Revista Cultura y Ocio

Llamar 'facha'

Por Revistaletralibre
Llamar 'facha'
Por Eloy González Llamar 'facha'
Lo de llamar facha es realmente un deporte nacional en España. Cualquiera que se encuentre con uno que dice que es “muy de izquierdas y orgulloso de serlo” y diga que no eres nada de eso, te mirará de arriba abajo, te pondrá cara de cierto asco e incredulidad y te llamará “facha” en cualquier momento en que se quede sin argumentos.
Al eyectar el palabro, el susodicho bienpensante se queda de lo más autocomplacido, sabedor de que ha ganado el debate sin que el otro pueda replicar nada. Así de profunda es la argumentación en España.

El tema es especialmente recurrente y se usa a discreción en cualquier lugar. Da igual que sea en un bar, en la oficina, en la panadería o entre amigos. Es que da igual. Al final eso va a acabar pasando, como que el sol sale por el este.
Y es que el tema del guerracivilismo, de la guerra civil misma, de Franco, de las fosas, de los ricos y pobres y demás monsergas, está en la cabecita de muchos que les impide separar las cosas y medir sus palabras. Que uno, yo por ejemplo, critique duramente la deriva soviética en que acabó la II República, no me convierte ni en facha, ni en franquista (aunque critique cualquier dictadura, la franquista incluida).
Que uno, yo por ejemplo, prefiera una economía liberal, con libertad de empresa, de mínima regulación y burocracia, libre de subvenciones clientelares, no me convierte ni en facha, ni en franquista. Y así puedo seguir sacando ejemplos.
Por muchos argumentos que des, el otro te asocia con Franco, con la derechona, con el PP de Fraga etc. Y cuando le das argumentos, datos contrastables, peor se lo pones porque entonces te lo llamará con ganas, iniciando una bronca que puede acabar de cualquier manera.
No hace muchos años, trabé amistad con un chico que se acercaba a la gente con la mejor de sus sonrisas y que decía a todo el mundo más o menos lo que quería oír. Esta postura nada natural me hizo sospechar y bastante desde el primer día. En el curso del tiempo en que salíamos a tomar alguna caña, me di cuenta de que me empezaba a rebatir casi cualquier tema que iba saliendo. Vamos, que me había calado. Yo aportándole datos y él, desconocedor de los mismos, negándolos y sacando otros que no se sostenían ni 3 segundos.
El caso es que cuanto más debatía, más se veía su “bienpensantez”, hasta que me llegó a confesar su admiración por Fidel Castro y la revolución cubana, argumentando las clásicas falacias que usan para defender ese régimen criminal. La relación con el chico aquél terminó abruptamente cuando las discusiones fueron tan desagradables que en una, la última, me gritó: “Facha de mierda.Gilipollas”, a lo que respondí “y tú eres un puto castrista, ya puestos”. El tío se fue muy enfadado levantando el puño y gritando “Viva Fidel Castro”. Jamás nos volvimos a ver.
Así acaba la cosa muchas veces.
Estos días lo vemos de nuevo en la política con Adriana Lastra, dirigente sanchista del PSOE y sin estudios conocidos (ni acabó bachiller, se rumorea). Le espeta a Rivera que “de ser Suárez ha pasado a ser JoseAntonio”. Barbaridad que tuvo que rectificar ante la llamada de atención de los periodistas presentes.
O qué decir de Iglesias Pablo… ¿pero no sale ahora y echa la bronca al separatismo “por alimentar al fascismo”? Imagino que serán esos miles y miles que salen con banderas españolas por Cataluña. Para sujetos como Pablo, el fascismo se reduce a sacar banderas que no le gustan.
Luego está uno de mis favoritos, Joan Tardà, ese energúmeno entrañable. El tío se retractó de haber llamado al PSOe “fatxa” ya que “se banaliza con una idiología perversa” según su reflexión… El tema es que nos retractamos con según quien.
Lo grave y ya termino, es lo que dice Tardà, que ahí tiene toda la razón: la banalización con el uso de ciertas palabras, de su uso torticero e injusto. Un uso que solo sirve para acallar al otro y “ganar el debate” cuando no quedan o no tenemos argumentos.

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