Hoy por fin he cumplido con un objetivoque hacía tiempo se había convertido en una incipiente obsesión. Después de casi dos años de adquirir aquel tocho de mil y picopáginas en una librería de segunda mano, hoy puedo decir casi orgullosa que finalmente lo he logrado: me he leído, desde la primera a la última palabra, el clásico entre los clásicos; y admito, desde ahora, que éste se ha convertido en uno de esos libros que te marcan para la posteridad.
Señoras y señores, la primera afirmación tajante que hago es la siguiente: cuando un libro se convierte en un clásico inmortal y poderoso, es por algo. Y Lo que el viento se llevó, ese novelón publicado por Margaret Mitchell allá por el 1936, pertenece a este grupo no por algo, sino por todo.
Aunque se trate de una crónica social e histórica muy bien construida y ambientada, no cabe duda de que esta novela es sobre todo una historia sobre la vida, sobre lo humano, sobre las pasiones. Y no, no, NO, no se trata de una novela romántica. No sé por qué, pero muchas veces ocurre que dentro de esa categoría se incluyen libros que, a pesar de que traten en cierta forma el amor, no lo utilizan, ni de lejos, como tema principal.
Lo que el viento se llevó nos traslada a un momento crucial de la historia de los Estados Unidos, La Guerra de la Secesión, que enfrentó al Norte y al Sur y que dividió a un mismo país en una sangrienta guerra. Pero esta novela es ante todo poliédrica, multifacética, por lo que, a parte de historia, se nos enseñan todos los aspectos de una sociedad particular y muy dispar, todo ello, cómo no, mediante unos personajes arrolladores e inolvidables.
Señoras y señores, os presento a la impetuosa Scarlett O’Hara, nuestra protagonista. Una cara bonita, una niña rica perteneciente a una familia de aristócratas del sur; una chica manipuladora, egoísta, fría, caprichosa y descaradamente egocéntrica y misógina.Scarlett, como heroína, le importa un bledo (nunca mejor dicho) todo aquello que se relacione con la humildad, con la bondad incluso, teniendo como única preocupación su amor propio y su bienestar.
Hala, nada de chicas buenas y virtuosas; esta mujercita es de armas tomar y está dispuesta a ir en contra de las convenciones sociales y morales que le imponen como mujer. Y es que el encanto de Scarlett radica en que ella hace y deshace lo que le da la gana. Así de simple y llana es ella.
Pero Lo que el viento se llevó es la historia de su transformación, o más bien de su choque contra el karma, puesto que pasará de ser una niña mimada que lo tiene todo a una adulta empobrecida y devastada por la guerra, que tendrá que luchar contra viento y marea para “no volver a pasar hambre”, y crecer mucho como persona en el camino.
Sin duda, Scarlett O’Hara es un personaje que me fascinó, y no precisamente por que la admirase,al menos no en el buen sentido. De hecho, me parece un alma odiosa, una de esas personas tan reales y vivas que despiertan el desprecio y el aprecio al mismo tiempo; y sobre todo me asombra porque, ante todo, se quiere dejar claro desde el principio el tipo de mujer que es ella, y aún así convertirla en un personaje sublime.
Y aquí, a mi derecha, está el señor Rhett Butler. Con su sonrisa pícara y su personalidad canalla y embustera; esa clase de hombre de la que se enamora toda mujer, a sabiendas de que es un completo ca…pullo. A él lo conocemos no solo por las descripciones narrativas, o por esa emoción que nos embarga cuando se insinúa su presencia, sino especialmente por esos diálogos intensos y contundentes que tiene con la señorita O’Hara. Es el único hombre capaz dejarla sin palabras, el único capaz de ver que tras esos ojos verdes matadores se esconde una mujer tan bella como mezquina… tan parecida a él.
Además de otros tantos personajes, en este libro se destaca también las relaciones entre ellos. Me ha sorprendido porque en ella no hay nada dicho a medias tintas. Todo se dice con contundencia y desparpajo, de modo que todo resulta terriblemente natural.
La frustración de las mujeres –en especial de la protagonista- debido a su sumisión a los hombres (nada de contradecirles o dar su opinión); los tabúes sociales (viudas que no pueden asistir a fiestas, no se debe hablar del embarazo de una mujer y esta debe recluirse para que no la vean en público), la ignorancia (la guerra es sinónimo de salvación y está regida por Dios), y un laaargo etcétera.
Por si alguien aún no lo ha notado, Lo que el viento se llevó me ha parecido una obra INCREÍBLE, maravillosa, completa. Todo en ella es máximo, supremo, de verdad. Aunque parezca exagerado, creo que esta va a ser una de las novelas de mi vida. En serio.
Ahora, cada vez que alguien me diga que el libro perfecto no existe, me imaginaré a Mitchell sonriendo con desdén mientras piensa para sí: “¡JÁ! ¡Que te lo has creído!”.Y hasta aquí. Ya me callo y termino esta enorme reseña. Perdonad la extensión, pero como comprenderéis, esta vez la culpa no ha sido solo mía.