Título Original: The Bourne Legacy Director: Tony Gilroy Guión: Tony Gilroy, Dan Gilroy Música: James Newton Howard Fotografía: Robert Elswit Interpretes: Jeremy Renner, Rachel Weisz, Edward Norton, Joan Allen, Albert Finney, Oscar Isaac, Scott Glenn, Stacy Keach, Corey Stoll Distribuidora: Universal Fecha de Estreno: 15/08/2012
FANTASMAS DEL PASADO
Siempre hubo más de uno, reza el cartel de El Legado de Bourne, éste es el truquillo que se sacan de la manga para poder justificar una secuela ahora que el bueno de Matt Damon les ha dado con la puerta en las narices, pero se sienten obligados a seguir exprimiendo la gallina de los huevos de oro. La película, que aunque comparte título con la primera de las novelas escritas por Eric Van Lustbader tras la muerte de Robert Ludlum, obviamente no tiene nada que ver por el necesario cambio de protagonista. El Legado de Bourne arranca a partir de las consecuencias de lo ocurrido en El Ultimátum de Bourne, de hecho se hace indispensable conocer la historia para poder seguir lo que ocurre durante su primer tramo. La revelación pública del programa de súper-espías Outcome hace que haya que terminar por el programa, y habrá que terminar por la tajante, acabando con los nueve espías que lo componen y toda la gente involucrada, pero Alex Cross, el número 5, no se dejará matar tan fácilmente, y junto a una científica de la CIA que también estuvo involucrada en el programa, buscaran la forma de huir y estar a salvo.
Pero el legado de Bourne, es muy pesado, demasiado, tanto que no deja a la película transcurrir con comodidad y la entorpece por completo. El hecho de no desligarse por completo de las tres primeras películas y la continua presencia del nombre de Jason Bourne por todas partes sólo hace que la presencia de un personaje con mucho menos bagaje como el protagonista de esta nueva entrega, Alex Cross, se sienta totalmente insuficiente. Además Jason Bourne era un personaje mucho más interesante, en él pesaba la necesidad no sólo de conocer su identidad, si no también de saber quién era antes de haber sido convertido en un super-espía, su primera necesidad no era derrotar a aquellos que acabaron con él y que ahora le perseguían, si no llegar a conocerse así mismo. Con Alex Cross nos encontramos a un personaje de una mayor simpleza, realmente lo único que existe en él es el instinto de supervivencia, no hay nada más dónde rascar, su huída y sus misiones se limitan a seguir vivo, ni el buen hacer de Renner, ni la química destilada con Rachel Weisz consiguen salvar al personaje. Obviamente con una balanza tan desequilibrada, no te puedes permitir el lujo de tener sobre sus cabezas la presencia de un Bourne que sigue reclamando ser el verdadero protagonista de la historia.
Pero el problema va más allá de que los nuevos hechos no se sostengan en la fina cuerda que los separan de los ya vistos. Tony Gilroy siempre ha sido bastante mejor guionista que director, sus libretos en las primeras entregas se veían contestados por el buen quehacer de Liman y Greengrass. Con Gilroy se vuelve todo más caótico, dónde los otros buscaban la contención, él busca siempre el golpe de efecto, con nefastos resultados. Además en su recta final, y justo en lo que se supone que es el clímax final, firma una de las peores persecuciones jamás filmadas en la historia del cine, un caos que no hay forma de seguir, dónde no existe ningún tipo de emoción, con un villano metido a calzador en este tramo final y que parece más propio de una película de acción de los 80 que de una película de acción que pretende ser seria.
Podríamos resumir todo diciendo que El Legado de Bourne es un completo desastre. El mejor ejemplo de una secuela innecesaria, para una saga que había quedado perfectamente finiquitada. De cómo la avaricia de los productores es capaz de llevar a hacer un producto tan poco cuidado y en el que poco hay salvable, de la forma en la que una trama que no da para nada se alarga durante más de dos letárgicas horas que producen un completo sopor. Me aburre por completo ver la huidiza escapada de estos dos tipos que deambulan por el mundo sin rumbo fijo, metiéndose en problemas de la manera más rocambolesca, saliendo de ellos con la carambola más ridícula que te puedas plantear y desde luego siendo todo lo contrario a lo que un espía silencioso se supone que es, haciendo que a su lado el propio James Bond parezca un agente de lo más verosímil. Y por si fuera poco, hay que aguantar esta huída mientras vemos a un Edward Norton haciendo el mayor de los ridículos, incapaz de salir del hoyo en el que se ha sumergido su carrera, con un personaje nefasto al que trata de interpretar imitando todos los tics de Ed Harris en El Show de Truman. Es el propio legado de Bourne el que hunde a una película innecesaria y aburrida, una de las peores experiencias cinematográficas de este periodo estival.