Probablemente, desde el Brexit, el contexto político británico no había estado tan caldeado como durante los últimos meses. Los escándalos que rondaron el mandato del ex primer ministro Boris Johnson, sumado a su renuncia a finales de junio pasado. Así como la elección de su sucesora, su reciente renuncia y la muerte de la Reina Isabel II, parecen dejar sin descanso a los ingleses.
La fuerte turbulencia política ha sumido al país en un clima de incertidumbre que se suma a la coyuntura mundial por el papel que juega Reino Unido en la actual tensión de Europa occidental con Rusia. De igual manera, el incremento de la inflación y los precios de la energía han creado un verdadero campo minado para quien asuma el cargo de primer ministro. Justamente, y considerando este convulso panorama político, en esta entrada nos enfocaremos en su más reciente remesón. Esto es, la renuncia de la ex primea ministra Liz Truss, quien, tras 45 días en el cargo, se ha convertido en el gobierno más breve en la historia de Inglaterra. ¿Pero quién es Truss y qué catapultó su dimisión?
¿De dónde proviene Liz Truss?
Mary Elizabeth Truss nació en Oxford en 1975 en una familia de clase media obrera, con un padre maestro de matemáticas y una madre enfermera. A diferencia de su corriente política actual, Truss creció en una familia de izquierda y bastante crítica. De hecho, con su familia, Truss participó en marchas contra el desarme nuclear y la decisión de Margareth Thatcher de permitir la instalación de ojivas nucleares estadounidenses en territorio inglés.
A lo largo de su educación esta forma de pensamiento se mantuvo hasta sus estudios universitarios. Truss se licenció en Filosofía, Política y Economía en la Universidad de Oxford, donde participó activamente de la política estudiantil, adhiriéndose al partido Demócrata Liberal. De hecho, y siendo representante estudiantil de este partido, en 1994 realizó una intervención donde manifestó estar de acuerdo con la abolición de la monarquía.
En esa época, la ex primera ministra llegó a manifestar que "Nosotros, los demócratas liberales, creemos en las oportunidades para todos. No creemos que las personas nazcan para gobernar". Al mismo tiempo, se mostró abiertamente a favor de la legalización de drogas como la marihuana, posiciones abiertamente liberales y bastante contrarias a lo que podría defender desde su actual orilla política.
Giros discursivos y postura
Claramente, la Truss liberal duró poco, ya que después de graduarse se movió a las filas conservadoras y empezó su vinculación laboral con el sector privado. Uno de sus primeros pasos fue en Shell, el gigante energético, así como en Cable & Wireless. Su carrera política ascendió rápidamente, en 2010 fue elegida como parlamentaria de la mano del conservador David Cameron, representando el suroeste de Norfolk. A partir de entonces empezó a su vez su carrera ministerial, ocupando las carteras de educación en 2012 y medio ambiente en 2015.
La naturaleza política de Liz Truss es catalogada por muchos como ambigua y en algunos casos oportunista. Por su parte, otros la señalan como una mujer pragmática y arriesgada, capaz de decir lo que muchos no estarían dispuestos a decir. Y es que su salto del partido liberal al conservador, sus declaraciones siendo líder estudiantil, sus roles ministeriales o su postura en momentos claves como el Brexit, así lo dejan ver.
En este último aspecto la postura de Truss es recordada nuevamente por su ambigüedad y cambio. En un principio, fue persuasiva e hizo campaña contra la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Para entonces, fue capaz de afirmar ante un grupo de empresarios de la alimentación que: "Creo que los británicos son gente sensata. Entienden fundamentalmente que, desde el punto de vista económico, al Reino Unido le conviene permanecer en una Unión Europea reformada".
No obstante, tras el triunfo del Brexit, Truss de nuevo transformó su posición afirmando que "Me equivoqué, y estoy dispuesta a admitir que me equivoqué". De hecho, consideró públicamente que, las advertencias sobre las nefastas consecuencias que muchos habían vaticinado con el Brexit habían sido exageradas. Incluso, mencionó que, contra todo pronóstico, el nuevo escenario económico que le esperaba a Reino Unido fuera de la UE le beneficiaría ampliamente.
Carrera política reciente
En lo que siguió de su carrera política después del Brexit, y a pesar de las críticas por sus posturas poco claras u oportunistas, Liz Truss continuó haciendo mérito para llegar al número 10 de Downing Street. En 2017 se convirtió en secretaria en jefe del Tesoro y en 2019 llegó a la cartera de Comercio Internacional.
Desde este cargo, llevó a cabo la firma de tratados comerciales postBrexit con Japón, Australia, y otros países, con los que logró dar crédito a su postura a favor de la salida del Reino Unido de la UE. No obstante, algunos analistas aseguran que se trató sólo de versiones reducidas o desprendidas de los acuerdos comerciales con el ahora grupo de los 27.
En adelante, Truss hizo verdaderos guiños al cargo de primera ministra desde sus roles ministeriales. En 2021 continuó trabajando de la mano de Boris Johnson, esta vez bajo el cargo de secretaria de Relaciones exteriores, posición desde la que adoptó una línea dura en relación al conflicto entre Rusia y Ucrania. Al mismo tiempo, fue blanco de múltiples críticas a raíz de su cuestionable manejo sobre el Protocolo de Irlanda del Norte, en el que eliminó partes del acuerdo que la UE ya había alcanzado con Reino Unido después del Brexit.
Liz Truss la heredera del caos
El momento esperado por Truss y para el que había trabajado durante los últimos años, llegó en un momento turbulento. El gobierno de Boris Johnson atravesaba una fuerte crisis a raíz de los escándalos por sus excesos como mandatario durante el confinamiento, lo que fue catalogado como el 'partygate'. Al mismo tiempo, por el desastroso manejo que había dado a las acusaciones por conductas sexuales indebidas, del miembro de su gabinete Chris Pincher. Estos hechos minaron fuertemente la credibilidad de su gobierno, y precipitaron una profunda división y crisis al interior del partido conservador, que obligaron a Johnson a renunciar el verano pasado.
Con este panorama a cuestas, Liz Truss asumió el cargo de primera ministra del Reino Unido el pasado 5 de septiembre, tras ganar las elecciones primarias de su partido, justo tres días antes de la muerte de la Reina Isabell II. Además de este calamitoso hecho, los demás elementos de contexto, relacionados con una inflación disparada, una crisis energética a la vuelta de la esquina, un partido dividido y un gobierno desacreditado, no ayudaron mucho a impulsar su gestión.
Con el ánimo de dar un nuevo aliento a la economía de la nación, la recién elegida anunció un plan fiscal el pasado 23 de septiembre. Desgraciadamente, dicho plan, se convirtió prácticamente en su carta de renuncia anticipada.
En él se incluían medidas para la eliminación de hasta US$50.000 millones en impuestos, sin ningún tipo de financiación, y el recorte de carga impositiva a las rentas más extensas del 20% al 19%. Así como la eliminación al tope de los incentivos o bonificaciones salariales a los banqueros. Según Truss, esto atraería mayor inversión e impulsaría el crecimiento económico del país al disminuir la carga impositiva para los grandes capitales.
Sin embargo, la medida surtió el efecto contrario, pues una vez anunciada, se generó gran pánico en los mercados financieros y la libra esterlina cayó a sus mínimos históricos respecto al dólar. Esto obligó a Truss a retroceder en sus anuncios, anular las medidas contempladas, e incluso le llevó a despedir su ministro de finanzas. Una vez más, Liz se retractaba, pero esta vez, el malestar dejado a su paso por sus intenciones, así como por su revés, aumentaban aún más la crisis de su partido y la estabilidad política de un gobierno que ya había nacido frágil.
Algunos expertos como Vernon Bogdanor, analista del King's College de Londres, aseguran que es probable que existiese una fuerte presión del ala más a la derecha del partido conservador para implantar este tipo de medidas. No obstante, el temor en los mercados por recortes a impuestos que estarían después financiados con dinero prestado, prendió las alarmas, e incluso suscitó críticas por parte del FMI.
El gobierno más corto de la historia del Reino Unido
En este punto, Truss ya se encontraba en la cuerda floja y en la mira de varios líderes de su partido, que desde ese momento empezaron a presionar por su renuncia. A estos hechos le siguieron la renuncia de Suella Braverman, ministra del interior, por fallos de seguridad en el envío de correspondencia personal desde el correo del gabinete. Y una tensa votación en torno al fracking que dividió aún más a los Tories.
A menos de un mes después de comunicar su plan fiscal, y con un ambiente político bastante caldeado, más un gabinete a medias y señalada radicalmente hasta por sus copartidarios, Truss se vio obligada a renunciar el pasado 20 de octubre. En su discurso desde el 10 de Downing Street, la primera ministra afirmó su marcha atrás en el gobierno por su incapacidad para cumplir el mandato recibido de su partido.
Con esta renuncia se selló una de las gestiones gubernamentales más breves en la historia del Reino Unido, en medio de una crisis política, económica y energética que aún no ve salidas. Según la orilla desde donde se mire, la brevedad del mandato de Truss es producto de los altos niveles de riesgo que estuvo dispuesta a asumir, al abanderar un plan económico tan precozmente y tan controvertido, sin el suficiente apoyo de su partido.
Para otros, se trata simplemente de una falta de audacia y capacidad para gestionar las diversas caras y divisiones al interior del mismo. Finalmente, para los más críticos, se trata de una Truss, que como siempre, ha estado dispuesta a decir lo que los demás quieren escuchar, es decir, el ala más radical de su partido, sin importar los riesgos. En este caso, los riesgos eran altos y sus cálculos políticos no muy bien echados, por lo que las consecuencias fueron imprevisibles y al mismo tiempo aplastantes, incluso mucho antes de lo imaginado.