Revista Cultura y Ocio

Libro «Nosotros» de Evgueni Zamiatin en El pájaro burlón

Publicado el 18 noviembre 2016 por Hermidaeditores
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Libro «Nosotros» de Evgueni Zamiatin en El pájaro burlónSi nos paramos a pensar un momento en la historia de Rusia en el siglo XX veremos que es obvio que de allí salieran tantos escritores de ciencia ficción: los propios autores del género experimentaron cambios dignos de las novelas de anticipación. Estamos hablando de gente que contempló el paso de una sociedad feudal tardía a una brutal industrialización comunista en menos de cincuenta años; eso tiene que dejar huella en la mente de uno.El ingeniero naval, escritor y bolchevique de la vieja guardia Evgueni Zamiatin (1884-1937) fue una de esas personas y todas esas vivencias y cambios se acabaron plasmaron enNosotros, una novela pionera en el género distópico (acabada en 1921 pero que no pudo ver la luz en su país por la censura, publicándose en Francia en 1924) y que Hermida Editores ha reeditado en nuestro país con una nueva traducción.En la sociedad futura presentada en Nosotros, el Estado Unido, el hombre ha conseguido domar a la naturaleza, confinada tras el muro verde que rodea la perfecta ciudad en donde toda la vida está organizada en base a las matemáticas. Los horarios se siguen a rajatabla y todo el mundo vive en apartamentos con paredes de cristal en donde la privacidad es imposible excepto en unas horas determinadas. Incluso las relaciones sexuales están controladas por asignación de pareja. Esta es la vida que lleva D-503, un ingeniero que está trabajando en el Integral, un vehículo espacial destinado a extender el credo del Estado Unido hacia otros planetas. Pero un buen día su mundo perfecto se empieza a tambalear al conocer a I-330, una mujer que es todo lo contrario a su compañera asignada, la dócil O-90; no lleva el unifo reglamentario, fuma, bebe y además le tira los tejos sin miramiento alguno ni de manera reglamentaria. Las cada vez más frecuentes visitas de D-503 a I-330 lo acabarán transformando de manera irremediable; empezará a no respetar los horarios del Bienhechor (al que vemos como una monolítica figura metálica que administra ejecuciones que son como una fiesta para la gente del Estado Unido) y lo que es peor… a tener sueños, una cosa para la que no está preparado y que parece tener su raíz en una antigua enfermedad llamada “alma”, que el Estado Unido está interesado en extirpar de una vez por todas.Narrada en forma de notas escritas por D-503 para un hipotético lector de un futuro (o pasado, en este caso) lejano, Nosotros tiene una estructura “a retales” que la hace por un lado muy atractiva y por otro algo difícil de acceder, ya que estamos navegando constantemente por el torrente de los pensamientos desbocados de su protagonista, además de que Zamyatin también suele jugar con metáforas más evidentes y otras mucho más rebuscadas como simbología matemática o pictórica que descolocan a menos que uno esté muy puesto en el tema. No obstante, es una lectura única y fascinante tanto por lo que encierra como por su condición de precursora y posterior influencia en gente como Orwell o Huxley, aunque este dijera alguna vez que Un mundo feliz fue construída como respuesta a las brillantes utopías de H.G. Wells, otras fuentes mantienen que mintió como un bellaco y aprovechó para “inspirarse” en una poco conocida novela rusa. En eso los tiempos nunca cambian.Es muy fácil, obviamente, ver los paralelismos entre este Estado Unido y el que se empezó a montar tras la revolución de octubre en Rusia, así como los temores de Zamyatin respecto a la uniformización del pensamiento y el culto a la personalidad, cosas en las que, lamentablemente, la Unión Soviética acabaría por darle la razón. Pero en Nosotrostambién corre un miedo soterrado muy identificable; el del hombre (y mujer) urbanita de inicios del siglo XX que no puede controlar la velocidad del progreso y cuyos padres (o ellos mismos) dejaron el campo para vivir entre moles de cristal y acero aprendieron a levantarse no cuando lo hacía el sol, sino cuando sonaban sus despertadores.Víctor Castillo

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