Hoy, finalmente, empezamos a recorrer la localidad vecina de Carlos Keen (sí, ya sé, somos unos pecadores, tuvimos que haber ido mucho antes). Lo cierto es que está muy cerca de ser el medio de la nada (en el buen sentido de la palabra, ya que podes encontrar de todo), apenas hay unos pocos colectivos que van y si no conoces los horarios o los puntos donde tomarlos es muy fácil perderse o desistir en ir. Así que fuimos flojos y esperamos a que alguien nos llevara en auto. Gran error, ya que tuvimos que haberlo conocido de mucho antes, pero como siempre dicen "Nunca es tarde para empezar..."
El lugar es muy exclusivo, se trata de un pequeño pueblo de campo, adorable, muy conocido por su paseo gastronómico, practicamente todas las calles del pueblo, incluso aquellas que son sin asfalto, tienen al menos un restaurante o algo que ofrecer al turista. Podes encontrar desde artesanías hasta antigüedades, plantas, ferias y cosas regionales para consumo como dulces, almíbares, huevos de campo, etc...
Lo ideal es buscar previamente en la web de Carlos Keen qué hacer, donde además redireccionan a webs específicas de restaurantes y demás. Hay un montón de opciones y lo recomiendo únicamente para saber dónde está todo y aprovechar al máximo el día, aunque esta vez nosotros quisimos ser espontáneos. Llegamos al pueblo sin saber a dónde ir, qué comer, dónde comer, y teníamos sólo un par de horas antes de tener que regresar, así que estuvimos recorriendo poco y aún así nos percatamos enseguida un montón de cosas, como el hecho de que hay gente todo el tiempo y son muy cordiales, que cualquier duda que tengas te la van a resolver, así que es prácticamente imposible perderse, y lo vuelve un fantástico lugar para ir incluso en colectivo, es una zona muy segura y a la antigua, casi todos los restaurantes son casas de campo recreadas para utilizar al máximo sus espacios y brindarles un hospedaje generoso a los turistas y/o comensales. Prácticamente en todas las calles hay alguien promocionando un restaurante o estancia. Así que las opciones sobran...
Nosotros de esa manera llegamos a "Lo de Tito", una granja que se encuentra a 500 metros de la Estación Carlos Keen (que está en el centro del poblado) por calle de tierra. Lo elegimos por folletos que nos entregó una señora en la calle, y nos convenció el hecho de que parecía ser amplio y tener muchas opciones, además de excelentes precios.
Los primeros en saludarnos al llegar a Lo de Tito fueron estos pomposos collies rough, los perros de la dueña de la granja, este es igualito a Lassie (con la ironía de que Lassie también era macho xD).
Lo de Tito es un lugar hermoso, muy arbolado con distintos tipos de flora, y una granja en la parte de atrás donde se pueden ver ovejas, gansos, conejos, patos, gallinas y otros animales. Todo alrededor es campo, así que se disfruta del aire fresco, del otro lado también hay algunos juegos para los niños. El ambiente es muy tranquilo y familiar, y por increíble que suene habían niños y se portaron como todos unos señores. Es un lugar ideal para quienes quieren disfrutar un lindo asado de domingo, o tomar unos mates, o simplemente buscan relajarse sin gastar demasiado, si están en Capital Federal, aseguramos que vale la pena hacer el viaje.
La señora que nos dio los folletos nos dio un adelanto de los precios, así que fuimos y comprobamos que era cierto. Hay dos menús fijos, algo muy usual en los restaurantes-parrillas, en este caso tenías la opción 1: entrada + pastas + postre por AR$120 y la opción 2: entrada + asado + postre por AR$160. Es muy barato teniendo en cuenta que los cubiertos y las bebidas están a excelentes precios y podes comprar una bebida grande para toda la mesa.Las porciones son riquísimas, caseras como las hacía la abuela, y sobre todo muy abundantes, para salir rodando!
La entrada era una tabla de fiambres que contaba con jamón crudo, queso de campo y salamín, para acompañar unas empanaditas de carne agridulce, algo de berenjenas al escabeche y pan saborizado, todo casero y creado en la casa y alrededores con productos naturales como los que hoy en día tanto escasean... indescriptible los sabores.
El menú de asado salía con fritas muy ricas aunque algo blandas, salsa agridulce con manzana y uvas, salsa criolla y chimichurri. Venía en la típica parrillita de mesa, y las carnes y embutidos eran porcinos y vacunos, bien variados en los cortes. Además te daban la opción de servirte más. Todo sabroso y perfecto, la cocción justa, los sabores justos, y tan tiernas que se podían cortar a cuchara.
En el menú de pastas tenías las opciones comunes y que nunca fallan: ravioles rellenos de calabaza o verduras de hoja, y tallarines, y las salsas que habían eran rosada y verdeo. Tal vez se debería ampliar un poco las opciones en este menú, pero igualmente eran sublimes, cualquier pastafarista se sentiría en el cielo.
Los postres tenían más variedad, nuevamente todo elaborado en la casa. Había budín de pan, flan, zapallos en almíbar, queso y dulce y helado. Las porciones eran para rematar a alguien, inmensas... crean que cuando fuimos a por el postre ya no podíamos más y comimos sólo por gula y lo rico que era todo. La porción de cubitos de zapallo en almíbar es impresionante, en otros restaurantes donde me han servido, en general el promedio es de 2 a 3 cubitos, estos eran unos 10 y equivalían un frasco pequeño de zapallitos en almíbar. ¡Simplemente maravilloso!
Sólo nos queda decir que la pasamos fantástico, está super recomendado este pueblo y Lo de Tito para quienes en verdad disfrutan del buen comer. Visitaremos Carlos Keen en muchas más oportunidades para conocer el resto de las cosas que tiene para ofrecernos este hermoso lugar.