Revista Religión
Con los años nuestras fuerzas disminuyen. Un atleta profesional lo experimenta relativamente temprano, pero si vivimos bastante tiempo, estamos confrontados a la misma prueba, cada uno a su manera. Con el paso de los años nuestro cuerpo y nuestra mente pierden su vigor, pero el creyente puede renovar sus fuerzas espirituales hasta los últimos días. Mientras todo su ser decae, puede llevar fruto para Dios y progresar en su intimidad con Jesús, hasta el momento en que le verá.
Pero, ¿qué significa llevar fruto para Dios? Es cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida diaria, manifestando el amor, el gozo, la paz, la paciencia… La vida nueva que Dios da al creyente sólo puede llevar este fruto hasta la madurez si el creyente está atento a los variados cuidados de su Padre (compárese con la parábola del pámpano y la vid en Juan 15).
He aquí el deseo que expresaba un amigo cristiano de 80 años: «Al llegar a la última etapa de mi vida deseo que sea un camino de profundo amor por el Señor y de servicio en la oración por aquellos que me rodean. Es maravilloso ver que con la edad también aumenta el ser consciente de tener una misión de parte del Señor. Oro a Dios para que me fortalezca con miras a esa misión, quizás invisible para los demás, pero fundada en el amor de Cristo».
Los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. Isaías 40:31.
Plantados en la casa del Señor, en los atrios de nuestro Dios florecerán. Aun en la vejez fructificarán. Salmo 92:13-14.
(El Versículo del Día)