Llanes y sus cubos de la memoria

Como si la espuma del mar se convirtiera en cubitos de colores al golpear sus olas contra la escollera. Así lo veía yo mientras nos acercábamos bordeando la costa. Cuanto más cerca estábamos, los colores iban tomando formas y comenzaban a emerger dibujos. Tahiel, qué para esa época hablaba poco, usó la expresión que siempre tenía cuando algo le llamaba mucho la atención: dijo “uuuuuhhhh” y señaló con su dedito índice la obra que se presentaba ante nosotros.

Entre 2001 y 2003, el artista vasco Agustín Ibarrola intervino los bloques de hormigón de la escollera del puerto de Llanes, un pequeño pueblo asturiano que conocimos en nuestro viaje en auto desde Bilbao hasta Santiago de Compostela. Este artista es uno de los más reconocidos en el land art y fue también el autor del Bosque de Oma, que recorrimos durante nuestra estadía en el País Vasco. A simple vista son una verdadera explosión de color, pero las imágenes pintadas en los cubos tienen una razón de ser. Según el autor, los cubos de la memoria representan la memoria de Llanes en tres dimensiones: la memoria del arte, la memoria del artista y la memoria del territorio. En sus palabras textuales: “representan la puerta de entrada a unos conocimientos que un día fueron de nuestros ancestros, en el futuro los cubos de la memoria serán una de nuestras señas de identidad más preciadas”.

Llegamos a Llanes en el vehículo que nos facilitó Sixt. Estacionamos frente a Playa de Toró y comenzamos los tres la hermosa caminata hasta la escollera, bordeando el mar y disfrutando de su inmensidad. Pasamos por el mirador de Toró, Punta Huerto Roque, Faro de San Antón y el embarcadero. En el medio paramos varias veces: un poco para disfrutar de las increíbles vistas y un poco para que Tahiel juegue con lo que encontraba en el camino y corra por los senderos.
Una vez en la escollera, caminamos hasta el extremo y pudimos apreciar la obra de los cubos a ambos lados. La parte más linda era cuando las olas pegaban y generaban un efecto especial con los colores.

Después de recorrer las escollera en ambas direcciones y de tratar de adivinar las figuras que el artistas había querido representar en cada cubo, nos fuimos a pasear por el pueblo. Pasamos por el embarcadero, caminamos por las calles, corrimos a Tahiel entre las mesas de los bares y cafés que florecen en verano y merendamos en el camino.

Imagino que la vista más linda debe ser desde un barco. Si al acercarme los cubos me parecieron espuma de colores que se estrellaba contra la escollera, desde el mar debe dar la impresión de ser un montón de pequeños containers de colores que se cayeron de un carguero durante una tormenta.
Visitar Llanes es una buena opción a menos de dos horas de Bilbao por autopista. La parada de varias horas en el pueblo hizo que lleguemos de noche a Santiago de Compostela y que no podamos encontrar tan fácilmente la casa de nuestra couch, pero valió la pena!

En esta captura de pantalla pueden ver el pueblo y el recorrido.

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