Revista Cine

'Lincoln'

Publicado el 16 enero 2013 por Banacafalata




Título Original: Lincoln

Director: Steven Spielberg

Guión: Tony Kushner

Música: John Williams

Fotografía: Janusz Kaminski

Interpretes: Daniel Day-Lewis, Sally Field, Tommy Lee Jones, David Strathairn, Joseph Gordon-Levitt, James Spader, Lee Pace, Gulliver McGrath, Hal Holbrook, Michael Stuhlbarg, Jared Harris, David Costabile, Jackie Earle Haley, Joseph Cross, John Hawkes, Tim Blake Nelson

Distribuidora: FOX

Fecha de Estreno: 18/01/2013


Puede que lo más arriesgado de representar la vida de una de las figuras más arraigadas del pasado norteamericano sea saber cómo diseccionarla. El saber en qué punto el héroe debe borrarse para dejar paso al ser humano, el conocer a ese ser humano y aprender a dibujar un retrato despojándole de toda heroicidad pública, borrando por completo cualquier rastro hagiográfico de biopics como La Dama de Hierro. Esto a veces también puede llegar a ser peligroso, como mostraba el excelente retrato de Hoover que confeccionó Clint Eastwood en J. Edgar, porque ocurre con frecuencia que el humano está lejos del héroe que creemos conocer. Su Hoover era un completo villano, no por decisión propia, si no por los efectos de una educación retrograda que le llevaba a no aceptarse a sí mismo, y por ende, a no aceptar a los demás. Sus hazañas se veían empañadas por unos actos de una ética más que cuestionable. El retrato que hace Spielberg de Lincoln tiene mucho del Hoover de Eastwood, es cierto que en Lincoln no existía la tiranía que había en el fundador del FBI, ni la película, centrada principalmente en el mes de Enero de 1965, justo antes de la aprobación de la decimotercera enmienda, permite un retrato tan minucioso sobre el Presidente como el que realizaba Eastwood. 

Pero no evita que esa pequeña ventana que abre Spielberg para ver todos los desempeños por el presidente y su grupo de acólitos para conseguir llevar a cabo la aprobación de la enmienda que abolía la esclavitud nos permita ver al ser humano que se esconde detrás de los billetes de cinco dólares. El Lincoln de Spielberg es un ser crepuscular, sumido en una oscuridad a la que se ve arrastrado por la muerte de dos hijos y la locura de una esposa que es la que lo mantiene vivo, pero a la que es incapaz de comprender. Pero el Lincoln político tampoco es el héroe soñado, en su lucha por aprobar una enmienda, que considera un acto necesario y de buena fe, se ve arrastrado a las más oscuras tretas. Un Lincoln que no dudará en prestar fondos para extorsionar y oprimir a los miembros del partido republicano para comprar votos. Un Lincoln que mantendrá retenidos a seccionistas que traen un acuerdo para firmar la paz, de modo que éste no pueda llegar antes de la votación de la enmienda en la cámara, algo que haría imposible que la aprobación de la enmienda sería adelante. En definitiva, un Lincoln que sabe participar en la lucha política sacando sus peores cartas, de un modo que nos recuerda a que en la rama política no demasiadas cosas han cambiado.



El comienzo de Lincoln puede recordar a Salvar al Soldado Ryan, una intensa batalla, sucia y cruenta, seguida de una visita del presidente a las tropas, dónde dos soldados le expresan su admiración recitando el famoso discurso de Gettysburg que no consiguen terminar de recordar. Algo que si hace un soldado negro que termina yéndose recitando las palabras pronunciadas del presidente. Quizá un recurso bastante maniqueo, pero al que no se le puede negar que funciona con notoriedad. Pero desde ese momento el tono de Lincoln cambia bastante, la espectacularidad del prólogo deja lugar a un cine de interiores, desarrollado todo en habitaciones en base a conversaciones y discursos. Spielberg parece querer renunciar a ser Spielberg, el tono de la película resulta bastante frío y lejano, esto no sería un gran problema, si no se sintiese durante toda la obra la necesidad de ir in crescendo para un clímax emocional que nunca termina por llegar, y es que el realizador puede rechazar a ser él mismo, pero al no terminar de conseguirlo el resultado adolece.


Es por esto, que si la comparamos con las dos grandes películas históricas de su filmografía, La Lista de Schindler y Salvar al Soldado Ryan, vemos como Lincoln pierde descaradamente la partida, una película que no consigue llegar a la emoción que tanto busca. Sí llega, en ciertos momentos de excepción, con alguna escena realmente brillante como esa conversación en la que Mary Todd y Abraham Lincoln, en la que ésta le reprocha que quiera ceder mandando a su hijo a la guerra. Pero son pequeñas cápsulas dónde Spielberg se desnuda y saca lo mejor de si mismo, dónde el realizador, que parece querer haberse desdibujado por completo, en beneficio del guión de Tony Kushner, con quien ya trabajara en Múnich, aparece. Pero el problema está en que él es el único capaz de alcanzar la cima emocional, de búsqueda constante, que no aparece. Dónde la falta de intensidad se hace evidente, llegando a puntos dónde incluso la crucial votación en la cámara, o la muerte de Lincoln, hábilmente mostrada fuera de escena, no alcanzan el tono emocional necesario.


Es un pequeño lastre en una obra interesante, duramente crítica con las artimañas políticas desempeñadas no sólo en aquel momento, si no que se extrapolan con mucha facilidad a la situación actual. Una película que pese a conocer el trabajo de su realizador y lo anunciado en la maravillosa primera escena, no deja de ser una película pequeña en la que realmente no existe el director. Dando pie a un inteligente guión, y sobre todo a unas actuaciones intensas, memorables y que rozan lo teatral, porque sería injusto quedarse en el notable papel de un Daniel Day-Lewis mucho más comedido de lo habitual, si no que tras él se encuentran Tommy Lee Jones y Sally Field que llegan incluso a robarle la partida, haciendo suya la película, y una amplía galería de secundarios todos a un nivel notable. La fotografía de un Kaminski, que hace aparecer un aroma a cuadro clásico acaba de dar un gran remate a una obra, que pese a ello no consigue ser perfecta. A Spielberg muchas veces le podemos achacar el problema de querer dejar demasiado su huella, de arruinar obras tan interesantes como Inteligencia Artifical con un epílogo nada necesario, pero aquí, el problema es justo el contrario, desaparece tanto de lo que hace, que el hecho de dejar una leve huella sin completar, acaba sin dar el toque magistral a una obra, que desde el recorrido de las habitaciones, debería haber llegado a un tono épico.


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