Croacia es un país precioso, sí, estupendo y maravilloso… si te gustan los deportes de riesgo, la escalada y tienes una salud de hierro.
Para irse de vacaciones con niños pequeños (y embarazada) Croacia (la costa de Istria, más concretamente Premantura) es una mierda. Vamos, como que nos hemos vuelto una semana antes de lo previsto.
- Después de casi 10 horas de trayecto infernal en coche, con los niños de muy mal café (salimos a la 1 de la mañana pensando que así dormirían, pero no se nos ocurrió que llevando en la cama desde las 8 de la tarde, ya estaban más o menos descansados), llegamos con el coche cargado, el pequeño con 39º de fiebre, 38º a la sombra y nos dicen que hasta dentro de 4 horas no podemos entrar en la casa.
- Cuando por fin nos dan la llave, me pongo a deshacer maletas. A mí me extrañaba que el coche fuese tan lleno. Normalmente yo lo dejo todo preparado y es mi marido el que lo mete en la maleta (según él su percepción espacial es mejor). Nunca más, por supuesto: cuando empecé a sacar abrigos, bufandas, botas de agua y demás prendas de abrigo casi me da un ataque; cuando me encontré con 2 juegos de toallas sin estrenar (además del escuadrón de toallas que yo ya había dejado preparado), tuve que contar hasta 10 y respirar; cuando me encontré una toquilla de recién nacido (que ya había lavado y guardado en su cajita con papel cebolla y saquitos de lavanda para el próximo churumbel), directamente me puse a chillar.
- La playa de los bungalows, la “única” de arena de toda la zona, era más pequeña que una piscina infantil municipal. Cualquier Strandbar de Berlín le daría mil vueltas, tanto en tamaño como en la calidad de la arena (incluso el agua del Spree era más transparente).
- El pequeño dijo que los potitos alemanes se los comiese un alemán. No me extraña, la verdad, porque son bastante repugnantes (bastante más que los españoles), pero en vacaciones supuse que no le importaría. Menos mal que el niño es como una basurilla y se lo come todo (todo menos esos potitos), porque ha estado una semana alimentándose de lo que había (desde pasta boloñesa picante hasta calamares al ajillo). El estrés de una posible reacción alérgica no me lo ha quitado nadie, eso sí.
- Hasta el 3º día no encontramos una playa más o menos decente. Esto quiere decir que nos pasamos hasta entonces con el coche para arriba y para abajo a 30ymuchosº buscando calitas en una reserva natural (lo único que había) y destrozando los amortiguadores del coche (reserva natural = no asfalto). La mejor cala para estar con niños era de difícil acceso, así que ahí que nos teníamos que poner a hacer escalada un niño de 3 años, un adulto con bolsas de playa y un bebé gordo en brazos, y una embarazada de 7 meses. Al bajar y al subir.
- El niño de 3 años se cree Indiana Jones, así que había que estar corriendo detrás de él para que no reescalase y se lanzase al agua (como hacían todos los mayores) o no se lo llevase una súperola. El niño de casi un año se cree Nemo y pensó que la playa era una extensión de la bañera (y no valían las galletas). Los adultos no han podido sentarse un segundo.
- Los mosquitos croatas son seres superiores. Daba igual cuanto Autan llevásemos encima, siempre siempre encontraban un huequito para picar. La primera noche me picó uno en el párpado derecho y me dejó 2 días como la prima fea de Quasimodo. Cuando se bajó la hinchazón y me unté Autan croata (por si las moscas compramos uno de allí, a ver si era más eficaz) hasta en los ojos, me picaron en la boca. Seres superiores.
- Cuando parecía que nos estábamos haciendo con la situación, a mi marido le pica una pedazo de medusa en el brazo. Se le pone como un melón y se tira 2 días con fiebre (nota mental: recordarle el desprecio con el que miró las bolitas homeopáticas que traía y cómo se lanzó ávido a por drogas, o sea paracetamol de toda la vida, en plena tiritona febril). A pesar de intentar ayudar, estaba fuera de combate, así que me quedé yo sola al cuidado de todos.
Obviamente, decidimos no alargar más la cosa.
Yo ya sabía que irse de vacaciones en mi estado y con niños pequeños no iba a ser relajado, ni fácil, pero el destino elegido ha terminado de rematar la faena.
A pesar de todo, hemos tenido momentos buenos y los niños han disfrutado, pero me quedo con la frase de mi marido esta mañana:
“La próxima vez hacemos como los alemanes inteligentes y nos vamos a España”