
Stirner: El Estado y yo somos enemigos. Todo Estado es una tiranía, la ejerza uno solo o varios … El Estado, cualquiera que sea su forma, es forzosamente totalitario, como se dice hoy en día: El Estado persigue siempre un solo objetivo: limitar, atar, subordinar al individuo, someterlo a la cosa general (…). Con su censura. su vigilancia y su policía, el Estado trata de entorpecer cualquier actividad libre y considera que es su obligación ejercer tal represión porque ella le es impuesta (…) por su instinto de conservación personal. El Estado no me permite desarrollar al máximo mis pensamientos y comunicárselos a los hombres (…) salvo si son los suyos propios (…). De lo contrario, me cierra la boca.
Proudhon se hace eco de las palabras de Stirner: El gobierno del hombre por el hombre es la esclavitud. Quien me ponga la mano encima para gobernarme es un usurpador y un tirano. Lo declaro mi enemigo. Y luego pronuncia una tirada digna de Moliere o de Beaumarchais: Ser gobernado significa ser vigilado, inspeccionado, espiado, dirigido, legislado, reglamentado, encasillado, adoctrinado, sermoneado, fiscalizado, estimado, apreciado, censurado, mandado, por seres que carecen de titulos, ciencia y virtud para ello (…). Ser gobernado significa ser anotado, registrado, empadronado, arancelado, sellado, medido, evaluado, cotizado, patentado, licenciado, autorizado, apostillado, amonestado, contenido, reformado, enmendado, corregido, al realizar cualquier operación, cualquier transacción, cualquier movimiento. Significa, so pretexto de utilidad pública y en nombre del interés general, verse obligado a pagar contribuciones, ser inspeccionado, saqueado, explotado, monopolizado, depredado, presionado, embaucado, robado; luego, a la menor resistencia, a la primera palabra de queja reprimido, multado, vilipendiado, vejado, acosado, maltratado, aporreado, desarmado, agarrotado, encarcelado, fusilado, ametrallado, juzgado, condenado, deportado, sacrificado, vendido, traicionado y, para colmo, burlado, ridiculizado, ultrajado, deshonrado. ¡Eso es el gobierno, ésa es su justicia, ésa es su moral! (…) ¡Oh personalidad humana! ¿Cómo es posible que durante sesenta siglos hayas permanecido hundida en semejante abyección?
Para Bakunin, el Estado es una abstracción que devora a la vida popular, un inmenso cementerio donde, bajo la sombra y el pretexto de esa abstracción, se dejan inmolar y sepultar generosa, mansamente, todas las aspiraciones verdaderas, todas las fuerzas vivas de un país.
Al decir de Malatesta, el gobierno, con sus métodos de acción, lejos de crear energía, dilapida, paraliza y destruye enormes fuerzas.
A medida que se amplían las atribuciones del Estado y de su burocracia, el peligro se agrava. Con visión profética, Proudhon anuncia el peor flagelo del siglo xx: El funcionarismo (…) conduce al comunismo estatal, a la absorción de toda la vida local e individual dentro de la maquinaria administrativa, a la destrucción de todo pensamiento libre. Todos desean abrigarse bajo el ala del poder, vivir por encima del común de las gentes. Es hora de acabar con esto: Como la centralización se hace cada vez más fuerte (…), las cosas han llegado (…) a un punto en el que la sociedad y el gobierno ya no pueden vivir juntos. Desde la jerarquía más alta hasta la más baja, en el Estado no hay nada, absolutamente nada, que no sea un abuso que debe reformarse, un parasitismo que debe suprimirse, un instrumento de la tiranía que debe destruirse. ¡Y habláis de conservar el Estado, de aumentar las atribuciones del Estado, de fortalecer cada vez más el poder del Estado! ¡Vamos, no sois revolucionario!
Bakunin no se muestra menos lúcido cuando vislumbra, angustiado, que el Estado irá acentuando su carácter totalitario. A su ver, las fuerzas de la contrarrevolución mundial, apoyadas por enormes presupuestos, por ejércitos permanentes, por una formidable burocracia, dotadas de todos los terribles medios que les proporciona la centralización moderna son un hecho monumental, amenazador, aplastante.
El pueblo es siempre el monstruo al que combate, se amordaza o se encadena; al que se maneja por medio de la astucia, como al rinoceronte o al elefante; al que se doma por hambre: al que se desangra por la colonización. y la guerra.
