Revista Religión
El Dr. Aquilino Polanco afirma que ser libre consiste en hacer lo que no queremos; no hacer lo que queremos. Esto puede parecer absurdo en una primera impresión, pero yo apelo a una experiencia que se da en los que aman de verdad.
Refirámonos concretamente a los padres. No hacen, por lo que se refiere a los hijos lo que quieren, lo que les apetece, sino lo más conveniente para sus hijos. Ello les conduce a no hacer, ¡tantas veces! Lo que les apetece, sino lo bueno para los hijos, y a realizar muchas cosas que, por ellos mismos no harían, pero sí por amor a los hijos.
La auténtica libertad no se da careciendo de sentido crítico, pues queda uno al albur de cualquier influencia. Pero sentido crítico ¿desde qué supuesto? Desde una clara escala o jerarquía de valores, que nos permita ser capaces de seleccionar lo que es realmente valioso.
El sentido crítico es el que nos da capacidad de aceptación o de rechazo, de poder escoger los valores que queremos poseer, de ser libres en una palabra.
El ambiente actual, por el contrario, conduce a pensar que la libertad es hacer lo que uno quiere, sin más matices o límites. Nunca se suele hablar de renuncias, cuando en tantas vidas es una realidad y, además gozosa. Porque la relación entre conciencia de sacrificio y capacidad de amor están en relación inversa.. Quiero decir que, la más pequeña acción nos puede resultar mortificante, si no tenemos amor hacia aquel a quien se dirige nuestra acción. Y, por el contrario, cuando hay amor, no tenemos impresión de que estamos sacrificándonos, al realizar algo por quien amamos.
Y, más allá de las relaciones humanas, hay innumerables renuncias en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, cuantas veces decidimos hacer algo en un momento determinado, estamos renunciando a muchas otras cosas. ¿Renunciamos a una infinitud de posibilidades? Al menos a un número indefinido de posibilidades, que no se harían realidad en ese momento, porque hemos optado por una decisión concreta, que margina en ese momento cualquiera otra. No suele hablarse de hacer lo que no se desea, o de abstenerse de lo que agrada, o de renunciar, cuando esta es la única libertad auténtica de un hombre o de una mujer libres.
En el fondo, lo que hay no es tanto una carencia del concepto de libertad sino del concepto del hombre, del que se deriva necesariamente aquella. Y el auténtico ser del hombre es el de un ser creado por Dios, de un ser dotado de libertad, pero con un claro sentido de que ha de usar esa libertad para, libremente, ir asemejándose al ser que Dios había pensado, marginando de su vida lo que le aleja de la voluntad de Dios. Dios no nos quita la libertad, pero nos da la ayuda de su gracia para el correcto uso de esa libertad.
No olvidemos que hay una auténtica campaña, desde las costumbres y aún desde las leyes, que perturba la recta conciencia de los ciudadanos. Claramente, les induce al mal. Basten los ejemplos extremos de leyes acerca del aborto, presentado como “interrupción” de una vida, o de la llamar eutanasia “buena muerte”.a una acción directa contra una vida humana.
+ Cardenal Ricardo M. CarlesGWBH7HWUHUTS
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