LISBOA - Bocetos pluma, rotulador y pincel
Por José Garrido Herráez
Muy pocos días para disfrutar de una ciudad con tres mil años de historia. Después de Atenas, la más antigua de todas las capitales europeas, anterior a Roma en 400 años. A veces la historia sólo deja ruinas, en otras ocasiones hace florecer maravillas como Lisboa. Tal vez el terremoto y maremoto de 1755 y los posteriores incendios fueran cura de humildad que apartaron a sus habitantes del error, propio de nuevos ricos —tanto personas como países—, de levantar altas torres de Babel. Siendo una gran ciudad, si no muy poblada, sí muy extensa, se ha sabido amoldar al terreno sobre el que ha crecido, echando raíces en las colinas y bordeando el estuario del Tajo. Además de asombrarte con sus monumentos, que abundan, se muestra Lisboa en su conjunto como una unidad monumental, viva, orgánica, con las arrugas y cicatrices propias de la edad, pero hermosa. Da que pensar cómo sería Lisboa si conservara todo lo que el terremoto destruyó. También inquieta imaginar que la posterior reconstrucción, dirigida por el Marqués de Pombal, hubiera caído en manos de una banda similar a la de nuestros gobernantes, financieros y constructores actuales. Seguramente no merecería la pena visitar Lisboa hoy en día. Gracias, marqués.
En esta foto se muestra dónde se hizo el dibujo de la Praça da Figueira, con un rotulador
calibrado de 0,2 y sombras aplicadas con pincel de agua y acuarela gris Payne.
También para mostrar las diferencias entre lo que uno ve y lo que pinta.
Llevado, subido, bajado y zarandeado por los encantadores tranvías, hemos podido llegar a más sitios de los que habríamos sido capaces de disfrutar si tuviéramos que haber ido andando, que de las patas andamos peor que regular. Seguramente estos dibujos, fotos, bocetos y escritos den para una pequeña guía de "Lisboa para cojos". Afortunadamente, hay muchas plazas y miradores, muchos bares, terrazas, bancos y otros lugares donde descansar en calles y plazas, reponer fuerzas, hidratarse y dibujar. O hacer fotos, porque es demasiado lo que Lisboa ofrece a la vista. Puede resultar excesivo. Acostumbrado a La Mancha, donde con un lápiz y una regla haces un paisaje, hay que tomarse Lisboa con calma, pues en cada recodo hay cien temas para pintar. Rotulador calibrado y acuarela. Se dejó sin terminar porque la luz iba desapareciendo. Fue preferible hacer una foto del momento y la iluminación por si del tema queremos hacer una acuarela. No obstante, hay que incorporar sombras y dejar sin colorear únicamente los edificios con la típica piedra blanca de las construcciones nobles. En lugar de pintar, me tomé una caipirinha mientras veía anochecer. Pasaban tranvías hasta las 11 de la noche. Rolulador-pincel Pentel con tinta china (Brushpen). El anterior, de la Praça do Rossio, con una de las dos fuentes y la fachada del Teatro Nacional. Lugar típico para quedar en Lisboa. Hay kioscos de flores, de donde salieron las que taparon las bocas de los fusiles en la revolución de los claveles. Estilográfica con tinta marrón, pìncel de agua y Pentel brushpen. Rapidísimo apunte de esa plaza, desde la calle Calçada do Carmo, hecho con rotulador. El tranvía se añadió para dar color al tema, pues no pasan por allí. Otro boceto. Rotulador y acuarela gris Payne con pincel de agua. Se inició con esos maceteros. Luego me fui animando y dada la grandiosidad del escenario, para dar cabida a los elementos recogidos en el encuadre, las plantas quedaron inmensamente desproporcionadas. Licencias del artista, ripios gráficos o como queramos llamarlo, pero así quedó. La foto muestra el ambiente cercano, dominado por una enorme cerveza en la copa más bonita que recuerdo. Os aseguro que no me la llevé. Sólo en foto. Para terminar por ahora con Lisboa, pues tengo mucho más, el último boceto, más que rápido, vertiginoso. En la esquina del hotel, en el momento de regresar a España, dibujando aún, sentado ya al volante del coche subido a la acera, estacionado de forma digamos que creativa, mientras no me percataba de que a la altura de la ventana de la derecha abierta, paró en paralelo un coche de la policía interesándose por qué leches estaba haciendo allí. Viéndome dibujar, saludaron amablemente y se marcharon. Un encanto. De todas formas, ya no me quedaron ganas de seguir, tengo fotos y además, la calle y la plaza ya las sé de memoria después de tomar en esas mesas cafés pingados y garotos escurinhos durante varios días. También alguna ginjinha.