El complot está de moda, bueno, siempre lo ha estado, basta pensar en que hemos incorporado a nuestro vocabulario, útil para conversaciones de bar, términos como conspiración judeo-masónica o Club Bilderberg (que ya es tan conocido que anuncia sus reuniones, por lo que es denostado por cualquier conspiranoico de pro). Los conocidos como negacionistas (ya no sólo del coronavirus sino de cualquier versión oficial de diversos acontecimientos) acampan a sus anchas en las redes sociales y toman las calles orgullosos de sus argumentos. Pues bien, aun suponiendo que entre ellos haya sesudos investigadores de múltiples disciplinas, en mi opinión estos señores y señoras que niegan la mayor ocultan cierta aversión por el estudio y la ampliación de conocimientos. El periodismo no se caracteriza por la credulidad, un profesional con vocación y/o gusto por el trabajo bien hecho cuestiona todos las versiones oficiales, las confirma. Si usted es de aquellos que no se cree nada ni a nadie, ni lo que dicen los políticos ni lo que escriben los periodistas, tiene la opción de hacer lo mismo, investigar por su cuenta. Si no cree que exista el coronavirus ni la saturación de los hospitales, conviértase en un periodista dicharachero y visite una sala de urgencias, hable con médicos o recórrase las funerarias en busca de datos. Saque luego sus propias conclusiones, de paso se dará cuenta de lo mal pagado y valorado que están los trabajadores de los medios de comunicación.
Siempre se ha puesto como ejemplo la medicina como labor que requiere estudiar toda la vida, consultar informes, investigaciones nuevas contrastadas, descubrimientos, casos clínicos... En realidad todos deberíamos contemplar el estudio como una actividad continua, para, de esa forma, desarrollar un criterio propio y cuestionarnos siempre nuestra percepción de la realidad. Pero no vale no creerse las versiones oficiales y sí las negacionistas sin haber desarrollado nuestra propia investigación al respecto. Es un sinsentido creer a unos a pies juntillas y a los otros no. Ejercitemos el cerebro con el mismo ímpetu con el que ansiamos modelar nuestro cuerpo. Si queremos cuestionar que la tierra sea redonda y no somos científicos, visitemos centros de astronomía e investigación relacionados con el tema, escuchemos sus argumentos, desempolvemos los escasos conocimientos escolares de física y química, ampliemos nuestro saber en matemáticas, porque hoy, más que nunca, contamos con la posibilidad de aprender, gracias a las nuevas tecnologías. No hay excusa. Creer los argumentos peregrinos es más fácil, claro, pero somos responsables de la configuración de nuestra sociedad y el respeto al ecosistema. Así que, lo siento, pero lo de "poner codos" es para toda la vida.