Revista Cultura y Ocio

Lo absurdo de la conciencia humana (Reseña de 'El extranjero' .- Albert Camus)

Publicado el 04 diciembre 2012 por Jdmora

Lo absurdo de la conciencia humana (Reseña de 'El extranjero' .- Albert Camus)

Lucía Laborda (firma invitada)
'El extranjero', publicada en 1942, fue la primera novela del escritor francés Albert Camus. El protagonista, Meursault, manifiesta en todos los aspectos de su vida una indiferencia, aburrimiento y pragmatismo abrumadores, incapaz de mezclar las emociones con la razón. Es esta actitud la que le llevará a cometer un asesinato no premeditado en unas circunstancias aleatorias y absurdas. 
Meursault comprende el amor, la religión, la familia e incluso la amistad desde una óptica completamente utilitarista. Las cosas para él valen lo que valen por lo que le aportan en cada momento, y nada más. Un perro enfermo con sarna puede ser igual de valioso que una esposa. Y la amistad de un chulo vale tanto para él como la de un honrado dueño de un restaurante de barrio. 

Lo absurdo de la conciencia humana (Reseña de 'El extranjero' .- Albert Camus)

'El extranjero'
Autor: Albert Camus
Editorial: Alianza

En esta obra, Camus plasma la absurdez que rige los valores de la conciencia social, capaz de juzgar por igual a un hombre que no llora en el entierro de su madre que a un asesino. De igual modo, la novela es una enorme crítica hacia la sociedad moderna. Una sociedad que convierte al ciudadano en mero espectador, sin posibilidad de participar activamente en problemas que le conciernen de manera directa. Así, el ciudadano acaba por convertirse en un “extranjero” u extraño que asiste a su propia vida, al que no se le permite decidir, y que, cual niño, anula de su conciencia toda responsabilidad o culpa. 
Esto último se hace especialmente visible durante el juicio de Meursault, quien a pesar de haber cometido un asesinato y admitirlo sin reparo, no parece ser consciente de lo que ello implica. Durante todo el proceso judicial, Meursault actua de modo infantil, sincero e ingenuo, sin reparar en las consecuencias de sus actos. Se deja guiar por instintos como la pereza, el aburrimiento y el absentismo en momentos tan cruciales como la defensa de su propia vida. Meursault es retratado como un niño al que la sociedad le impone un castigo, que ni entiende ni comparte, pero contra el que no protesta (“era culpable, pagaba, no se me podía pedir más”). 
La ignorancia e impotencia del hombre ante lo que el futuro depara hace que este busque verdades en las que creer y a las que agarrarse. El director del geriátrico, el juez y el capellán, se amparan en la religión. Meursault, que debe permanecer impasible mientras otros deciden su destino, encuentra la tranquilidad aferrándose a la única seguridad que posee con certeza, suceda lo que suceda: la de su propia muerte.

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