Hoy, exactamente, hace un año que se emitía ese polémico episodio de Juego de Tronos en que Daenerys se volvía "loca" y hacía arder tanto Desembarco del Rey como las redes sociales. En el blog ya lo comentamos en este artículo: sus signos de narcisismo y autoritarismo ya estaban ahí, desde luego; el gran problema fue que su desarrollo estuvo escrito de forma chapucera y precipitada, pintándola como una niñata celosa de Juanico de las Nieves en lugar de la mujer adulta y más compleja que, creo, debió haber sido.
Quizá por eso en los últimos tiempos siempre hemos leído más críticas duras a Juego de Tronos que positivas. Yo mismo le he dado muchos palos. Y, sin embargo, también ha sido una serie que nos ha dado muchísimos momentos maravillosos. De igual forma que no se debería juzgar la preciosidad que fue Lost por su final cutre, tampoco se debería manchar el recuerdo de lo mejor de Juego de Tronos por una despedida que dejó mucho -tanto- que desear. Y estas han sido, en mi opinión, algunas de las cosas que siempre recordaré con gusto de Juego de Tronos:
La evolución de Sansa
No puede empezarse un artículo hablando sobre lo mejor de Game of Thrones y no comenzar con Sansa Stark. Ya criticamos en su momento, en este artículo, esa ola de odio que hubo hacia ella, especialmente en las primeras temporadas. Se la detestó por "no hacer nada", por no empuñar una espada como sí hizo su hermana Arya. Pero lo cierto es que lo más interesante de la historia de Sansa es que demostró que hay muchas formas en que una mujer puede ser fuerte.
¿Qué entendemos por fortaleza? Más allá de la fuerza física, Sansa demostró fortaleza de carácter, una gran resiliencia, a la hora de soportar todos esos tormentos, aprendiendo durante el proceso de los mejores cabrones que encontró en su camino. Demostró que hay fuerza en la feminidad, que hay muchas formas en que una mujer puede ser fuerte. Y aunque, personalmente, creo que todo ese rollo de la violación fue una sobrada (el hecho, el enfoque dado, todo), Juego de Tronos hizo un trabajo inmenso al representar una mujer fuerte que no necesitó recurrir a la violencia.
El sexo como juego de poder
Juego de Tronos fue una serie famosa por sus desnudos y cantidad de escenas de sexo, que fueron disminuyendo a lo largo de las últimas temporadas por las críticas recibidas. Dejando a un lado el machismo que había tras ellas (siempre se abusó del desnudo femenino), lo cierto es que la serie introdujo una forma morbosa e interesante de entender el sexo: era un juego de poder.
No fingiré ser un mojigato: estaba bastante bien ver un polvazo de vez en cuando, y más cuando tenían tanto trasfondo. Las escenas de Oberyn en el burdel ("lo vamos a hacer a MI manera") son bastante inolvidables. El sexo era una manera de mostrar el lado más íntimo, auténtico y brutal de los personajes, que se desnudaban física pero también metafóricamente. Si solo hubieran cuidado más, como decía, el problema de esa male gaze ('visión masculina') que lo impregnaba todo, las escenas de folleteo hubieran sido genialísimas.
Las muertes épicas e inesperadas
¡Ríete tú de las muertes trágicas de The Walking Dead! Juego de Tronos tuvo una habilidad especial para impactar y hacernos sentir que cualquier cosa podría pasar. Ned Stark, su esposa Catelyn, Joffrey Lannister y Oberyn Martell (personaje que dio la fama a mi amado Pedro Pascal) fueron marchas absolutamente inesperadas, duras, brutales; no eran simples muertes "gratuitas" (como muchas veces sí lo han sido en The Walking Dead), sino muertes que tenían consecuencias profundas en las tramas y hacían crecer a los demás personajes.
Las conversaciones brillantes entre susurros envenenados
Pero más incluso que sus muertes brutales, lo que recordaré con más interés de Juego de Tronos son las grandes conversaciones, que son algo bastante más difícil de construir que una muerte impactante. Esos diálogos poderosos, cargados de dobles sentidos y tensión, que caracterizaron sobre todo a las primeras temporadas -mejor no recordemos la octava-, fueron el sello de identidad de Juego de Tronos, lo que realmente la convertía en un producto especial y con sustancia. Las muertes significaron tanto porque queríamos a esos personajes, magistralmente construidos.
Fue el nuevo fenómeno seriéfilo que necesitábamos
Desde tiempos de Lost, ninguna serie había conseguido convertirse en un fenómeno de masas tan brutal como Juego de Tronos. Todo el mundo veía, hablaba, comentaba Juego de Tronos. Incluso quienes no la seguían, sabían de su existencia -era imposible estar al margen-. Y ese fue, quizá, el mérito más grande de Game of Thrones. Era una serie por la que, en principio, nadie daba un duro, pero se convirtió en algo que todos veíamos, que todos teníamos en común.
Fue toda una experiencia seguir una serie de esta manera "colectiva", con el gran evento que suponían sus season finales y sus muertes inesperadas. En la nueva era que vivimos, de Netflix y de series instantáneas, será bastante difícil que otra iguale lo que hizo Juego de Tronos.
Isidro López (@Drolope)