Revista Coaching

Líder-tiones... 15

Por Antonio J. Alonso Sampedro @AntonioJAlonso

Líder-tiones... 15

Capítulo III - El relato de Davis

(viene de Líder-tiones... 14)... Pese a los improcedentes intentos de algunos por desenmascarar al que calificaban como “traidor”, nadie lo descubrió hasta que él mismo nos lo quiso comunicar. Fue nº9 y a mí no me extrañó, pues no olvidaba aquella intervención en la que no quiso aceptar los reiterados prejuicios manifestados por nº10 como criterio válido para juzgar. Era muy posible que no considerase al incriminado inocente pero, como yo, admitía la duda razonable y ello le impulsaba a demorar este juicio a la espera de otros argumentos que le acercasen a la verdad. Como él mismo dijo: “quería oír más”. Además, se sentaba en la mesa a mi lado y creo que esta cercanía, física y también emocional, en algo tuvo que afectar. Nº9, con su valentía y su integridad, impidió una ejecución segura a la vez que de manera tácita me alentó para proseguir y no cejar. Por todo ello y por su anciana debilidad, durante el resto del proceso traté de apoyarlo protegiéndolo de los demás.

Creo recordar que tras esta votación accedí a los lavabos en donde me encontré, uno tras otro, con nº7 y nº6, lo que nos facilitó charlar con ese tipo de franqueza que se ampara en la privacidad. Consciente del peligro que suponía para la estabilidad del jurado aquella pueril obsesión de nº7 por acudir a su partido de béisbol se me ocurrió razonarle en términos de prioridad, en un intento de que alcanzase a diferenciar la trascendencia dispar de los dos compromisos entre los que tenía que optar, aunque me temo que no lo llegó a captar. Tras salir él entró nº6, quien me vino a preguntar a cerca de mi aparente seguridad en la inocencia del muchacho, a lo que solo pude responder desde una indefinida posibilidad. Posibilidad cuyo signo me quiso virar para trasladarme la responsabilidad sobre las consecuencias derivadas de que, siendo culpable, lo llegáramos a liberar. En aquel momento, una vez más, el riesgo asumido en forma de angustiosa duda me vino a visitar.

Al volver a la sala pude constatar, estupefacto, en lo que estaba degenerando aquel jurado popular: algunos, entre los que se encontraba el propio Presidente, sonreían despreocupados jugando al “tres en raya” y entonces no me pude dominar, arrebatándoles con firmeza el papel de la vergüenza en que se había convertido aquel Tribunal. Por no ser el Presidente, una vez más tuve que sobrellevar con templanza algún que otro insulto de quien no quiso aceptar este correctivo de alguien sin atribuciones administrativas para gobernar... (continuará en Líder-tiones... 16).


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