No puede haber dentro de la política la negación de la política. Concebir la política como una mera agregación de elementos individuales es negar la evidencia de que en el ámbito de lo público y concretamente en el ámbito de la acción política existen diversidad de preferencias morales y de identidades de grupo. La política no se puede concebir fuera de la dimensión de relaciones entre grupos. Grupos que defienden intereses materiales o morales que pueden coincidir —raramente— con los de un individuo, pero grupos al fin y al cabo. Y cada cuestión a debatir tiene vencedores y vencidos, o en otras palabras, amigos y enemigos. Yo soy incapaz de comprender a quien no entiende así la política, pero comprendo muy bien su frustración, su sorpresa, su "la gente no sabe votar" e incluso su infantil reacción de defensa propia del gato panza arriba.
A veces este problema es de partida. Hay personas que dicen que las armas o la heroína no matan a nadie y es verdad (son las personas quienes matan a personas). Sin embargo curiosamente no utilizan el mismo argumento cuando se trata del Estado. Para estos, el mal gobierno no depende del uso que se haga del Estado, sino del Estado en sí. Si el Estado, de partida, siempre es un elemento malvado en la ecuación, la negación de la política es inmediata. ¿Por qué? Pues porque desde Sumeria no hay política sin Estado. Es más, porque hoy en día el Estado es una cosa que realmente existe y está ahí, no la puedes negar. El Estado requiere un gobierno y dependiendo de cómo gobierne este gobierno te supondrá un mayor coste o beneficio. Si la acción de gobierno te sale a deber, lo que tienes que hacer —si no estás loco—, es procurar el cambio en la política del gobierno. Y esto lo haces participando más o menos en el debate público (hablar de los baches de la calle a la salida de misa es parte de esta participación).
Otras personas se frustran partiendo de otra premisa. Ven el mundo con las lentes de una época que ya no existe o simplemente atienden a enrevesadas conspiraciones de élites en el poder que siempre machacan al personal con el que se identifican (conciencia de eterna derrota grupal). No me interesa tanto hablar de estas personas como de las anteriores.
Mientras escribes ladrillos sobre lo liberal que era Robinson Crusoe al no tener Estado (y ojo, que en sentido intelectual sí veo útil ese ladrillo) o mientras te quejas amargamente de que la gente es imbécil porque vota sin leerse todos los programas (?)... te están comiendo la merienda. Y te la comen en dos sentidos: por una parte, adversarios políticos decidirán donde tú no decides y por la otra, gente con la que no sientes ningún tipo de vínculo, hablará en tu nombre. No diré que luego no te puedas quejar, pero tu frustración no sorprenderá a nadie.
El ideal de la sociedad en buen orden es una flecha que señala un camino, pero no es un fin real e inmediato. Ningún ideal lo es (hay muchos ideales y además, se llaman ideales por alguna razón). Y en concreto, el "buen orden social" no se alcanza ignorando la política. Y la política aquí y ahora son las urnas, los micrófonos, el análisis estadístico, la telegenia, los sobornos, etc. Fuera de esto está el vacío. De hecho, si quieres ver una sociedad exenta de política vete a Cuba.
Hay un viejo debate entre liberalismo y democracia. Si tu idea filosófica de buen orden social contempla como base fundamental la libertad individual, procurarás que el Estado o el gobierno sea estrictamente neutral. Pero aquí aparece una contradicción: la acción de gobierno neutral no existe. Siempre hay vencedores y vencidos, con cada decisión (o no decisión). Tratar de quitar del gobierno las posiciones filosóficas, morales, de interés de grupo; las bajas pasiones, los errores intelectuales, etc., es concebir a las personas como pequeños dioses omnipotentes y omniscientes. Y las personas, el 90% de las veces fallamos más que una escopeta de feria (menos la gente que me lee, vosotros sólo falláis un 80% y además sois muy guapos).
Simón del desierto, Luis Buñuel (1965).
Es muy dificil —por no decir imposible—, obtener un Estado —es decir, una política— absolutamente imparcial de cualquier tipo de veleidad o inclinación de grupo. De hecho, eliminar las distorsiones del debate público y quedarnos ante una política reducida a un mero cálculo contable, implica el uso de la coerción estatal en su vertiente más antiliberal. Hay intereses, hay identidades, hay preferencias y por mucho que un émulo de Simón del desierto niegue cualquier categorización y rechace cualquier etiqueta, otros lo catalogarán y lo etiquetarán. La política implica un nosotros y un ellos, unos amigos y unos enemigos, unos compañeros y unos adversarios, en cada tema, pero también a nivel general cuando las coincidencias intragrupo son más grandes.Pongo un ejemplo. Hay quienes defienden que te puedan intervenir las comunicaciones mediante mandato administrativo. Otros defienden que bajo ningún concepto se puede intervenir ninguna comunicación privada. Nada nos obliga que ante un tema deba haber sólo dos opciones: yo creo preferible que se puedan intervenir las comunicaciones mediante orden judicial motivada. Ahora bien, mi elección tiene consecuencias: si quiero darle ese poder a un juez, también quiero que a ese juez no lo nombre un mero acto administrativo o un oficial del gobierno. La política implica un compromiso y cierta coherencia. Si lo que se discute es solamente la intervención de las comunicaciones, yo en principio estoy en contra. Pero si cambia el método de elección del juez, puedo estar a favor. Con esto quiero decir que las más de las veces en los debates la gente parte de posiciones absolutas y niega al enemigo la voz simplemente por tener un concepto de la política decimonónico. Es más, resulta que en España tenemos grandes pseudodebates sobre posiciones cualitativas en las que no es que sea dificil llegar a consensos, sino que por definición es imposible. Si en política no se asumen las pequeñas derrotas, se comete un error y se cae en el descrédito de la política, tan caro en la piel de toro.
Puede que sea cosa mía y que tenga un espíritu de contradicción innato, pero yo defiendo una cosa que a nadie más veo defender: el liberalismo está ganando el debate público. Nadie en España dice que su familia política "gana". Si uno va a los foros de los rojeras, allí dicen que el malvado neoliberalismo lo domina todo, si uno va a los foros de los socialistas, allí dicen que los peperos son unos fascistas represores, si uno va a foros de peperos, allí dicen que la izquierda (?) domina todos los medios de comunicación. Todo el mundo se ve contra las cuerdas, como en una especie de western épico de John Ford, con el amanecer a lo lejos. Hay que restar emotividad al debate público. Yo no sé si el victimismo es una pose para dar pena y crear una mayor cohesión grupal o identitaria. Lo que sé es que hay un modelo de política que a día de hoy hace aguas y ese modelo es la socialdemocracia europea (un modelo que evidentemente también defiende la derecha socialista europea, no es solo cosa de progres).
Frente a ese gran modelo conceptual que ya no puede existir porque ya no vivimos en un mundo keynesiano, proteccionista y con sana pirámide demográfica; el único modelo que se le opone es el modelo liberal (una mini-introducción a ese modelo se encuentra en el último capítulo de Camino de Servidumbre, de Hayek): estados pequeños, eficientes, con acción limitada, descentralizados, corresponsables internacionalmente y con libertad de movimiento de personas y capitales. Hoy España es más liberal que nunca. No sólo en sentido económico, sino también en lo que a derechos de minorías, integración y no discriminación se refiere. Y por favor, que nadie me venga diciendo que la pensión de una paisaniña es una vuelta a la Unión Soviética, porque las boutades, más allá de su función sentimental o estética no valen para nada (e históricamente en los países socialistas las pensiones eran infinitamente inferiores a las de los países capitalistas). Evidentemente que en Europa un partido liberal tiene que defender que a la paisana no le falte una pensión pública. No, tampoco el bolivariano no es un modelo para ningún estado europeo ni tiene ningún futuro. La gente tiene bastante sentido común. Es más, es muy triste que decir que la gente tiene sentido común sea considerado una provocación.
Marcha por los derechos civiles en Memphis, 29 de marzo de 1968.
Teniendo en cuenta que el 70% de la población vive a expensas directa o indirectamente del otro 30% a través de lo que les recauda el Estado, no puedes vender eso como un simple robo. No puedes banalizar la acción del Estado de esa forma, ya que la libertad de ese 30% depende en gran medida de que el 70% también tenga ciertas condiciones de libertad. No vas a ninguna parte llamando parásitos al 70% de tus conciudadanos, te protestarán. Sin embargo, nadie protestará si se lo llamas al Instituto Internacional León Trotski para el Fomento de la Cultura de la Diputación de Soria..A la pregunta qué debe defender el liberal en España, la respuesta no puede ser "reducir el gasto público" o "bajar el déficit", eso en política es el equivalente a hacerle el amor a un maniquí. Te deja frío. La gente se une a una causa a través de las emociones. Y a los que dicen que el liberalismo político es incapaz de transmitir emociones yo les puedo hacer una lista con todos los motivos de discriminación de grupo que no están siendo observados por las rancias autoridades. Existen hoy, dentro de lo que pueden defender los partidarios de la libertad, un sinnúmero de causas románticas y emotivas. Y una vez más, recuerdo que en cada debate no solamente hay dos posiciones. ¿Alguien ha sugerido reducir el gasto en personal educativo utilizando a estudiantes universitarios? Lo que quiero decir con este párrafo es que parecemos tener claros los fines, pero nada claras las medidas concretas, los medios para llevar a cabo esos fines.
Señora con paraguas cortando el paso a un guardia civil (Xosé Castro, As Encrobas, 1977).
Así que en lugar de pintarlo todo negro, los demócratas liberales bien podrían enviar mensajes positivos o al menos no muy desconectados de la realidad. Es evidente que los diagnósticos políticos encienden luces rojas pero eso en lugar de provocar queja y antipolítica, debería provocar una reacción positiva. ¿Dónde están las propuestas liberales? Pues más o menos entremezcladas por diversos partidos. Sin embargo, es dificil encontrar uno que aúne lo que defienden en la región ultrapirenáica quienes se llaman liberal-demócratas. Es más, quienes pueden defender cosas similares en España rehuyen la etiqueta del liberalismo. Precisamente por eso los partidarios de la libertad, pese al triunfo del liberalismo, carecemos de un "nosotros". Y el "nosotros" es la condición de la política que ayuda a identificar el "ellos".Más:
- Ideas para un manifiesto liberal
- El estado es el terreno de juego
- Sobre la imposible neutralidad del estado liberal
¿Cómo se fuma desvergonzadamente, a ver?