Me pregunto cuándo la ley de la atracción me hará justicia. Si es que existe, pronto deberá ocurrirme: a) que una bala perdida me de entre ceja y ceja, b) que me despidan del trabajo con liquidación incluida o c) que me saque el melate.
Como veo las cosas, lo más probable es que me corran del trabajo sin más dinero que la quincena que corre.
Entonces el mundo se me vendría encima por un tiempo. No sé cuanto. La última vez que me corrieron fue hace más de tres años. No sé que haría ahora si me corren.
Lo más increíble es que teniendo un gran empleo no tenga ganas de seguir en él.
Pero no pierdo la esperanza de que un favor sobrenatural me sea devuelto y elija los números indicados del melate, aunque la verdad es que no sé cuál sería ese favor que me sería devuelto... hace mucho que no ayudo a nadie y mucho menos a alguien que tenga el poder para saber los números exactos.
La otra opción, la de la bala entre ceja y ceja, es todavía mas lejana, ni siquiera tengo un arma cerca y soy lo bastante precavido para mantenerme alejado de ellas. De hecho soy un total cobarde que no se atreve siquiera a iniciar una pelea en la calle o salir en la noche a los bares a emborracharme, por el puro miedo de no sobrevivirlo. No soy suicida.
Según sé, la ley de la atracción está basado en tres pasos sencillos: pedir, que el universo responda y recibir lo pedido. Yo estoy en la etapa en la que la lista de pedidos es tan grane y el universo tan lento y burocrático que pasará toda la vida antes de que esa fuerza desconocida tenga tiempo para siquiera voltear a ver esa lista que tiene pendiente con el nombre de Chak.
Por eso, en lugar de seguir pidiendo, en lugar de seguir decretando enunciados que más bien estarían destinados a Santa Claus, he decidido no pedir más y comenzar a robar.
Voy a robarle un poco de tiempo al tiempo, de ganas al desgano y de vida a esa pequeña muerte que día con día me amenaza y me empuja a no disfrutar de mi trabajo, de mi vida, de mi esposa, de mi familia y mis amigos. Ese debería ser mi único gran deseo, mi única gran exigencia al Universo... no los números del melate...