Revista Cultura y Ocio
Será esta vez o no será nunca. Además a los que eligen quiénes se llevan el muñeco les va el rollo visceral, el de la naturaleza enfrentada a un hombre o el de la enfermedad o el del travestismo. Todo lo que ponga a funcionar el lado que no tenemos. Actuar, entienden ellos, debe ser hacer lo que nunca haríamos. Por eso hay cierto tipo de papeles que están hechos para que gusten. Papeles de poco parlamento, papeles físicos, peleas con osos, gestos de padecer alguna tara congénita. El autista de A quién ama Gilbert Grape?, la ópera prima de un Leonardo de diecinueve tiernísimos años, no emocionó a la Academia. Tal vez rehusaron por la juventud, por esa desprendida osadía o por no quebrarle una carrera incipiente. Su segunda nominación fue la de El aviador, la pesada biografía del magnate Howard Hugues. Clint Eastwood, Johnny Depp o Jamie Foxx, ganador al final, le restaban peso. Ya no era tan joven, aunque seguía siendo hermoso y osado. En la tercera, Diamantes de sangre, arruinó la victoria la tendencia de Hollywood de premiar a un afroamericano, como les gusta a ellos decir. Ganó un estupendo Forest Whitaker, por cierto, en el papel de Idi Aman Dada en la irregular El último rey de Escocia. En la última, en la cuarta tentativa, llevaba el mejor papel y era (probablemente) la mejor película. El broker etílico, tóxico y quemado de El lobo de Wall Street lo tenía todo para hacer que Leo subiera las escalerillas y diese (por fin) el discurso de agradecimiento. Se lo arrebató (también justificadamente) el recuperado Matthew McConaughey, que había bordado en Dallar Buyers Club el papel del cowboy mujeriego, drogadicto y enfermo de SIDA. El de esta noche es un papel excelente. En principio, todo está a su favor. No he visto a Bryan Cranston en Trumbo, ni a Eddie Redmayne en La chica danesa. Sí a Matt Damon en Marte, a Michael Fassbender en Steve Jobs. No es por tanto un buen punto de partida para emitir un juicio, pero las cartas, o como se diga, están a su favor. No lo estuvieron tan a favor nunca. Se ha tenido que quitar del peso de Scorsese echándole aire al cuello. No pasaría nada si no lo consigue. La nómina de actores que nunca la ganaron es enorme. Pienso ahora en Johnny Depp, en Glenn Close, en Gary Oldman, en Steve Buscemi (uno de mis favoritos), en John Turturro, en Albert Finney, en Brad Pitt (nueve veces nominado) o en Sigourney Weaver, por citar algunos recientes. Las lenguas de doble filo cuentan que Leonardo DiCaprio, fuera del plató, es un tipo muy pagado de sí, exigente con todo lo que le rodea, intolerante y altivo. Yo creo que tampoco se lo dan este año. No sé si me alegraré de esa inconveniencia. De todas formas, El renacido es una película enorme, de las de ver en el cine y disfrutar de verdad del espectáculo bigger than life que es el cine.