Mi vida, que no es tan sostenible como quisiera, a veces lo es menos aún.
Rafael Soriano. que fue mi jefe durante muchos años en Planeta De Agostini, es alguien que me apoyó infinito en mis primeros tiempos en Barcelona y por quien siento un cariño inmenso. Muchas veces me metía prisa para que acabara una presentación para un cliente o cualquier otra cosa diciendo: "Envíe eso ya Yvelisse, que lo perfecto es enemigo de lo bueno ".
Es una máxima que a veces me fastidia un poco porque hay cosas que creo que pueden e incluso deberían ser "perfectas". Sin embargo, es cierto que muchas veces la búsqueda de perfección nos sabotea, porque la sensación de que no podremos alcanzarla nos paraliza antes de comenzar.
Puede que nos pase, por ejemplo, cuando comenzamos a cuestionar el impacto ecológico de nuestras vidas. Tal vez nos sobrepase la visión del caos ambiental que hemos originado y nos convenzamos de que "es imposible hacer algo". Porque "lograremos muy poco". Porque "no somos más que un punto en el espacio".
Y es cierto, no somos nada para el universo, pero unidos formamos esta gran masa que se llama la humanidad que tiene en sus manos el poder de cambiar el destino del resto del planeta. No me cansaré de decirlo, cada pequeño gesto cuenta.
Desde luego, los grandes gestos cuentan más. Desde las grandes acciones directas de activistas (no te pierdas este artículo donde Sinan Eden explica por qué el activismo es mejor que morir para reducir nuestra huella ecológica), hasta los pequeños grandes gestos personales, como pasar unas vacaciones tan sostenibles como tu día a día, decidir eliminar el plástico de tu vida por el mes de julio o trabajar para que éste desaparezca totalmente de tu casa.
Mi julio con plástico
Pero a veces no somos héroes. Los grandes gestos son mejores, pero no siempre están al alcance de nuestras manos en igual medida. A veces la capa nos pesa, no nos da tiempo de ponernos las mallas de súper heroínas y los planes finalmente no salen como lo habíamos pensado.
Yo no tuve un julio sin plástico. Peor aún, durante el mes de julio di paso a más residuos de lo habitual.
No quiero justificarme. Pero en mi casa julio no es un mes más sencillo que el resto, sino todo lo contrario.
Si me sigues desde hace tiempo o si ves mis publicaciones en Snapchat, sabrás que en los últimos veranos me ha tocado trabajar con las niñas en la oficina. Y poder hacerlo es una ventaja, no lo negaré jamás, pero significa que tengo que hacer magia para mantener los horarios de trabajo con las nenas a cuestas, hacerlas levantarse pronto cuando más tarde se duermen, y condenarlas a una oficina cuando deberían estar corriendo en la montaña o bañándose en la playa porque el calor en Barcelona puede llegar a ser insoportable.
Así es que sin darme cuenta, a veces nos descubrimos camino a casa, muertas de hambre y sin tiempo suficiente para improvisar algo decente... Es cuando cae un hamburguesa vegetal, unas croquetas de confianza, una salsa de pasta preparada o unas pechugas de pollo -esto lo menos, porque comemos poca carne- que nos saquen rápidamente del atolladero y nos salven de un desmayo. Y casi todas, por eco que sean, las consigo en bandeja de poliestireno y envueltas en plástico.
O cuando vengo de regreso a casa y. al verme en la puerta de Autòctons con dos bolsas de tela llenas a tope de granos, pan, juguetes, libros infantiles y alguna cosa más, me acuerdo de que apenas me queda fruta. Y entonces me toca pedirles una bolsa de plástico para traerme sus ricas frutas y hortalizas.
Por darte otros ejemplos, que no están relacionados con el plástico pero sí con la sostenibilidad de mis rutinas, muchas tardes hemos ido a la playa en coche, a pesar de que el tren está junto a casa, porque con este ritmo nos apetece evitar las aglomeraciones. Y, por solucionar más fácilmente alguna emergencia culinaria, varias veces he comprado frutas y verduras o algo de charcutería en el súper que está junto a casa, cosa que rara vez hago en mi día a día.
Mis vacaciones imperfectas
Con este panorama, tampoco fui capaz de organizarme bien para mi escapada de 5 días a Camping Vinyols. Así, me tocó comprar conservas de legumbres, leche vegetales, tortitas de arroz, algún enlatado... y, como nuestros compañeros de viaje no eran muy de legumbres, en el camping tuvimos que salir a cazar unas butifarras, además de queso, algún helado "de los chungos" y, claro, unas cervecitas.
No es que todo fuera un desastre, porque las conservas venían en bote de vidrio, las butifarras son de una casa que trabaja con pollos ecológicos y me llevé cositas de casa como magdalenas que preparé con las niñas, o arroz, frutos secos y pasta comprada a granel (aunque todo en las bolsas de papel de la tienda, porque no fui capaz de llevar los botes de casa para ahorrármelas). Además, pude conseguir frutas y verduras locales (muchas del propio camping). Pero lo cierto podríamos haber evitado, con solo un poco más de organización, unas cuantas latas, tetrabrics y bandejas de poliestireno. Por no hablar del consumo de carne.
Es decir, finalmente no estuve a la altura que yo misma me había impuesto al escribir este post sobre turismo sostenible donde te decía que "es muy importante que recordemos actuar durante nuestras vacaciones tal como lo hacemos en casa o incluso mejor."
Simplemente hice lo mejor de lo que fui capaz en ese momento.
Tres razones para confesarme
Tal vez te preguntes por qué te explico todo esto, así que te respondo.
Primero, porque te mereces toda mi sinceridad. No quiero que creas que en mi casa todo es perfecto, no hay residuos y las emisiones de carbono son iguales a cero. Ojalá mi vida fuera perfectamente sostenible, pero no lo es.
Segundo, porque me apetece recordarte a ti (y tal vez también a mí) que nunca he querido crear normas absolutas (que tampoco creo que existan) sino darte pistas a través de mi propia búsqueda de sostenibilidad, que puedan ayudarte en tu propio camino. Confío en que revelar mis propios fallos también puede ayudarte a aceptar los tuyos y que si nos vamos compartiendo estos altibajos que encontramos en la ruta, podremos llegar juntos a mejor destino.
Finalmente, para decirte que puede que a veces vayas más adelante que yo en algunas cosas (sé que me leen unos cuantos veganos de los que voy tomando nota, por ejemplo), y puede que otras veces yo tome la delantera. Lo importante es que no dejemos nunca de cuestionarnos a nosotras mismas, de mirarnos al espejo con honestidad, de apoyarnos unos en los otros, y de buscar huecos para mejorar paso a paso.
Porque lo perfecto a veces es enemigo de lo bueno; sobre todo cuando nos impide movernos para mejorar. Y porque ya es urgente y el planeta nos lo pide a gritos, así que no tenemos tiempo de lamentarnos por todo lo que hay que hacer, sino que tenemos que poner manos a la obra en la medida que podamos, pero ya.
Ahora me pregunto, cómo va tu verano hasta ahora. ¿Se te hace más fácil llevar unos hábitos más responsables en lo ambiental o, como a mí, te encuentras más trabas en estos días? Cuéntamelo todo.
Ya no volveré a publicar hasta septiembre, porque este sábado me voy de vacaciones de verdad verdad. 15 días que necesito mucho y que viviremos lo mejor que podamos, en todos los sentidos. Así que nos vemos a la vuelta y, entre tanto, de vez en cuando a través de las redes, estos días sobre todo de Snapchat, Instagram y también Facebook. ¡Feliz agosteo!
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