Revista Opinión

Leyendas negras: Evangelización de América

Por Beatriz
autor: P. Ángel Peña O.A.R.
4.- EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA
Otro de los puntos repetitivos de la leyenda negra son los abusos, injusticias y masacres cometidos en la conquista de América por españoles y portugueses. Por supuesto que no faltaron abusos como en toda empresa humana, sobre todo, en las guerras. Pero no hay duda de que los reyes españoles tomaron muy en serio la tarea de la evangelización y que ésa fue su primera meta, sin descartar, por supuesto, otros intereses. La reina Isabel La Católica en su testamento, redactado en Medina del Campo el 23 de noviembre de 1504, dice claramente: No permitan que los indígenas de las islas y tierra firme, conquistadas o por conquistar, sufran el menor daño en sus personas y en sus bienes y, por el contrario, mando que sean tratados con justicia y humanidad y que sean reparados todos los daños que hayan podido sufrir. El mismo Hernán Cortés dice: Exhorto y ruego a todos los españoles que en mi compañía fuesen a esta guerra, que su principal motivo e intención sea apartar y desarraigar de las dichas idolatrías a todos los naturales de estas partes y reducirlos, o a lo menos desear su salvación y que sean reducidos al conocimiento de Dios y de su santa fe católica, porque si con otra intención se hiciese la dicha guerra, sería injusta.
Ahora bien, es cierto que, con frecuencia, los españoles no se comportaron como buenos cristianos, sino como conquistadores sin escrúpulos. Pero los incas y aztecas también lo eran y se mantenían en el poder gracias a la opresión violenta de los pueblos sometidos. Cuando Pizarro llegó al Perú, los incas acababan de matar a 20.000 miembros de tribus rivales. Los incas practicaban sacrificios humanos para alejar un peligro, una carestía o una epidemia. Las víctimas, a veces, eran niños, hombres o vírgenes, que eran estranguladas o desolladas y, en ocasiones, se les arrancaba el corazón a la manera azteca.
Atahualpa, para subir al trono, exterminó a toda la familia real de su hermano Huáscar, a quien asesinó con centenares de sus familiares. Su cráneo lo guardaba para beber y su pellejo lo usaba como tambor. Según informa el jesuita José Acosta (1539-1599) en su Historia natural y moral de las Indias, Huayna Capac, padre de Atahualpa, era adorado como un dios y, a su muerte, mataron mil personas de su casa para que fuesen a servirle en la otra vida (VI, 22).
Las mujeres eran propiedad del Estado y ciertos funcionarios las seleccionaban y distribuían. Tenían esclavos, que eran prisioneros de guerra o de origen hereditario. Según dice el historiador Guamán Poma de Ayala (1534-1617) en su Nueva Crónica y buen gobierno, el régimen incaico estaba basado en el miedo y en la obediencia total.
El imperio incaico, dice Pedro Voltes, era un coloso con pies de barro. Por eso, pudo ser conquistado por Pizarro con 170 hombres. En el Perú antiguo no se pensaba en otra cosa que en obedecer y, preso y muerto Atahualpa, se siguió obedeciendo a quienquiera que mandara. Y así lo hizo el último obrero y lo hizo el astrónomo y lo hizo el cirujano que practicaba trepanaciones y el constructor que levantaba obras, que hoy siguen pasmándonos con sus misterios técnicos insolubles en sus picachos de vértigo.
Según Guamán Poma de Ayala, al referirse a las ceremonias fúnebres de los Antisuyos, escribe: Son indios de la montaña que comen carne humana. Y así, apenas tienen al difunto, que luego comienzan a comerlo, que no dejan carne sino todo hueso.
En cuanto a los aztecas, se sabe que hacían continuas guerras para tener esclavos que sacrificar a sus dioses. En 1485 habían sido sacrificados al dios Hvitzilopoctli más de 84.000 indios. Según fray Toribio de Motolinía, franciscano y gran educador de los indios: Después que los españoles anduvieron de guerra y ya ganada México hasta pacificarse la tierra, los indios amigos de los españoles, muchas veces, comían de los que mataban, porque no todas las veces los españoles se lo impedían, sino que, algunas veces, por la necesidad que tenían de los indios, pasaban por ello, aunque lo aborrecían.
De modo que, no sólo hacían miles de sacrificios humanos, sino que se comían a los vencidos. Sin embargo, hay muchos que hablan de que los conquistadores aniquilaron su cultura. Pero, cuando llegaron los españoles a América, encontraron que ignoraban la rueda, la bestia de carga, la bóveda, la escritura, la moneda... y desconocían las técnicas que hacen posible amplios cultivos agropecuarios. Por supuesto que la conquista, no fue obra exclusiva de los españoles. Apenas si llegaban a América, cuando más, unos quinientos españoles por año. Hubiera sido imposible que tan pocos hubieran conquistado tan grandes imperios, si no hubieran tenido el apoyo de tribus amigas, que querían liberarse del yugo de sus opresores. Según dice Hernán Cortés en su III carta al Emperador, la conquista de México, el 13 de agosto de 1521, fue obra de 900 españoles contra más de 150.000 hombres, pero ayudados por las tribus amigas. Por eso, el gran historiador Arturo Arnáiz pudo afirmar: La conquista de México la hicieron los indios y la independencia los españoles. Pues la conquista fue fundamentalmente lucha entre tribus rivales y la independencia fue obra de los criollos, descendientes de españoles. Sin embargo, la gran despoblación de América no se debió a las guerras sino a los efectos devastadores de las epidemias. Los españoles contagiaron enfermedades desconocidas en América, como la viruela y el sarampión, que ocasionaron millones de muertos. Pero también los españoles murieron en grandes cantidades, debido a las enfermedades tropicales.
En cuanto a los abusos de los españoles, la mayoría de los historiadores actuales reconoce que fray Bartolomé de las Casas, cuando habla de ellos en su escrito Brevísima relación de la destrucción de las Indias (año 1542), está exagerando mucho. El Padre Las Casas había sido encomendero y, al convertirse, su celo desmedido a favor de los indios le llevó a exagerar en contra de los españoles. Él dice, por ejemplo, que los aztecas no mataban en México al año en sacrificios humanos ni a cincuenta, pero historiadores como Alfonso Trueba dice: En el imperio azteca se sacrificaban veinte mil hombres al año. El primer obispo de México, fray Juan de Zumárraga, un hombre prudente y honesto, afirma en una carta de 1531, dirigida al capítulo franciscano reunido en Tolosa, que los indios tenían la costumbre de sacrificar 20.000 hombres cada año.
Sin embargo, todas sus exageraciones sobre los atropellos cometidos, fueron recibidas en la corte y se dieron las normas oportunas. El mismo emperador Carlos V lo defendió contra sus detractores y lo nombró obispo de Chiapas. Sobre él, escribió fray Toribio de Benavente, Motolinía, al emperador en 1555: Todos sus negocios han sido con algunos desasosegados, escribiendo cosas con su apasionado espíritu contra los españoles.
En cuanto a las encomiendas, no fue un sistema de esclavitud ni un invento de los conquistadores para explotar a los indios. Era una institución establecida en España desde hacía varios siglos y que los españoles transplantaron a América como el mejor medio de educarlos. Después, la encomienda dio lugar a las reducciones en pueblos, pero fue oficialmente suprimida en 1718.
Recordemos que los españoles tuvieron que luchar contra la esclavitud que practicaban los indios y que era una costumbre ancestral entre ellos. Dice fray Toribio de Benavente: En esta provincia de Tlaxcala, el año pasado (1536), libertaron más de veinte mil esclavos y pusieron grandes penas para que nadie hiciese esclavo ni lo comprase ni lo vendiese, porque la ley de Dios no lo permite.
Sobre la poligamia, anotemos que Moctezuma, en Tepic, tenía en su palacio mil mujeres y algunos afirman que tres mil entre señoras y criadas y esclavas; de las señoras, que eran muchas, tomaba para sí Moctezuma las que bien le parecía . Y de los principales señores de esta tierra hubo algunos que tuvieron a ciento, a ciento cincuenta y hasta doscientas mujeres. Entre los señores y principales se repartían la mayor parte de las mujeres casaderas, dejando muy pocas para los pobres, que apenas tenían, con quien casarse. Además, los señores robaban a las niñas para agregarlas más adelante al número de sus mujeres .
Y no sólo hablamos de México. Según el gran estudioso Salvador Madariaga en su libro El auge y ocaso del imperio español en América, era normal la poligamia, la esclavitud y el canibalismo en América antes de la llegada de los españoles.
Por eso, los misioneros tuvieron una gran tarea en la evangelización. En México, en cada convento, había escuela y hospital. En el siglo XV en México, había 300 conventos, que tenían escuelas externas para los niños del pueblo común y otra interna para los hijos de los indios principales. En 1540, fray Toribio de Benavente escribe: Hay tantos alumnos indios que, en determinados monasterios, hay 300, 400, 600 y hasta mil alumnos.
En Lima, en 1549, el obispo Loayza fundó un hospital, exclusivamente para indios, y él mismo vivía en el hospital y los cuidaba. Por otra parte, los religiosos misioneros prestaron un inmenso servicio para la preservación de las lenguas indígenas. Entre 1524 y 1572, escribieron 109 obras de bibliografía indígena; se esforzaron en aprender las lenguas de los indios y predicarles en su propia lengua; y eran los primeros que se oponían a las autoridades políticas y militares, luchando para que los tributos fueran justos y se evitaran los abusos de los encomenderos. Algunos escribieron importantes libros sobre la cultura, religión, historia, medicina, arte, etc., de los indígenas. También fundaron las primeras universidades de América como la universidad de San Marcos de Lima, en 1551, para españoles, indios y mestizos.
Un capítulo aparte y especial es el que se refiere a las Reducciones del Paraguay. Fueron dirigidas por los jesuitas, que tuvieron que defenderlas de los peligros del contacto externo con comerciantes españoles. Por eso, estuvieron prácticamente aisladas, pero también tuvieron que defenderlas de las excursiones de los paulistas que, desde Brasil, hacían razzias para llevarse indios como esclavos (la esclavitud de indios estaba permitida en Brasil). Entre 1628 y 1630 los paulistas se llevaron 60.000 cristianos de las Reducciones como esclavos. Por este motivo, los misioneros tuvieron que armar un ejército que, con permiso de las autoridades españolas, tenían hasta armas de fuego. Sólo así pudieron defenderse. Algunos autores, dicen que habitaban en las Reducciones paraguayas unos 150.000 a 200.000 indios. No eran, pues, unas pequeñas reservas indias, sino una verdadera nación fuerte y organizada. Como referencia, pensemos que, en 1725, Buenos Aires sólo tenía unos 5.000 habitantes.
En 1700 había unos 250 jesuitas a su cargo. Los visitantes se admiraban de la prosperidad, al ver allí relojes, órganos y toda suerte de instrumentos musicales, fabricados completamente por los indios. En algunos lugares, tenían astilleros para construir sus propias embarcaciones. Había imprentas para imprimir textos, gramáticas, catecismos y libros espirituales. Hablaban en guaraní, lo que fue decisivo para que esta lengua se conserve hasta hoy. Los castigos impuestos por los misioneros eran muy benignos: unos días de cárcel o algunos azotes. Entre 1608 y 1768 vivieron en las Reducciones unos 1.500 jesuitas y, entre ellos, hubo 32 mártires.
Voltaire, el famoso filósofo francés, blasfemo y anticristiano, decía sobre las Reducciones: Cuando se arrebataron a los jesuitas las misiones del Paraguay en 1768, los indios habían llegado al grado más alto de civilización que un pueblo joven puede alcanzar… En las misiones se respetaba la ley, se llevaba una vida limpia, los hombres se consideraban como hermanos, florecían las ciencias útiles y aún algunas de las artes más bellas y en todo reinaba la abundancia.
Según el historiador francés Clovis Lugon: Ninguna región de América conoció en la época una prosperidad tan general ni un desarrollo económico tan sano y equilibrado. Algunos autores hablan de estas Reducciones como de las comunidades utópicas, ideales, más perfectas y duraderas de la historia humana. Al momento de su extinción, estaban en plena prosperidad. Y su extinción provino de causas externas. El gobierno español, infiltrado por masones e ilustrados racionalistas, decidió la expulsión de los jesuitas de los territorios españoles de la península y ultramar. En ese momento, año 1767, en las Reducciones había 769.869 cabezas de ganado bovino; 38.141 ovino; 139.634 caballos, mulas y burros, para darnos una idea de su prosperidad.
Al ser expulsados, había en toda América 2.700 jesuitas, de los que 420 murieron durante la travesía hasta Cádiz, debido a malos tratos, pues iban como prisioneros. A principios del Siglo XIX, lo poco que quedaba de las Reducciones fue arrasado en las guerras de la independencia. Ahora sólo quedan, en la selva, unas ruinas ciclópeas de iglesias misionales, restos de casas, talleres, graneros, como triste testimonio de la victoria de la Ilustración, es decir, del dominio de la Razón, sobre Dios y el Evangelio.
Más datos sobre el esfuerzo de España en la evangelización de América: En 1623 había en la América hispana 70.000 iglesias, y cada año partían a América unos 130 a 150 misioneros. En ese año, había más de 11.000 religiosos y muchísimos sacerdotes diocesanos, trabajando en América. Muchos de ellos murieron mártires a manos de los indios o por otras causas, como aquellos 40 jesuitas, asaltados en su viaje a América por piratas holandeses y que fueron asesinados por el delito de ser papistas, en junio de 1570.
Por supuesto que entre los sacerdotes también hubo algunos que no fueron dignos. Y también a ellos los condenaba la Inquisición. Pero hubo más de 30 santos y un gran número de mártires, que brillaron en la América hispana como una luz de Dios en las tinieblas. Entre ellos, podemos citar a san Juan Diego, el de la Virgen de Guadalupe, los 3 niños mártires de Tlaxcala y los beatos Juan Bautista y Jacinto de los ángeles (indígenas). El Venerable Francisco de la Cruz y Antonio Roa, san Roque Gonzáles, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo, beato Sebastián de Aparicio, san Felipe de Jesús, mexicano mártir en Japón. San Pedro de san José Betancourt, venerable Antonio Margil de Jesús, beato Junípero Serra, santo Toribio de Mogrovejo, san Juan Macías, san Martín de Porres, santa Rosa de Lima, santa Mariana de Jesús, beata sor Ana de los Ángeles y Monteagudo, san Francisco Solano, san Luis Beltrán, san Pedro Claver (1580-1654), venerable Vicente Bernedo, beato José de Anchieta (1534-1597), y tantos otros más.
En resumen, podemos decir con Lewis Hanke, historiador norteamericano: La conquista de América por los españoles fue uno de los mayores intentos que el mundo haya visto de hacer prevalecer la justicia y las normas cristianas en una época brutal y sanguinaria.
Pero, a pesar de todo, pareciera que algunos hubieran deseado la conquista de América por los países protestantes, para quienes los indios eran de raza inferior y no podían mezclarse con ellos en matrimonio. Ya es conocido lo que pasó en USA, donde los indios fueron exterminados. En USA los indios que sobreviven son unos cuantos miles, mientras en América Latina la mayoría de la población es india o mestiza. Pierre Chaunu, un historiador calvinista y, por tanto, nada interesado, reconocía que la leyenda antihispánica en su versión norteamericana ha desempeñado el saludable papel de válvula de escape. La pretendida matanza de los indios por parte de los españoles en el siglo XVI encubrió la matanza norteamericana de la frontera oeste, que tuvo lugar en el siglo XIX. La América protestante logró liberarse de este modo de su crimen, lanzándolo de nuevo sobre la América católica. Desde 1636 se inició la guerra de exterminio contra los indios norteamericanos, porque los indios eran considerados por los puritanos ingleses como Satán. Así lo dice el especialista norteamericano Roy H. Pearce: Allí donde el indio se oponga al puritano, es considerado como Satán que se opone a Dios.
Las matanzas de indios eran promovidas por los autoridades. En 1703 el gobierno de Massachussets pagaba 12 libras esterlinas por cuero cabelludo, cantidad tan atrayente que la caza de indios, organizada con caballos y jaurías de perros, no tardó en convertirse en una especie de deporte nacional, muy rentable. El dicho: El mejor indio es el indio muerto, puesto en práctica en USA, nace no sólo del hecho de que todo indio eliminado constituia una molestia menos para los nuevos propietarios, sino también del hecho de que las autoridades pagaban bien por su cuero cabelludo. Se trataba de una práctica que, en la América española, no sólo era desconocida sino que, de haber tratado alguien de introducirla de forma abusiva, habría provocado, no sólo la indignación de los religiosos, siempre presentes al lado de los colonizadores, sino también las severas penas establecidas por los reyes para tutelar el derecho a la vida de los indios.
Si por un imposible, España con Portugal se hubieran pasado a la Reforma, habrían aplicado los mismos principios que los puritanos de Norteamérica. Un inmenso genocidio hubiera borrado del mapamundi la totalidad de los pueblos indios. Los historiadores no se hubieran tenido que molestar en elaborar interpretaciones llamativas sobre la encomienda, la evangelización... Les hubiera bastado, como a los sociólogos, con agenciarse el aparato fotográfico del turista ingenuo para ver las reservas indias, un pobre rebaño de supervivientes testigos.
Por ello, decía el gran historiador Maltby: Fueran cuales fuesen los efectos de su gobierno, en la historia no hubo ninguna nación que igualara la preocupación de España por la salvación de las almas de los nuevos súbditos. Y mientras en Europa, desde el siglo XVI, seguían matándose en las terribles guerras de religión entre católicos y protestantes, en América se vivía en paz. Por eso, el historiador mexicano Octavio Paz decía en 1974: Desde la segunda mitad del siglo XVI hasta finales del siglo XVIII, la Nueva España fue una sociedad pacífica y próspera.
¿Valió la pena la conquista y evangelización de América Latina por los españoles? ¿Hubiera sido mejor que hubieran seguido con sus prácticas crueles y con su atraso cultural? ¿Hubiera sido mejor la colonización al estilo norteamericano? Al menos, todos podrán concordar que, con todos los errores y abusos, la colonización española fue la menos mala, por no decir la mejor.

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