Revista Cultura y Ocio

Lichtenberg es nuestro filósofo, Roberto Bolaño

Publicado el 12 febrero 2019 por Kim Nguyen

Lichtenberg es nuestro filósofo. A veces uno tiene la tentación de decir que es nuestro único filósofo, pero lo cierto es que está Pascal, que murió de pancreatitis, y también Diógenes, que era un bromista de primera. Nosotros, sin embargo (y cuando digo «nosotros» no sé, francamente, qué estoy diciendo), encontramos el consuelo en Lichtenberg, en sus espejos, en sus vaivenes sentimentales, en su duda y en su gusto, que a veces son la misma cosa.

Hace poco más de doscientos años el sabio de la honorable ciudad de Gotinga escribió lo siguiente: «En la noche del 9 al 10 de febrero de 1799, soñé que, hallándome de viaje, comí en una posada, o más precisamente, en una taberna del camino donde había gente jugando a los dados. Sentado frente a mí, un joven bien vestido y de aspecto un tanto dudoso tomaba su sopa sin preocuparse de quienes lo rodeaban, de pie o sentados; cada dos o tres tragos lanzaba al aire una cucharada de sopa que al punto volvía a pescar con su cuchara y deglutía tranquilamente. Lo que en este sueño me parece particularmente curioso es que hice mi observación habitual de que tales cosas no podían ser inventadas, de que era preciso verlas (a ningún novelista se le hubieran ocurrido), y, sin embargo, yo acababa de inventar todo aquello en ese momento. Junto a los jugadores de dados, una mujer alta y descarnada estaba haciendo calceta. Le pregunté qué se podía ganar con ese juego: Nada, me dijo, y al preguntarle yo si se podía perder algo, replicó: No. Me pareció un juego importante».

Este párrafo, ¿es necesario decirlo?, prefigura a Kafka y a buena parte de la literatura del siglo XX. Este párrafo es también el compendio de la Ilustración y sobre él se podría fundar una cultura. Este párrafo anticipa su propia muerte, acaecida el 24 de febrero, es decir catorce días después del sueño, como si la muerte hubiera ido a visitar a Lichtenberg dos semanas antes del encuentro final. ¿Y cómo se comporta nuestro filósofo de Gotinga ante la visita de la vieja dama descarnada? Pues se comporta con humor y curiosidad, los dos elementos más importantes de la inteligencia.

Roberto Bolaño
Lichtenberg ante la muerte
Entre paréntesis
Editorial: Anagrama

***

La siguiente toma: a altas horas de la noche, en la Plaza Mayor (es un decir) de Göttingen, parados frente al famoso Gänseliesel, la estatua popular ritualmente besada por académicos laureados. El beso de Roberto Bolaño, sin embargo, se fue a otra parte. Bolaño cruzó la plaza, mostrando de una vez un entusiasmo que había escondido durante gran parte de la noche. Allí estaba la estatuilla de Lichtenberg, Georg Christoph Lichtenberg, que la ciudad había hecho erigir poco antes, recuerdo tardísimo de una herencia cultural heterodoxa. Bolaño tomó a Lichtenberg en sus brazos, lo besó y felicitó a la ciudad, a nosotros y a sí mismo por haber tenido la ocasión de encontrarse con Lichtenberg.
Entre las muchas fotos no tomadas de aquel encuentro en Göttingen me gusta más esta última impresión: Bolaño en bicicleta, dando vueltas vacilantes por la estatua de Lichtenberg.

Burkhard Pohl
Bolaño en Göttingen
Revista chilena de literatura, Abril de 2014

Foto: Roberto Bolaño


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