Durante las vacaciones leí "Just kids", las memorias que Patti Smith publicó en 2010 sobre sus primeros años en New York junto al fotógrafo Robert Mapplethorpe.
El libro me atrapó de comienzo a fin, me encantó. Lo que comienza como una tierna biografía de años iniciáticos (y traumada adolescencia) da paso al núcleo central del libro: los primeros años en la Gran Manzana alrededor de 1966, el encuentro con Mapplethorpe y el acceso a ese "Mundo de las Mil Maravillas" que fue para Patti el Chelsea Hotel de la calle 23, en New York.
¿Qué aprendimos sober Patti Smith leyendo "Eramos unos niños"? Que toda su vida estuvo guiada por su amor al arte, en varias líneas, pero sobre todo, en lo relacionado a la poesía (Rimbaud y Jean Genet son los "faros" que siempre la iluminaron). También, que fue siempre una gran detallista (es una delicia leer sus minuciosos comentarios sobre qué prenda tenía puesta en tal año tal personaje, o de qué color era el collar persa que le regaló Mapplethorpe al comienzo de su relación). También aprendimos que su ímpetu por encontrar nuevas formas de comunicar su poesía la fue llevando, casi sin querer, al mundo del rock.
En ese sentido, fue una revelación saber que antes de ser quien hoy todos conocemos, Patti fue probando y fallando, encontrando y perdiendo la inspiración y el rumbo. Viviendo, en definitiva, un largo proceso de maduración artística. No siempre los artistas nacen con su rumbo claro y definido ni saben sobre qué materia van a aplicar lo que quieren decir.
Lejos de esas autobiografías que se nota que fueron encargadas a ghost writers, "Just kids" parece escrito de puño y letra por su narradora. En ese sentido, la prosa peca en algunos pasajes de "exceso de poetización", además de rozar un poco la autoindulgencia con los personajes que participan. Pero lo que cuenta es tan interesante y está tan lleno de amor por la vida, que puede más que el estilo.
Promediando el libro, nos damos cuenta que, en realidad, "Just kids" narra una historia de amor entre musa y artista, donde esos roles -como bien aclara Patti- usualmente se intercambiaban. También estamos ante el relato de las ansias por llegar al reconocimiento. Ese reconocimiento que a mediados de los 70 le llega primero a Smith al frente de su banda, grabando "Horses" (la anécdota de cómo Mapplethorpe sacó la foto de tapa es simplemente hermosa).
Hay otros momentos inolvidables: la conversación entre Patti y Jimi Hendrix, en una escalera cercana a un escenario. Una despechada y deprimida Janis Joplin. La noche en la que -mientras Patti cantaba- apareció un espectral Bob Dylan (otro de sus grandes faros de inspiración). El viaje espiritual que Patti hace a Francia para visitar la ciudad natal de Arthur Rimbaud. Y sobre el final, como telón de tristeza, las muertes de Andy Warhol (bajo una New York nevada como sus cabellos) y de Mapplethorpe, de SIDA, en 1989.
Absolutamente recomendable, para saber cómo se formó artísticamente esa heroína beat y punk que es Patti Smith. Y para espiar, al menos por un ratito, la alocada vida de New York a comienzos de los 70, con epicentro en el círculo Warhol (The Factory, Max Kansa´s City) y el mítico Chelsea Hotel.