Revista Filosofía
Me acordaba el otro día, a propósito de un comentario de Juan Antonio en la entrada sobre el progreso moral, de uno de los primeros chistes de Ibáñez, que leía en casa de unos vecinos, en un tomo con muchos ejemplares encuadernados del DDT de los años cincuenta (entonces a mí me parecían muy viejos -serían finales de los setenta-, pero ha pasado bastante más tiempo desde que yo los leí hasta ahora, que desde que se publicaron hasta que los leí). La viñeta de la imagen debe de ser más o menos de la misma época..Se trataba de una historieta de una serie sobre personajes históricos. Ésta iba sobre algún rey de la edad media (o eso creo), y terminaba diciendo algo así como que el fulano "murió de muerte natural, después de que le clavaran cincuenta lanzas"; y seguía, "por que cuando a uno le clavan cincuenta lanzas, lo natural es morirse". La reflexión sobre esta frase genial fue, seguramente, una de mis primeras experiencias en esto de la filosofía (aunque no la más antigua que recuerdo)..El chiste venía a cuento por la habitual tentación de identificar lo "moralmente correcto" con lo "natural", de una u otra manera. Juan Antonio me replicaba que tenemos que suponer que las cosas tienen una naturaleza, lo que yo no niego, y ello dio pie para que formulase mi visión de en qué consiste la naturaleza de una cosa. Es sencillo, y creo que muy evidente: consideremos cualquier entidad (X; puede ser un caballo, una botella de cocacola, una batalla naval, un ciclo bioquímico, o lo que sea). Pues bien, la naturaleza de X consiste en el conjunto de todas aquellas proposiciones condicionales del tipo "dadas las circunstancias A, a X le ocurrirá B" que son implicadas por las leyes de la naturaleza..
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