Llueve

El cielo se deshace esta mañana estallando en llanto incontrolado. Llueve y un repiqueteo insistente sobre la acera arrastra los lodos acumulados durante la semana y las hojas suicidas que no pudieron esperar al otoño. Todo ello como en el flautista de Hamelin en fila recorriendo el borde de la calzada formando pequeños riachuelos, que son promesa de nueva vida para los árboles que bordean la calle. Los pájaros alborotadores callan hoy guarecidos entre sus ramas y el sol sigue escondido, presencia atroz detrás de los nubarrones, dejando a la tormenta que asuma el protagonismo de estas primeras horas de la mañana. Finalmente, el satélite de la NASA ha caído en el Pacífico, un buen susto para los peces y nueva basura para el fondo del mar, que protestaba hace unas horas a miles de kilómetros aquí a modo de amenazante tormenta eléctrica en medio de la oscuridad. Indispensable el sosiego para esta primera mañana otoñal, cerrada, gris y lluviosa a rabiar. Un buen libro, una buena compañía, aunque sea la de uno mismo, y una canción. Y en el calor de casa, en un refugio.