Revista Cine

Lo que hacemos en las sombras

Publicado el 07 marzo 2015 por Srinterrogante

A Lo que hacemos en las sombras le beneficia, sobre todo, que como espectador uno se acerque sin tener ni idea de lo que se va a encontrar. Así que a pesar de tirar piedras contra mi propio tejado, si no la han visto todavía, no sigan leyendo. Pero tienen que verla y después volver ¿eh?
Pasan los años y nadie vuelve. El escritor se queda en el porche de su casa, sentado en la mecedora, mirando al horizonte esperando que alguna de las siete personas que leyeron ese primer párrafo vuelva a preguntar por más. Un día alguien se acerca. No viene por el blog. De hecho ni siquiera sabe lo que es un blog, simplemente se le ha estropeado el coche. El escritor no le hace caso, o no le entiende, y tras sedarlo y atarlo a la cama, termina de redactar su crítica para su nuevo invitado, a la vez que obliga a este a seguirle en Twitter.
La película trata a forma de falso documental la vida de unos vampiros en nuestros días, en la ciudad de Wellington, Nueva Zelanda. Los vampiros que habitan la casa son cuatro: el medieval y altivo Vladislav, interpretado por Jemaine Clemente (The flight of the Conchords) quién además escribe el guión y dirige la cinta; el correcto y pedante Viago, a quien da vida Taika Waititi, co director y co guionista; el macarra e indecente Deacon y el antiquísimo Petyr, un vampiro físicamente idéntico al Nosferatu de Murnau.
Lo que hacemos en las sombras
Las situaciones son desternillantes desde el minuto uno y demuestran un manejo total de la comedia a todos los niveles. Por un lado, el siempre-siempre-siempre eficaz recurso de colocar a un personaje muy bien definido en el mundo que le es ajeno (vampiros de más de cien años de edad en la época de las discotecas y los teléfonos móviles). Por otro, las sombras y baja calidad que implica el imitar un documental rodado cámara en mano facilita a los directores incluir efectos especiales y falsear transformaciones entre bruscos movimientos o repentinas sacudidas de luz.
Hay incluso lugar para la poesía visual o la reflexión, como cuando vemos a un vampiro disfrutar de manera melancólica un amanecer en un vídeo de Youtube o la escena en la que Petyr arde quemado por el sol y Vladislav, antaño poderoso, fracasa al intentar salvar a su amigo de dos mil años de antigüedad.
El único punto que puede jugar en contra de Lo que hacemos en las sombras es que su alargada duración permita ver al espectador que el producto no es tan original como parecía en esos perfectos primeros veinte minutos. Por ejemplo, la serie Death Valley sigue un esquema similar: en ella seguimos a unos reporteros que acompañan a un cuerpo de policía por las calles de una ciudad de Los Ángeles... en la que existen hombres lobo, diablos y zombies.
En una frase: Modern Family con vampiros.

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