León Battista Alberti –que fue filósofo, matemático, músico, arquitecto– es una de esas extraordinarias personalidades universales que la época del Renacimiento prodigó al mundo. El centro de sus reflexiones es uno de los más típicos temas humanistas: que la acción humana es capaz de vencer hasta al Destino. En el Prólogo a los libros Della famiglia (La familia) [1], Alberti niega todo valor a la vida ascética, rechaza toda visión pesimista del hombre y otorga a la acción humana la más alta dignidad. El verdadero valor del hombre reside en el trabajo, que permite la prosperidad de la familia y la ciudad.
Alberti invierte la ética medieval de la pobreza y la renuncia, afirmando que el florecer de las riquezas no sólo no va contra los principios religiosos, sino que es una clara demostración del favor divino. Además, la “virtud”, entendida como fuerte capacidad de querer y obrar, como humana laboriosidad (también en los campos sociales y políticos), es superior al Destino mismo. Para Alberti, el hombre es causa de sus bienes y de sus males: solamente los estúpidos reprochan al Destino el origen de sus desgracias. La verdadera dignidad humana se manifiesta en la acción transformadora de la naturaleza y de la sociedad.
Bouillé retoma y trasciende la equivalencia microcosmos-macrocosmos típica del hermetismo. El cosmos es todo pero no es consciente de lo que es; el hombre es casi nada, pero puede saber todo. Entre el hombre y el mundo descansa la misma relación que existe entre el alma y el cuerpo. El hombre es el alma del mundo y el mundo es el cuerpo del hombre. Pero la conciencia de sí, que el hombre confiere al mundo, humanizándolo en cierta medida, coloca al hombre por encima del mundo. [2] Esta concepción, por el valor supremo que atribuye al hombre, bien puede ser considerada como “digno epígrafe de la filosofía del humanismo”. [3]
Los ejemplos de personas que se han ganado el liderazgo por sus propios méritos y con la aquí esencia de sus seguidores el Rey David, Jesús de Nazaret, Viriato, Espartaco o Mahoma, por mencionar algunos resultan excepcionales en el conjunto de la historia.
Dado que la tendencia mantenida durante siglos ha sido asociar el liderazgo con la autoridad formal y jerárquica, no es de extrañar que, cuando a comienzos del siglo XVI la figura del líder recibe una primera atención sistemática, fuera el príncipe el primer tipo de dirigente sobre el que escribieron autores renombrados: Nicolás de Maquiavelo (El príncipe) y Erasmo de Rotterdam (La educación del príncipe cristiano).
“Servirse o servirles, he allí el dilema de los líderes de hoy”
Los pensadores que más han aportado a la idea de líder humanista: Greenleaf inventor del concepto de “líder servidor” y Kelley –especialista en la figura del “seguidor”, entre otros.
Según Robert E. Kelley, un famoso científico social especializado en estudios que tienen que ver con los seguidores, “Lo que distingue a un seguidor eficiente de uno ineficiente es una participación entusiasta, inteligente y autosuficiente—sin un estrellato—en busca de una meta orgánica”. Al concentrarse en la tarea de formar a los seguidores, Kelley alega que “comprender motivaciones y percepciones no es suficiente”. [4] Él se concentra en dos dimensiones de la conducta para establecer la eficiencia del seguidor: pensamiento crítico y participación.
Kelley sugiere que ese seguidor posee varias cualidades imprescindibles: autogestión, compromiso, aptitud (dominar destrezas) y enfoque y valentía (credibilidad y sinceridad), [5]. Uno de los enfoques basados en la investigación y experiencia de campo, se considera relevante y pertinente en estos momentos de crisis y cambios nacionales e internacionales, es el llamado Liderazgo Servidor.
En el siglo XIX y XX la teoría del “Gran Hombre” de Thomas Carlyle, es una hipótesis innatista del liderazgo; según este enfoque, los líderes no pueden hacerse o entrenarse, simplemente nacen para ser líderes. Él declaró: “La historia del mundo es sólo la biografía de grandes hombres.” Carlyle argumentaba que los grandes hombres moldearon la historia a través de su visión. “Un gran hombre demuestra su grandeza por el modo en que trata a los que son o tienen menos que él”, “Puede ser un héroe tanto el que triunfa como el que sucumbe, pero jamás el que abandona el combate”. Las frases que he elegido de Carlyle son muy certeras por que la vida es lucha, agon, combate. Vivir significa afrontar ese reto, independientemente de quien triunfe o quien sucumba en el combate. Transmite un pensamiento que me ha hecho reflexionar y que, desde luego, comparto: “De nada sirve al hombre lamentarse de los tiempos en que vive. Lo único bueno que puede hacer es intentar mejorarlos”. Thomas Carlyle (1795-1881) Historiador, pensador y ensayista inglés. Muy reconocido por su libro Historia de la Revolución francesa (1837). Y sin duda en estos tiempos en los que la crisis económica inspira tantos titulares de prensa, radio, televisión e Internet.
La crisis económica puede ser abordada desde diversas ópticas pero sin olvidarnos de que es la consecuencia de un sistema económico injusto que genera graves desigualdades sociales hasta llegar a esta especie de “crack” que se veía venir. De ahí que sea urgente articular una nueva forma de entender las relaciones humanas, ya no desde la competitividad frenética y desalmada, y menos aún desde el ánimo de lucro sin límites, sino desde la vertiente más puramente humanitaria. Por eso se me ocurre que el Líder, no debe perder esa parte humana, sensible, pues se le atribuye que ha perdido valores al llegar a un puesto importante, y que no se nos olvide que trabajamos con personas y para personas que se merecen ser tratados con dignidad y respeto, conocido pero no protegido por el sistema jurídico.
Conclusiones
Primero me permito mencionar que en mi carrera profesional fui formada con una corriente Humanista, que mi director de la Universidad fue un Gran Líder, que el lema que nos caracteriza como Trabajadores Sociales es Concientizar, Servir y Transformar; que Trabajamos para la Sociedad con el objetivo de enseñarles que pueden tener una Vida de Calidad, que deben trabajar para conseguirlo, pero sin perder sus principios y Valores, sin pasar por encima de los demás, y que en la actualidad eso nos han vendido, primero con el Capitalismo y actualmente con la Globalización, que el valor de una persona se mide por lo que tiene y no por lo que es y sus capacidades; concluyo con que el líder de hoy tiene que tomar en cuenta que no solo se debe a los éxitos materiales, que también debe tomar en cuenta que el éxito debe ser: estar bien consigo mismo y con los demás, si hablamos de organización, atender las necesidades de muchos, y no de pocos en la empresa. Debe mostrar un equilibrio tanto en lo personal (Físico, familiar, profesional). Y estar preparado para enfrentar los retos de hoy en día.
Por: Adriana Nuricumbo Rodríguez