este es un caso en el que el masculino de “aludido” no se refiere a los varones sino al sustantivo “mundo”).
Hay idiomas en que existen más sustantivos duales. Por ejemplo “Kinder” en alemán se usa para niños y niñas. En inglés hay posiblemente muchos más, y además hay una “ventaja” adicional: el artículo “the” funciona para ambos.
Pero justamente el idioma inglés presenta una desventaja inseparable de tal “integración”: a veces es imposible saber si quien protagoniza un relato es hombre o mujer. En muchos cuentitos y chistes viejos se usaba ese truquito: se relataba algo lo más neutro e inclusivo posible, mucha gente pensaba automáticamente que el protagonista era varón, y el quid del cuentito consistía en que en realidad era mujer.
De hecho, estos cuentitos eran una manera jocosa de llamar la atención sobre un problema de enfoque del receptor: dar por sentado que el protagonista era varón, una suposición no siempre verdadera.
Lo cual nos lleva de la mano a la conclusión, terrible, que el problema está en el receptor del lenguaje, no en el emisor, y que por más lenguaje inclusivo que usemos, cuando el mensaje sea decodificado en el otro extremo, se hará según el sistema de creencias del receptor. Sobre el cual apenas tenemos control.
[Juan María Solare, Bremen, 4 de noviembre de 2018]