¿Conoces esta sensación de que al despertarte ya estás con retraso? Parece que vives tu vida con una preocupación de fondo de que no llegas a todo, de que te estás olvidando de algo importante, de que no puedes con todo. Cada día surgen nuevos campos de batalla y cuando finalmente cierras una frente, ya tienes tres nuevas apareciendo detrás de la colina. ¿Por qué será que por mucho que te esfuerzas, tu lista de tareas no para de crecer?
¿Te dedicas a acumular responsabilidades y tareas?
Tómate 15 minutos, papel y boli para anotar todas las tareas y todas las obligaciones que “deberías” hacer en los próximos diez días. Ahora mira a tu agenda y estima cuando tiempo tienes para realizar todas aquellas tareas. No te olvides de que también necesitarás tiempo para dormir y comer, para tu familia, para las reuniones de trabajo, para la cena con tus amigos, para todos aquellos imprevistos que surgen cada semana (y que por lo tanto no son tan imprevistos).
Apuesto de que es imposible que puedas terminar tu lista de tareas en los próximos cinco días. Habrá tareas que pasarán a la semana que viene (tal como lo han hecho durante los últimos meses). Éstas tareas son iguales a aquellos cacharros que almacenas en tu casa aunque no las vas a utilizar nunca, ya sea por nostalgia o para algún día.
Acumulas tareas como si fueran cosas reales, con la diferencia que no consigues enterrarlas en el altillo o el armario en el fondo de la habitación. Las tareas te persiguen como si cada día alguien arrojaría el contenido de tu trastero encima de tu sofá.
Quizás ahora es el momento de despejar tu lista de tareas como si de un cajón se tratara.
¿Hace cuanto tiempo tengo pendiente esta tarea?
Si no has utilizado una cosa en más de seis meses, no tienes por qué seguirla guardando. Si una tarea ha ido saltando de semana en semana sin avances y sin modificaciones, no hace falta que la sigas copiando a la próxima semana. Obviamente no la vas a hacer (porque ya la habrías hecho), aunque al igual que con las cosas, a veces es difícil reconocer este hecho. Las tareas a veces también representan sueños y anhelos, aunque en realidad (todavía) no estás dispuesto a ponerle la energía que haría falta.
Si no quieres “tirar” la tarea, anótala en una lista especial para “algún día”. Si un día realmente te quedas sin cosas que hacer, podrás consultar esta lista y rescatar algunas de las tareas especialmente emocionantes.
¿Esta tarea me acerca a mi objetivo?
¿Sabrías que explicarme para cada tarea el por qué está en tu lista? Si no estuviera en la lista, ¿qué pasaría? Si no haría ninguna diferencia y además no recuerdas ni por qué ha acabado en la lista, nada te impide de borrarla de una vez por todas.
Truco especial: si realmente fue importante, la tarea volverá por si misma.
¿Hace falta que lo haga yo?
De las tareas que aún quedan en tu lista, algunas seguramente las puedes delegar a otras personas en tu entorno. Tu hijo de siete ya tiene la capacidad de poner la mesa (un plato a la vez). Tu pareja es perfectamente capaz de recoger las camisas en la tintorería después del trabajo y el supermercado te llevará la comida a casa si así lo deseas. Lo importante no es la tarea, sino el resultado.
¿Cuándo le harás una limpieza primavera a tu lista de tareas?