Revista Cultura y Ocio
Ajedrez
«AI principio del siglo V. de la era cristiana había en las Indias un príncipe poderosísimo, cuyos dominios estaban situados a las orillas del Ganges; el cual había tomado el fastuoso titulo de “Rey de las Indias”. Su padre había obligado a un gran número de soberanos a que le pagasen tributo y se sometiesen a su imperio. El joven monarca se olvidó bien pronto de que los reyes deben ser padres de sus pueblos: que el amor de los vasallos a sus rayes es el único apoyo sólido del trono, que solo este amor puede unir verdaderamente a los pueblos con el príncipe que los gobierna, y de quien hacen toda la fuerza y el poder: que un rey sin vasallos no tendrá mas que un titulo vano, ni logrará ventaja alguna sobre los demás hombres. Los brahmanes y rajales, esto es, ciertos filósofos, y los grandes representaron todas estas cosas al “Rey de las Indias”; pero embriagado con la idea de su grandeza, que contemplaba eterna, despreció sus sabias representaciones. Habiendo continuado estas y las quejas se dio por ofendido, y para vengar su autoridad, que creyó despreciada por los que se atrevían a desaprobar su conducta, los hizo perecer entre tormentos. Este ejemplo atemorizó a todos los demás, y sellaron sus labios. El príncipe, abandonado a sí mismo, y lo que era aun mas peligroso para él y mas terrible para sus pueblos, entregado a los perniciosos consejos de los lisonjeros, se dejó llevar hasta los últimos excesos. Los pueblos, agobiados bajo el peso de una tiranía insoportable, acreditaron con extremo cuan odiosa les babia llegado a ser una autoridad que solo se empleaba en hacerlos infelices. Los príncipes tributarios, persuadidos a que, habiendo perdido el rey de las Indias el amor de sus pueblos, babia perdido todas sus fuerzas, se preparaban a sacudir el yugo y a llevar la guerra a sus estados. Entonces un brahman llamado Sisa, hijo de Daber, penetrado de las desgracias de su patria, intentó hacer al príncipe abrir los ojos a los funestos efectos que iba a producir su conducta; pero enseñado por el ejemplo de los que le habían precedido, conoció que su lección no seria útil sino tomándola el príncipe por sí propio sin advertir que la recibía de otro. Con este objeto inventó el juego del ajedrez, en que el rey, aunque es la principal de las piezas, no puede atacar ni aun defenderse de sus enemigos sin el auxilio de sus vasallos y de sus soldados. El nuevo juego se hizo célebre muy pronto; el Rey oyó hablar de él y quiso aprenderlo. El brahman Sisa fue escogido para ensenárselo, y con el pretexto de explicarle las reglas y de manifestarle con que arte era preciso emplear las otras piezas en defensa del rey, le hizo ver y gustar de las verdades que había reusado oír hasta entonces. El príncipe, nacido con un espíritu y sentimientos virtuosos que las máximas de los cortesanos no habían podido sofocar enteramente, se aplicó estas lecciones del filósofo, y comprendiendo que el amor de los pueblos a su rey hace toda su fuerza, mudó de conducta, y así previó las desgracias que le amenazaban; y sensible y reconocido dejó al brahman la elección de la recompensa: este pidió que se le diesen los granos de trigo que sumase el número de casas del tablero en esta forma ; uno por la primera, dos por la segunda, cuatro por la tercera, duplicando así por las demás hasta la 64. Admirado el rey de la cortedad aparente de la petición se la concedió al instante y sin examen; pero habiéndola calculado sus tesoreros, hallaron que se había obligado a una cosa, para cuya satisfacción no bastarían todos sus tesoros ni sus vastos estados. En efecto vieron que la suma de los granos de trigo debía avaluarse en 16,284 ciudades, de las cuales cada una tuviese 1024 graneros, que en cada uno de ellos hubiese 174,762 medidas, y en cada una de estas 52,768 granos. El filósofo se valió entonces de la ocasión para dar a entender al príncipe cuanto importa a los reyes estar con cuidado contra los que les rodean, y cuanto deben temer que se abuse de sus mejores intenciones.»
Suplemento al Diccionario Histórico Enciclopédico Escrito por Vicente Joaquín Bastús y Carrera (Tremp, 1799 - Barcelona, 1873), escritor, cervantista, folclorista, paremiólogo y pedagogo español.
Leyenda de Sisa
En un reino de la antigua India, situado al noroeste de la India (seguramente en el actual Paquistán o Afganistán), había un poderoso brahmán, llamado Rai Bhalit, tan rico y rodeado de todos los placeres que de ninguno de ellos gozaba, ordenó a uno de sus sirvientes, llamado Sisa, que creara un juego capaz de entretenerle. Pasado algún tiempo Sisa presentó a su señor un juego que emulaba la guerra y que se jugaba en un tablero con sesenta y cuatro casillas, alternativamente blancas y negras dispuestas en ocho filas y ocho columnas, el ajedrez. El brahmán quedó tan encantado que le permitió escoger su recompensa. Sisa le dijo: —«Señor, soy hombre modesto, y me conformaría con que me paguéis un grano por el primer cuadrado, dos por el segundo, cuatro en el tercero, ocho en el cuarto, etc.». El brahmán, encantado por la modesta petición de Sisa accedió en seguida, pero su alegría pronto se trocaría en ira cuando se dio cuenta de que ni con todo el trigo de su país alcanzaría a pagar semejante suma. La cifra es:
Es decir, 18.446.744.073.709.551.615. Ante la imposibilidad de pagar tal suma el brahmán mandó matarle.
Esta es una de las leyendas más conocidas del ajedrez. Sisa tenía un hijo llamado Shah, y de ahí derivó el nombre de su juego «shak» o axedrez, ajedrez.
Fuente:
http://es.wikipedia.org/wiki/Leyenda_de_Sisa
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