Revista Sexo

Ligar en internet: Japan connection, La chica asiática

Por Kikeforo

Resulta que me atraen mucho las chicas asiáticas. La verdad es que me gustan tanto como las que no son asiáticas, así que me gustan mucho. También resulta que hace dos años fui a Japón en uno de los mejores viajes que recuerdo y me apetecía volver por aquella zona. Allí conocí gente pero esta vez quería ir con los deberes hechos, es decir, contactar con gente de Asia desde España, hacernos muy amigos e incluso sondear la posibilidad de que me hospedaran en mi viaje. Por pedir que no quede, ¿verdad?

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Así que ni corto ni perezoso, decidí dedicar el poco tiempo libre del que disponía a conocer asiáticas. Japón, Taiwán y Tailandia eran mis preferencias. Me puse a investigar y descubrí un par de webs de contactos en inglés pensadas para gente de Asia. Quería encontrar alguna chica que tuviera previsto pasar por Barcelona y quedar con ella aquí ya que me parecía difícil que nadie se ofreciera a hospedarme en su casa si todavía no nos habíamos conocido en persona. Ya tenía claro lo que había que hacer.

Pese a ser mi primer acercamiento al mundo de los contactos online, utilicé todo mi ingenio para prepararme un perfil bastante molón y llamativo. De hecho aún sigo recibiendo mails de chicas que sólo quieren felicitarme por el perfil y otras que me piden matrimonio directamente. Cosas de las nuevas tecnologías. Finalmente encontré un apartado de la web donde aparecía la gente que iba a viajar pronto y a qué destino, y allí me topé con la única chica que encajaba con lo que estaba buscando. Mi suerte fue que se trataba de una japonesa de cara angelical, delgada y con una melena negra larguísima. Tenía un par de fotos más con vestido de noche donde se veía realmente atractiva. Iba a pasar 4 días en Francia y sólo uno en Barcelona, así que la contacté para quedar con ella.

Debo decir me tuve que emplear a fondo. Muy a fondo. Tenía que crear bastante afinidad y conexión y tras lucharlo bastante, lo conseguí. Lo más bonito de todo es que ella me ha confesado después que decenas de chicos guapos catalanes la habían estado bombardeado con mails ofreciéndose a acompañarla por la ciudad (me enseñó algunos y me sorprendió lo que es capaz de decir la gente). El hecho de conseguir destacar por encima de todos y ser el que se llevó el gato al agua me dejó especialmente satisfecho. Uno tiene su orgullo, no lo olvidéis.

Habíamos quedado en un céntrico lugar de Barcelona. En persona era casi más guapa que en foto. Me saludó dándome la mano (¿?) pero logré romper sus nervios iniciales y desde el principio la hice sentir muy cómoda riéndome de las curiosas y ancestrales costumbres ibéricas de darnos dos besos en la mejilla. Procuré que ella sólo tuviera que dejarse llevar, ofreciéndole diversión y abriéndome bastante. Dimos una vuelta y luego fuimos a cenar. Allí me contó que era secretaria de una empresa, azafata de eventos ocasional y que los fines de semana trabajaba en un pub. La verdad es que la encontraba muy atractiva. Como es habitual en los japoneses, aparentaba 10 años menos de los que tenía.

Confieso que yo andaba un poco mareado con los estereotipos sobre las japonesas: que si son tradicionales, que si necesitan más tiempo, que si no les gusta besarse en público, etc. En mi caso puedo decir que de eso nada. Al cabo de un par de horas de conocernos ya nos estábamos besando. Y yo no había tenido que hacer nada distinto de lo que hago habitualmente: divertirme, cualificar y sexualizar. Bueno, eso y decirle que al final tendría que terminar besándola porque ése era el mensaje que realmente quería transmitir Miyagi en Karate Kid.

Sobre las 2:30 de la noche constaté que el tema estaba bastante caliente así que le propuse irnos a mi casa. Ni siquiera esperé su respuesta. La cogí y nos fuimos hacia el coche. Lo que vino después ya os lo podéis imaginar.

A la semana siguiente yo había quedado con una taiwanesa preciosa que iba a estar una semana de viaje por España. Eufórico tras mi experiencia nipona, logré volver a superar las dificultades que implica comunicarte en un idioma que no es el tuyo. Otra vez, y a pesar de las enormes diferencias culturales existentes, tan sólo tuve que ser yo mismo y mostrarme con naturalidad y diversión. A los dos nos pilló por sorpresa sentirnos tan atraídos el uno por el otro, y pasamos juntos un fin de semana que no olvidaremos jamás. Con las dos compartí momentos muy intensos. Gracias a ellas volvía a darme cuenta que, pese a estar a decenas de miles de kilómetros de distancia, no somos tan distintos.

Sayonara


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