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Todos le llamaban giganteporque era un hombre muy alto y corpulento; deformado de cuerpo y muy feo de rostro.
Cuando andaba por el campo sus pasos se podían escuchar y sentir a cientos de metros de donde se hallaba.Silbán tenía aterrorizados a los habitantes de la sierra. Le encantaba atacar al ganado para llevárselo a su guarida y allí comérselo.Pero de vez en cuando, si alguna pastora o campesina aparecía solitaria por aquellos caminos, el gigante Silbán la cogía en volandas y se la llevaba raudo y veloz a su cueva. Hubo algunas muchachas que desaparecieron fuera de la aldea. Nunca más se supo de ellas. Los lugareños pensaban que les había ocurrido lo que nadie se atrevía menci0nar.El gigante Silbán vivía en lo profundo del bosque. Todos creían que su guarida se hallaba arriba de una pared vertical de varios metros de altura y por la que era casi imposible acceder.
Imposible menos para Silbán, pues él mismo había confeccionado una especie de peldaños con troncos de enebro que estaban muy separados unos de otros. Él sí que podía subir cómodamente por ellos ya que tenía unas largas piernas.
Quiso el azar que un día se encontrara la joven Marieta cuidando su rebaño muy cerca de la guarida del gigante.
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Alertado por el profundo olor a carne fresca, Silbán apareció de pronto y de un manotazo cogió a Marieta y varias cabras entre su pecho.A grandes pasos y desesperado por el hambre que tenía se apresuró a llegar a la cueva.Marieta, muy asustada se vio suspendida en el aire, subiendo velozmente por una montaña y junto a un olor nauseabundo que despedía el gigante.Cuando Silbán llegó arriba los dejó encerrados en una especie de jaula que había construido con troncos de pino.Se sentó a descansar un momento.Anochecía. Los habitantes de la aldea de Marieta comenzaron a preocuparse porque la pastora no había regresado todavía. Muchos salieron a buscarla. Pero cuando vieron que el rebaño estaba a su libre albedrío y faltaba Marieta y cinco cabras, se imaginaron lo que había ocurrido.De nuevo, Silbán el gigante había atacado.Cuando ocurría esto, siempre regresaban a la aldea cantando una triste canción mencionando el nombre de la desaparecida. ¡Hay Marieta, Marieta, nunca te veremos más! ¡Te ha llevado el gigante y pronto te comerá!Cuando Silbán dejó a Marieta en la cueva, la muchacha vivió momentos de terrible desesperación y terror. Miraba hacia el precipicio y sabía que iba a ser prácticamente imposible escapar de allí. Y dentro de la cueva… ¡no quería ni pensar lo que la esperaba!Pero Marieta era una muchacha muy vivaz e inteligente y no tardó en reaccionar para afrontar esta situación.-¿Cómo te llamas gigante?- gritó Marieta.Y Silbán, que se había quedado adormilado, enseguida se incorporó al escuchar esta pregunta.-Soy Silbán, el gigante- dijo muy orgulloso.-Pues Silbán… ¿sabes que tienes una cueva muy sucia?-¿Muy sucia? ¿Y qué tal si tú la limpias antes de que te coma?- dijo Silbán relamiéndose de gozo.El gigante abrió la valla para que Marieta pudiera salir a limpiar la cueva…Estuvo todo el día tirando desechos y restos y limpiando manchas y suciedad. En su interior, sentía una gran repugnancia por algunas texturas y olores y más de una vez estuvo a punto de vomitar.Cuando terminó, la muchacha se encontraba agotada.-Humm! ¡Tanta limpieza me ha dado hambre…!- dijo el gigante acercándose a Marieta.-¡Apártate de mí!- le gritó Marieta- ¿No te da asco comer carne cruda? -¡Ja, ja, ja! ¿Cómo me va a dar asco si es lo único que como?- dijo Silbán al cual le comenzaban a salir unos hilillos de saliva por las comisuras de los labios.-¿Y no te sientan mal? ¿No te duele luego el estómago? Deberías cuidarte un poco más. Las carnes hay que cocinarlas. Además, tienen mucho mejor sabor y son más apetitosas. Yo soy una excelente cocinera. Si quieres…-¡Hum! Tiene buena pinta lo que propones, muchacha. Está bien. No te comeré. A cambio te dedicarás a limpiar mi cueva, cocinarme y cuidarme. ¿Cómo te llamas?- preguntó Silbán.-Me llamo Marieta. Y desde aquel mismo día, Marieta trabajaba para Silbán desde el alba hasta el anochecer. Limpiaba la guarida porque el gigante era tremendamente sucio y desordenado; cocinaba grandes cantidades de comida; le tejía la ropa y le peinaba sus largos cabellos, sucios y enmarañados.Lo que más le gustaba a Silbán era que Marieta le llevara como desayuno un pozal de leche fresca. Le volvía loco.Y día tras día, después del enorme trabajo que hacía Marieta, Silbán comenzó a enamorarse de aquella pastora que le había cambiado su vida.-Marieta…quédate conmigo para siempre. ¡Te quiero!Y ese hombre tan desgarbado, sucio y feo, de pronto pareció haberse convertido en humano. Bajó su enorme cabeza y la escondió entre sus rodillas como no queriendo escuchar la respuesta que le iba a dar su Marieta.Y la pastora sabía que no tenía ninguna opción más que contestarle que sí. Pero Marieta, en realidad, estaba muy cansada de estar allí encerrada y trabajando de sol a sol. No quería pasarse el resto de su vida así.Pensó que era la hora de comenzar a planear como escaparse de allí. Y una tarde, mientras el gigante había salido a cazar, lo supo.Estaba tejiendo a Silbán una chaqueta de lana. Y de pronto se dio cuenta que su salvación podía encontrarse en este material. Si conseguía hilar, poco a poco y sin que el gigante lo viera, una cuerda fuerte y muy larga, quizás, solo, quizás, podría huir de allí.Y así lo hizo. Fue quitando lana de la chaqueta de Silbán que nunca terminaba para confeccionar la soga.Meses…Silbán había cogido la costumbre de apoyar la cabeza sobre el regazo de Marieta. La pastora le acariciaba la frente hasta que el gigante se quedaba profundamente dormido. Marieta, pensando también en esto, tejió una gran almohada con mucho relleno de lana para que fuera muy blanda y cómoda.Aquella noche Silbán parecía muy cansado. Había estado casi todo el día fuera haciendo a saber que fechorías.
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Se quedó profundamente dormido. Marieta supo que era la ocasión ideal para intentar escapar.Cogió la almohada de lana. Al mismo tiempo que ella se retiraba poco a poco de la cabeza de Silbán, iba colocándole el cojín para que no pudiera notar diferencia y no se despertara.Con mucho cuidado…Tras largos y tensos minutos consiguió liberarse de todo el cuerpo del gigante. Fue a buscar la soga que tenía escondida y la ató fuertemente a la roca que les servía de mesa.Lo tenía todo muy calculado.Lanzó la cuerda al vació y oyó como golpeaba contra la tierra. Inició el descenso muy despacito.
Aterrorizada.
El corazón le latía fuertemente. Marieta no sabía si era por la ansiada libertad que la tenía a sus pies o por miedo al tremendo precipicio que sabía que existía bajo.Saltó a la tierra. Había llegado. Y salió corriendo entre la vegetación del bosque directa a su aldea. Rehusó huir por el camino.
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Cuando llegó al pueblo y despertó a su familia enseguida fueron alertados todos los demás amigos y familiares.Entre vítores y abrazos Marieta intentó contar lo que le había ocurrido y como había logrado vencer al gigante Silbán.-¡Eres muy inteligente, Marieta!- le dijo un anciano- Nos has dado una buena lección. Al gigante solo le podremos vencer con astucia.Mientras, en la cueva, Silbán había despertado y buscaba desesperadamente a su Marieta. Comenzó a sentir algo que nunca había experimentado: se creía la persona más desgraciada. No podría vivir sin su pastora.Lloró desconsoladamente. Sus lamentos y gritos los transportaba el eco y el viento por todas las zonas de la comarca pirenaica.
Marieta, vuelve conmigo que no te haré trabajar y te daré todos los días leche y carne pá cenar.Cuando todos oyeron las quejas de Silbán le contestaron al unísono:
Comételo tú, carroña que no se quiere ni acercar. Aunque no pruebe ni leche ni carne y aunque tenga que trabajar.
Mató cien rebaños; arrasó varios pastos y destrozó a base de pedradas algunas cabañas de pastores.Los habitantes de la comarca sabían que ahora, Silbán, era más peligroso que nunca ya que tenía el orgullo herido. Así que se reunieron una noche para debatir las posibles soluciones. Era necesario deshacerse del gigante.Pero llegó el amanecer y los hombres no se habían puesto de acuerdo. Los jóvenes optaban por acabar con él por medio de la fuerza. Los más ancianos defendían la actitud de Marieta y su astucia.Pese a que no se pusieron de acuerdo, un grupo joven y bastante rebelde de la aldea, se reunió para marchar hacia la cueva.Pretendían encender una gran hoguera a los pies de la pared vertical.
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O bien, el gigante tenía miedo y ya no se atrevía a bajar por lo que tendrían que irse turnando durante semanas hasta que se muriera de hambre o bien bajaba con la intención de cazarlos.Si hacia esto, ya estaban preparados con hondas y tirachinas para intentar que cayera al vacío.Pero Silbán no hizo ni una cosa ni otra. Lo cual sorprendió a más de un joven que murió en el acto.Cuando el gigante olió el humo salió a la boca de la cueva y comenzó a tirar grandes rocas a los que se hallaban bajo esperándole sin ninguna protección.Los demás muchachos corrieron despavoridos de nuevo a la aldea.Habían dejado claro que al gigante no se le podía vencer con la fuerza.Uno de los ancianos de la aldea, se había dedicado toda la vida a curar las heridas y enfermedades a base de las plantas que recogía de las montañas.Sin comentar nada a nadie se encerró varios días en su cabaña intentando crear un veneno lo suficientemente potente para matar al gigante. Además, debía tener sabor dulzón para que no se diera cuenta al ingerirlo.Cuando lo obtuvo fue a ver a Marieta.-¡Buenos días, Marieta! ¿Puedo hablar contigo?-¡Claro! Dime…-Mira, Marieta. A pesar de que has estado meses conviviendo con ese gigante…¿nos ayudarías a terminar con él?
-¿Por qué me haces esa pregunta? Espero que no estéis planeando que vuelva allí para que deje en paz nuestro ganado y cultivos…-¡No, no! Tranquila. Dime, ¿qué es lo que más le gusta comer a Silbán?-La leche fresca- dijo Marieta.Fertús, que así se llamaba el anciano, explicó a Marieta lo que había planeado. Debían mezclar la leche fresca con el brebaje venenoso que había preparado. Llenar un buen pozal y llevarlo a los pies de la pared vertical.Así lo hicieron. Lo dejaron a la vista para que cuando Silbán saliera viera el pozal de leche.-¡Vuelve conmigo Silbán, yo no me volveré a marchar!- gritó Marieta mirando hacia la cueva.Y dicho esto, los dos corrieron a esconderse detrás de la vegetación para no ser vistos.Silbán cuando escuchó la voz de la pastora creyó morirse de impaciencia. Salió veloz hacia el exterior de la cueva pero no vio a su amada. La buscó pero no la encontró. Pensó que había sido tan solo un sueño. Sin embargo, cuando fue a girarse para regresar dentro vio un apetitoso pozal de leche fresca.Y bajó. Se bebió toda la leche de un trago.
Al momento comenzó a realizar movimientos extraños como si algo le doliera o estuviera mareado. A trompicones y con golpes de tos, Silbán regresó a su cueva. Una vez entró ya no se le volvió a ver nunca más.Fertús y Marieta regresaron a la aldea en silencio.Nadie supo si Silbán murió o se fue a vivir a otra comarca de Huesca. Pero lo cierto es que, a partir de aquel día, ya nunca volvieron a atacar los rebaños ni arrasar los campos.
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Cuenta la leyenda…que en Tellay alrededores…un gigante enamorado…
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