Parece una historia de cuento de hadas pero es real
No sucedió hace mucho tiempo, ni en un lugar muy lejano (o no demasiado: 175km al Oeste de Oslo, que está a tres horas de vuelo de Madrid).
Es la historia de un pueblo enclavado en lo profundo de un valle entre montañas, Rjukan, rico en materias primas, pero al que le falta algo bastante importante: la luz solar.
Desde su fundación hace ya unos cien años, sus habitantes han buscado un remedio para la oscuridad que se cierne sobre el pueblo durante un largo invierno que va de septiembre a marzo, en el que el sol roza las montañas pero no llega a pisar las calles de Rjukan.
En 1928 se construyó un teleférico que fue el primero del norte de Europa y que aún hoy continúa funcionando, con el que los habitantes podían subir de vez en cuando a las vecinas montañas a sentir un poco el sol en invierno
En 2001 Martin Andersen, un artista noruego de 40 añós que se gana la vida con trabajos eventuales - es ahora socorrista de una piscina - llegó a la ciudad y tuvo la idea de instalar unos espejos que desde una de las laderas de las montañas, rebotara la luz del sol hacia el pueblo: "tenía una hija pequeña y todos los días quería que estuviera al sol, cada día tenía que andar más y subir más a la montaña, así que se me ocurrió traer el sol aquí en vez de perseguirlo".
Tras contar con una beca del ayuntamiento, Andersen estudió todos los aspectos técnicos del proyecto. Primero fueron los ingenieros quienes le dieron el sí. Pero quedaba por solucionarse el asunto de la financiación...
Había gente en el pueblo que estaba en contra, ya que pensaban que el dinero debía dedicarse a cosas más serias, como el estado de las carreteras o reservarlo por si hacía falta para algo importante. Otros no pensaban que el proyecto fuera a ser rentable, debido al mal tiempo que hacía siempre en invierno: "En Rjukan no hay sol, si quieres sol vete a la montaña", le decían.
Finalmemte el pueblo decidió probarlo, y el pasado octubre Rjukan estrenó tres espejos gigantes que controlados por ordenador, siguen al sol y reflejan un rayo de luz de unos 600 metros cuadrados (el equivalente a tres canchas de tenis) sobre la plaza del pueblo. Al evento acudieron todos los habitantes con gafas de sol y arrastrando sillas de playa, mientras la orquesta local tocaba let the sunshine in, del musical Hair.
Y como cuenta el New York Times, justo después, algo cambió:
Los habitantes empezaron a hablar más entre ellos, por ejemplo se entretenían a la salida de la iglesia para charlar con sus vecinos, cuando antes se hubieran vuelto rápidamente a sus casas. La plaza del ayuntamiento, antes poco más que un aparcamiento, ahora está llena cuando luce el sol. Mientras los niños juegan, los ancianos disfrutan de sus rayos sentados en los bancos recién instalados. Hay que tener cuidado: no se pueden mirar a los espejos de frente, sin unas gafas de sol. Y la luz no solo ilumina, también calienta, si estás mucho rato necesitas cremas solares, cuentan los vecinos.
Sin embargo, la lucha del pueblo en contra de la oscuridad aún no ha finalizado. El pasado invierno, el cielo de Rjukan estuvo tan nublado que los espejos apenas pudieron producir más de 17 horas de luz. Dado que el mecanismo se alimenta a su vez de energía solar, los espejos dejaron de funcionar y fue necesario subir un generador y combustible para ponerlos de nuevo en marcha. Algunos vecinos, que siguen críticos y creen que el ayuntamiento ya ha gastado demasiado dinero en los espejos, recogieron firmas para quitarlos.
Pero de momento ahí siguen. Y en estos días, la ciudad está centrada en mejorar la plaza del ayuntamiento. Quizás se ponga una fuente en el centro. "No puedes tener un espejo de sol brillando sobre una vulgar planta de estacionamiento" comentó el alcalde.