Revista Cultura y Ocio

Un tobogán de yonquis, Eloy Fernández Porta

Publicado el 27 marzo 2024 por Kim Nguyen

Me dicen que diga quién soy (1). Pero yo no soy propiamente yo mismo (2). ¿Qué es este intervalo / que se desliza entre yo y yo? (3) Abismo, ¡ay! / Entre un yo y un yo mismo (4). El yo es un ausente / al que enviamos cartas / que sabemos que nunca han de llegar. / Hoy le escribo la última / porque sé que mi yo nunca vendrá (5). Bienaventuradas las reglas de la métrica / que (…) nos liberan de los grilletes del yo (6). Me metieron en el tren, con mis documentos, cualesquiera que fuesen. Yo me había deshecho de todos, pero por lo visto habían reaparecido (7). Lo que siempre supo, lo que siempre le hizo pensar – y cuando digo “pensar”, quiero decir reír y llorar, sufrir, rezar, atormentarse–, habrá sido siempre la sensación acerada de la infinita distancia que separa el “auto” de sí mismo, el abismo desfondado de y en la presencia consigo: nada más, no experimentó ninguna otra cosa (8). Pero uno, además, es mucha gente (9). Con tantas voces en la cabeza, ¿cómo puedes oír la tuya? (10) Una autobiografía, en este sentido, tendría que ser sobre todo el testimonio de un desconocimiento (11). Esta calma neblinosa de las 11.39 del mediodía, este estar sin terminar de sobrar del todo, ¿quién los dice? ¿Quién escribe? ¿Es, quizá, el Dormodor, que me facilitó anoche un sueño correcto, con su apropiada fase REM y sus ciclos regulados de profundidad y superficie? ¿O acaso el Dormicum, que, tomado a la vez, con el agua en vasito de vino que reservo para esas ocasiones, cumplió la misión que el Orfidal y el Rivotril, compañeros durante meses, mis golosinas, ya no eran capaces de realizar, ahora que me había acostumbrado a sus efectos? ¿Es en la feliz combinatoria entre esos dos fármacos donde ocurre esta frase, interrogativa pero no alterada, más curiosa que extrañada? ¿Es que mi cuerpo ha aprendido ya a esperar con cierta alegría el advenimiento del Neurontin, ese deux ex machina que, poco antes de las comidas, toma el testigo de los efectos de los somníferos y parece mantenerme en un arrecife de calma, lejos de los picos de desesperación? ¿Puede ser que la noble prosapia que desde finales del XIX cuestiona con tanta elegancia las fuentes de la identidad y las enterezas del ego no sea más que una cuerda de intoxicados, un tobogán de yonquis? ¿No será que en estas torpes preguntas existenciales se halla un leve sosiego que no puede encontrarse en las efusiones del yo autosuficiente y redondo? Pero yo, ¿soy propiamente mi droga?

Eloy Fernández Porta
Los brotes negros
Editorial Anagrama

(1) Enrique Vila-Matas
(2) Paul Gauguin
(3) Fernando Pessoa
(4) Blai Bonet
(5) Jaime Siles
(6) W.H. Auden
(7) Leonora Carrington
(8) Jean-Luc Nancy
(9) Rafael Humberto Moreno-Durán
(10) David Cronenberg
(11) Cristina Rivera Garza

Foto: Eloy Fernández Porta.
Fuente: Núvol


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