Anda la luna mensajera paseando por Barranco sus noches de verbena. Peruanísimo pisco en la noche criolla, cuando habla el corazón en Lima por Victoria
Y parten de Callao sueños clandestinos, nostalgias de nueva ola en voces de Enzo Roldán, Jorge Conti o Los Doltons.
Apuro en Sargento Pimienta el último combinado y Trece Baladas rememoran en medley a Manolo Galván. Poemas del alma, conversaciones en La Catedral, personajes de Bryce Echenique o Vargas Llosa dirimiendo fortunas imposibles.
Y llueve en la ciudad, heraldos del destino me llevan a comprar una antología de César Vallejo. Esfera terrestre del amor, sones australes y Susana Bacca en copas de sombra. Lagrimea el cielo y Noel Nicola pasea las calles del poeta, vaivenes de caracola. Por la Universidad de San marcos silban confidencias, papeles secretos, tiempos de tormenta que devoran tragedias en el túnel del tiempo. Las alturas del Doral me inspiran un pasacalles en el julio con pinceles de niebla mientras preparo cuaderno de ruta para Trujillo. El Pacífico asoma su majestuoso ritmo y las playas añoran aquel verano de Mar de Copas.
La Lima morena busca refugio en la Cafetería Vivaldi y en un hotel de Miraflores, Armando Manzanero ensaya un Esperaré contra todas las urgencias. Madrugada de piano-bar y un Alma-corazón y vida para superar la alborada. Soniquetes de Arcadia colonial y caballeros de fina estampa bajo sombreros de exquisita prestancia. Ahí es donde reina la mirada de Chabuca Granda.
Puente de los Suspiros, sueños que sueñan. Repaso los comentarios del Inca Garcilaso cuando paseo por sus ancestros cordobeses en el mayo florido de los patios, entre pensamientos y miradas intemporales de Maimónides; canturreando con Vicente Núñez, El tren de las penas mías, a orillas de Cántico. Perú y Andalucía en los puentes transoceánicos de la memoria. No hay pena que dure un día si recargamos la energía afectiva. Por Avenida Arequipa, en el microbus, garabateo escaletas de rodaje y en la radio Iván Cruz desgarra un abolerado Sé que me engañaste un día.
Imagino historias de triángulos abismales en Club Waikiki. Definitivamente, ni rastro de la Lima horrible. Luis Calvo Teixeira, entre gorriones de Crystal Palace, me cuenta sus diálogos con María Dolores Pradera a la luz de los valsecitos peruanos. Rosarios de ida y vuelta y roneos en el puente de madera en recoleta clave de suspiros de amor. La serpiente alada sobrevuela cordilleras trazando mapas de carnavalito y Barranco sabe a quimera en la danza nocturna del oleaje. Ceviche y chicha en La Herradura y casas-navegantes en San Borja.
Días que nunca piden almohada por Victoria y Centro, cuando la Noche limeña se enseñorea de Plaza de Armas. Y una melodía peruana universaliza el espacio con viento inca. Ven acá limeña, alguien proclama alborozado en el baile frenético. Resaca sin malestar en la neblina de la capital mientras enlazo Barcelona y Lima con las huellas del Virrey Amat y sus amores de leyenda con La Perricholi. Por Ramblas un Palau me evoca días limeños por Acho, la Colmena y San Martín y llueve en mi alma risueña cuando releo a Vallejo.
La videoteca de TVE guarda mi documental sobre el poeta de Santiago de Chuco y el testimonio de aquel rodaje iniciático por distrito de Libertad más allá de toda medida temporal. Moralitos marchando al tran trán por caminos serpenteados y regreso a la ciudad de Chabuca limeña.
Lagrimea sí la memoria para limpiar toxinas del alma y la música empapa de melancolía activa los campos del futuro.