Un periodista cuestionó cierta vez al líder cubano Fidel Castro sobre el régimen político de su país, echándole en cara que ahí no había libertad, anhelo fundamental del ser humano. Castro le respondió: “Si se refiere usted a la libertad de morirse de hambre, no, ciertamente aquí no existe”.
La respuesta de Castro contenía desde luego todo el fondo ideológico de su tiempo, que prevalece en la actualidad, es decir, el predominio del capitalismo voraz que privilegia los intereses económicos por encima del interés social.
Este mismo cuestionamiento sigue hoy en el orden del día. La gente quiere saber, aquí y en el mundo entero, si es posible eliminar la pobreza y emprender el camino del desarrollo económico igualitario en un marco de libertades políticas y sociales.
Libertad sin desarrollo
En México, por ejemplo, abundan los casos en que se privilegia el lucro, muchas veces ilegal, por encima de los intereses sociales, y lo que es peor, con el apoyo, o por lo menos con la complicidad, de las estructuras de gobierno.
¿Por qué las empresas particulares no llevan inversiones significativas a las zonas indígenas del país o a otras áreas marginadas que sufren extrema pobreza? Por una sola razón: porque esas zonas no son redituables, no aportan ningún provecho económico a los inversionistas.
Pero esto no sólo aplica para la industria y el comercio, sino también para el sector servicios, como son las instituciones bancarias, que sobre todo en este sexenio han abandonado a su suerte extensas regiones del país donde antes había por lo menos dos o tres sucursales de bancos.
Y a pesar de que los políticos reiteran hasta la sociedad su interés por el desarrollo económico y social de esas regiones, nada hacen para llevarles inversiones productivas y los indispensables servicios públicos y privados.
Lo cierto es que a estas alturas dichas regiones dejaron de ser redituables no sólo para el sector privado, sino también para el público.
¡Ah!, pero eso sí, por lo menos en el discurso, sobre todo cuando les urgen votos, los políticos no dejan de resaltar el régimen de libertades que disfruta el país, entre las que destacan el sufragio universal y el hecho de que cualquiera pueda manifestarse y expresar sus opiniones, aunque esto no siempre lo toleren algunos funcionarios.
Desarrollo con libertad
Lo ideal sería contar con un sistema político-económico donde tenga cabida el combate efectivo a la pobreza y el desarrollo económico en un amplio marco de libertades individuales.
Aclaremos, sin embargo, que no existe ni ha existido jamás la libertad ilimitada. Siempre habrá un límite para el quehacer humano. Hasta las aves del cielo, que son símbolo de libertad, no pueden volar más allá de cierta altura, decía un autor.
Es preciso, por lo tanto, encontrar la fórmula para contar con un desarrollo firme y sostenido en beneficio de todos los mexicanos, no sólo de unos cuantos, sin sacrificar para ello las libertades individuales, salvo que el abuso de su ejercicio afecte el interés público.
Artículo publicado por el semanario Conciencia Pública en su edición del domingo 28 de agosto de 2016.