La memoria de nuestros mayores es un legado que nunca, jamás bajo ningún precepto devería caer en el olvido. Por este mismo motivo, aprobecho cada instante con personas mayores para empaparme de sus conocimientos color sepia, cuarteados por el paso del tiempo y que a veces les cuesta recordar titubeando al contarlo.
Me encanta su sonrisa que deja entrever al observador atento, una cierta melancolia por un tiempo pasado quizás de peores circustancias económico-políticas pero sin duda mejor en otros aspectos como la amistad y diversión.
Como muestra de esto que os digo, dejo aquí una coplilla.
Estas coplillas relatan hechos reales, en forma de poesía popular de gran dinamismo que así, dejadme que os diga, da gusto escuchar las historias que un día sucedieron a nuestros abuelos en cualquier lugar lejano de principios de siglo XX.
Una muchacha doncella
Hija de familia rica
Su novio la abandonó
Cuando la ha dejó en cinta.
Al enterarse los padres
De la manera que estaba
La querido dar la muerte
Y de su casa arrojarla.
Habérsela pobrecita
En aquella su situación
Delante de aquellos padres,
De rodillas de hincó.
Adiós padre adiós madre,
Adiós para siempre adiós.
Yo me marcho de la casa
Pero olvidarlos, no.
Desde allí se dirigió
A casa de una tía suya
Lo cual la recibió
Como si fuera hija suya.
Allí nada le faltaba
Y siempre estaba llorando,
Pensando en el porvenir
Que se le venía acercando.
A los nueve mese justos,
Tuvo un niño como el sol
Ella sola lo cuidaba,
Por no descubrir su honor.
Cuatro meses tenía el niño
Todavía y todavía no era cristiano
Por no descubrir su honor
No lo habían bautizado.
Ella pensó de mandarle
Una postal a su novio,
Que acudiera a una cita
Que se hallaran los dos solos.
Rogelio acudió a la cita
Que Carmela le mandaba
Encontrándose a Carmela
Sobre un árbol recostada.
Con la sonrisa en los labios
Dice Carmela, soy yo.
-Acércate y verás
El hijo de nuestro honor.
Rogelio se acercó al árbol
Dándole besos al niño
En los besos le decía
Que desgraciado has nacido.
-Rogelio no digas eso
No maldigas a tu hijo
¿No te acuerdas los dos solos
El juramento que hicimos?
La noche que me perdiste
Tuviste la sangre fría
De decirle a tus amigos:
Tengo a mi novia perdida.
Las palabras que me has dado
Todas te han salido en vano
Tú te marchas con tu hijo
Y yo me lavo las manos.
Carmela al oír eso
Carmela disparó un tiro
Rogelio quedó en el alto,
Y ella marchó con su hijo.