Revista Opinión

Líderes

Publicado el 26 mayo 2011 por Carmentxu

LíderesTras el batacazo electoral del domingo, el PSOE tiene ante sí un gran dilema, una oportunidad que, hoy por hoy, está quedando traspapelada en una gran mesa de despacho. En clave electoral totalmente, ajenos a las bases, persistiendo en esa actitud que tantos fracasos les genera una y otra vez, los dirigentes socialistas han diluido el debate interno en un tira y afloja entre partidarios de primarias o de congreso, perdiéndose en las formas y dejando vacío el contenido. Tampoco hay atisbos de que se esté extrayendo ninguna moraleja de la fábula democrática de los últimos años.

Sea como sea, faltan líderes. No es un problema de un partido concreto. La prepotencia y la soberbia son patrimonio de la humanidad, sea cual sea el signo político. Los actuales cabeza de cartel son sólo eso y desconocen el significado de la palabra, pese a que se les tilda así una y otra vez. Y lo que es peor, tampoco saben lo que se espera de ellos ni nadie se atreve a decírselo, no sea que caiga en desgracia. Los políticos se acuerdan de las bases cada cuatro años, cuando les reúnen en la plaza de toros para descabellar al contrincante y para darles discursos, como si de un líder heroico tradicional se tratara. Y con todo, el discurso ya no enardece y los votantes siguen desconcertados. Porque, ¿cómo explicar que, ante una crisis, todos reaccionen igual sean de derechas, de izquierdas, nacionalistas…? Imposible. Más que nuevas respuestas, que suenan a huecas, los ciudadanos piden actitudes, nuevas actitudes. Internet tiene buena culpa de ello, cambiando las relaciones de fuerza. En el camino, el discurso se ha quedado obsoleto.

Falta un líder que comprometa e ilusione, teniendo en cuenta que las relaciones ya no son de arriba abajo, sino mucho más complejas y van y vienen en todas direcciones. Quien quiera ser líder, ha de bajar del pedestal y ser capaz de situarse en cualquier punto de la red para compartir objetivos con la ciudadanía y reunirles, no cada cuatro años ni como público invitado en directo a un formato de discurso televisado estático, sino para que compartan y se conozcan entre sí. Y para conocerlos y dejen de ser cabezas de alfiler a sus ojos. De ahí pueden surgir grandes cosas porque la base progresista está ahí, impoluta, esperando que se den cuenta por sí mismos para no tener que volver a salir a la calle.


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