Revista Cultura y Ocio

Lo que le falta al tiempo, de Ángela Becerra

Publicado el 24 mayo 2014 por Covadonga Mendoza @Cova_Mendoza
Lo que le falta al tiempo, de Ángela BecerraEditorial: Planeta480 páginas6,95 €
Argumento:
Mazarine se enamora de Cádiz, un pintor que le dobla la edad del que es aprendiza. La atracción entre ambos afecta a las personas que les rodean. Al mismo tiempo, la joven oculta en su casa un objeto misterioso que interesa a cierto grupo de personas.
Comentario:
En algunas novelas se intenta mezclar géneros y acontecimientos para acrecentar el interés de la trama. A veces resulta y otras no. En este caso no.

Ya de primeras la forma de expresar la personalidad de Mazarine, que se pretende sea la de una joven ingenua, apasionada, sensible y romántica, resulta artificiosa. Que la joven se pasee por todas partes descalza (en invierno), sin importarle enfermar o su obsesiva y poco natural pasión por Cádiz, ese pintor mayor e insoportable, creador de «dualismo impúdico» que se niega a complacerla tanto como a dejarla marchar, la hacen parecen más desequilibrada que otra cosa, sobre todo si se añade la obsesión por el secreto que oculta en su casa y la hace actuar de forma aún más irracional si cabe.

El comportamiento de Cádiz, que atrae a Mazarine por su incapacidad de pintar pies y que se enamora de ella cuando la ve descalza con una gota de sangre en el pulgar, es tan poco creíble como el de la joven aspirante a pintora.

La autora consume cientos de páginas en reiterar una y otra y otra vez la intensa pasión no satisfecha entre los protagonistas (Cádiz pasa de consumar el mutuo deseo), el arte que les une, o el distanciamiento de Sara, la fotógrafa con quien está casado el pintor e inicia una huida sin sentido de un país a otro, al ser incapaz de enfrentarse al hecho de que su marido, esta vez, se ha enamorado de verdad.

Por si no hay suficiente con las historias de pasión, la trama mezcla a los cátaros, una especie de secta con supuestos fines artísticos, a un tipo malcarado y misterioso que persigue a Mazarine con una actitud entre la violencia y la adoración y a un anciano bibliotecario que sabe un poco de todo, alternando el romance de la joven y el sexagenario con la aventura de la fotógrafa y el misterio del armario.

Pero la cosa no acaba ahí, porque aparece Pascal, un joven psiquiatra que se enamora de Mazarine, y ella se deja querer, cuya identidad está clara desde el primer momento, y sirve para alargar la ya repetitiva historia de amores y desamores que envuelven a los cuatro personajes principales.

Poco a poco la trama deriva de la obsesión amorosa con sus pequeñas y grandes traiciones hacia la parte misteriosa, muy obvia en cuanto a algunas pretendidas sorpresas, donde se juntan cartas del pasado, persecuciones entre dunas, algo de violencia y revelaciones de pretendida trascendencia.

Quizá es esta subtrama, demasiado tópica, que acaba siendo principal en la segunda parte la que, por su escasa credibilidad, más perjudica al conjunto.

Que la historia esté escrita en un estilo casi poético que incluye imágenes de cierta riqueza o centrar la mayor parte de la trama en el artístico Barrio Latino de París, no compensa las continuas reiteraciones de escenas y emociones o la mencionada incapacidad de la autora para crear una trama de misterio dentro de un argumento principal de un romanticismo exacerbado y desmedido que va resultando menos creíble cuanto más se intenta convencer de que se está leyendo el relato de un gran amor.
*** T ***

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