Refundemos nuestra Unión para salvarla
La crisis del euro pone al descubierto el profundo fracaso de la actual construcción política europea, cuyo derrumbe podría abrir paso a pasiones nacionalistas y xenófobas. Frente al peligro de catástrofe, los pueblos de Europa deben emprender la refundación de su unión. La crisis actual es la de un modelo de construcción europea basado en la competencia sin límites y en la desregulación de los mercados, en el seno de un modelo de desarrollo basado en las desigualdades sociales y en la irresponsabilidad ecológica. Junto al estallido de la burbuja de las deudas privadas en 2008, el salvataje de los bancos y la recesión provocaron la explosión de los déficit y de las deudas públicas. Los mercados financieros, solicitados para financiar estos déficit que ellos mismos habían provocado, se dieron cuenta rápidamente de la fragilidad de la construcción europea y de las oportunidades que eso les daba para aprovecharse de la situación. En ausencia de una fuerte solidaridad económica entre los países de la zona euro, la especulación se dirigió a los eslabones más débiles ?Grecia, España, Portugal...? El «Fondo de estabilización», creado por la Unión Europea y el FMI con el fin de tranquilizar a los mercados, no ataca las raíces del mal europeo. Lleva a la adopción, en toda Europa, de planes de austeridad que hacen aumentar el desempleo y la desigualdad. Las ambiciones ecológicas europeas son revisadas a la baja. El círculo vicioso de la depresión conduce al riesgo de un desmembramiento de la zona euro y un desmoronamiento de la Unión. Es necesario oponerse a esos planes de ajuste injustos e ineficaces, pero también es necesario que las resistencias nacionales desemboquen en los próximos años en otro modelo de construcción europea y de desarrollo. El abandono por parte de Europa de cualquier ambición política sería desastroso dados los retos sociales y ecológicos del planeta. La refundación de la Unión Europea debe permitir disciplinar a las finanzas, reorientar la actividad productiva y desarrollar la participación ciudadana. Juzgamos que es prioritario instaurar una fiscalidad y un presupuesto europeo consecuente, únicos instrumentos para fundar las bases de una solidaridad europea efectiva, principalmente con un impuesto sobre los beneficios de las sociedades y sobre el carbono. Debe comenzar un proceso de armonización fiscal y social entre los Estados, con criterios de convergencia social. El Banco Central Europeo debe tener la capacidad de financiar los déficit públicos, con un tipo de interés muy bajo. Se deben emitir obligaciones europeas para financiar la transición ecológica y crear empleos. Deseamos que se establezca un control social sobre las instituciones financieras «demasiado grandes para quebrar», que se termine con las transacciones con los paraísos fiscales y que se implemente una reglamentación estricta de los mercados financieros. Queremos que se cree un impuesto sobre las transacciones financieras, a nivel mundial y en su defecto a nivel europeo. Este impuesto permitiría reducir la especulación y al mismo tiempo alimentar fondos mundiales para luchar contra la pobreza, las pandemias y el cambio climático. Europa no se puede construir frente al mundo sino dentro del mundo: en lugar de imponer acuerdos de libre comercio que aseguran la hegemonía de los países europeos y de sus multinacionales, se tendrán que construir, en forma cooperativa con los países del Sur, nuevas formas de intercambio y de relocalización de actividades. Demos un nuevo sentido a nuestra aventura en común, recostruyamos la legitimidad del proyecto europeo, reinventemos el lugar de Europa en el mundo: refundemos nuestra Unión para salvarla.