Revista Cultura y Ocio
Libro El almuerzo en la hierba de Marcel Proust. Centenario de la publicación del libro Por el camino de Swann
Publicado el 17 octubre 2013 por HermidaeditoresEn noviembre de este año se cumple el centenario de la publicación del primer volumen del ciclo novelístico de Marcel Proust En busca del tiempo perdido, formado por siete volúmenes con títulos específicos. Hay que recordar que Proust se costeó la edición de ese primer tomo, Por donde vive Swann, al no encontrar un editor que se lo publicase. No ocurrió lo mismo con el segundo volumen, A la sombra de las muchachas en flor, que incluso fue galardonado con el Premio Goncourt, si bien tras la recomendación de alguno de sus influyentes amigos. Gracias a ello, su novela se fue abriendo paso entre un público cada vez más amplio y receptivo ante una obra innovadora.Portada El almuerzo en la hierbade Marcel ProustHermida Editores, Octubre 2013Colección El Jardín de EpicuroEnlace al libroPara celebrar este feliz aniversario en Hermida Editores hemos decidido publicar con el título El almuerzo en la hierba una amplia selección de los pensamientos extraídos de la novela y en los que están representados los principales motivos que definen el universo proustiano: el tiempo, la memoria, el amor, los celos, las relaciones sociales, la homosexualidad masculina y femenina, el arte y la creación artística, la literatura, la imaginación, los sueños, la apariencia y la realidad, la costumbre, la enfermedad, la vejez y la muerte. Los textos han sido traducidos directamente de la edición canónica por María Teresa Gallego y Amaya García. Al menos en el mundo de habla hispana, es la primera vez que se ofrece una compilación de esta naturaleza, teniendo en cuenta que sólo comprende la parte ensayística de la gran novela.La selección está precedida por un ensayo introductorio en el que Jaime Fernández, autor de la selección, expone detalladamente una interpretación sistematizada del pensamiento de Proust.Primeras páginas del manuscrito de Por donde vive Swann con las notas de la revisión hechas a mano por el mismo autor. Cien años después En busca del tiempo perdido puede acreditar un largo recorrido entre los lectores de todo el mundo, y ello pese a las dificultades que entraña la lectura de una obra escrita en un estilo que exige un elevado grado de concentración análogo al que Proust puso en escribirla. La complejidad sintáctica de la frase proustiana discurre paralela a la exposición prolija de sus pensamientos que hacen de él un novelista-ensayista, digno descendiente del creador del género, otro francés, Michel de Montaigne.También la crítica internacional ha elevado la novela al rango de las grandes obras literarias del siglo XX. Según el historiador del arte y de la literatura Arnold Hauser, Proust es “el mayor maestro en el análisis de los sentimientos y pensamientos y marca la cumbre de la novela psicológica”. Para George Steiner la novela “ha operado como una mitología prescriptiva, creando matices de emoción, giros del ser y de la simulación que eran, de alguna manera, una terra incognita del yo”. Harold Bloom considera a Proust “tan primordial como Tolstói en su universalidad y en su profunda conciencia de la naturaleza humana, tan sabio como Shakespeare”. Witold Gombrowicz comentó en su Diario que En busca del tiempo perdido “es sutil y aguda como la hoja de una espada, vibrante como ella, fina y dura; una obra cruel que toca los nervios más secretos de la realidad”.Milan Kundera ha subrayado que Proust que no escribió la obra “para hablar de su propia vida, sino para iluminar en los lectores la vida de ellos”. En España, el escritor Félix de Azúa cree que se trata del “ensayo más sabio escrito por la inteligencia más penetrante del siglo XX".Aparentemente En busca del tiempo perdido es una novela de formación en la que el Narrador, Marcel (no confundir con Marcel Proust), en tanto que individualidad predominante, desempeña la doble función de protagonista y observador. Sólo en una ocasión se desprenderá la máscara para hablar con el lector, llegando a insinuar, por boca de éste, que tal vez haya alguien que se esconda detrás de él. . La novela es original por muchos motivos, pero uno de los más llamativos es que su argumento gira en torno a las peripecias de un joven de la alta burguesía parisina, perteneciente a una familia culta, cuya máxima aspiración es convertirse en escritor, y que relata en primera persona su lucha interior para emprender la obra en la que deberá dar cuenta tanto de su experiencia mundana como de los percances derivados de esa lucha. De ahí que el comienzo de la novela, en la que el narrador Marcel (no confundir con Proust) se adentra en los recuerdos de su infancia, coincida con el abandono voluntario de su vida mundana para emprender la escritura de la obra el lector está leyendo. El título del séptimo y último volumen, El tiempo recuperado, lo dice todo: ha llegado el momento en que el Narrador tiene que entregarse a la tarea de recuperar el “tiempo perdido” mientras vivió como un rentista que frecuentaba los salones aristocráticos, daba sus primeros pasos en la literatura, se enamoraba de una joven de la que sintió unos celos atroces y que pronto moriría en un accidente de caballo, cultivaba algunas amistades y profesaba una sentida admiración hacia los seres más queridos: su madre y su abuela, dos personas extraordinariamente cultas. En busca del tiempo perdido no es una novela convencional. Se trata más bien de un ensayo en el sentido vital y literario del término sobre la existencia de un individuo que, pese a la singularidad de su propósito –escribir una novela–, del medio social en el que se mueve y de las personas con las que traba relación, arroja lúcidas reflexiones que apelan a la conciencia y al núcleo de ésta: la memoria y sus recovecos más oscuros e intrincados. Aquí podemos ver a Marcel Proust en la segunda fila, el primero por la izquierda, con sus compañeros del Liceo CondorcetLos recuerdos narrados en la novela arrancan siempre de la rememoración de una sensación revivida fortuitamente por el Narrador en algún momento de su vida adulta. Esa sensación no buscada, aunque sí hallada casualmente, será la llave que le abra las puertas del Tiempo Perdido. La rememoración le induce a reflexionar sobre esas experiencias desde el presente en el que las está recordando. Su apelación al mundo de las sensaciones, resistentes al filtro de la razón y la inteligencia, pero también a la observación, se explica por el profundo desencanto al que le condujo la ilusión y su cargamento de promesas. Con la apología que hace de las sensaciones a través del relato de sus experiencias vitales, y luego teorizando sobre ellas, trata de demostrar que es en esas experiencias donde reside la única verdad de la vida.Fueron las sensaciones, la obstinada tentativa de penetrar en ellas y de descifrarlas las que, además de abrirle las puertas de la conciencia, le sugirieron una nueva forma de novelar, como ya le ocurriera a su admirado Flaubert. Aquellas experiencias que los novelistas de hechos y de “acciones”, junto a las cuales preferían pasar de largo, por considerarlas superfluas e inútiles para sus historias, Proust las transforma en objetos de observación, ahondando en ellas hasta el máximo de las posibilidades que ofrecían y desmenuzándolas con la calma y la exhaustividad del microbiólogo. El estilo ondulante del pensamiento y de la frase proustiana, de la que brotan siempre otras nuevas, nace de la labor concentrada de desmenuzamiento de la sensación, del intento de llegar lo más lejos posible en esa labor con la ayuda del lenguaje. Aquí está el enlace al libro.Buenas lecturas.Hermida Editores
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