Revista Cultura y Ocio
Lo que nadie te ha contado sobre... Maruja Torres
Publicado el 04 octubre 2013 por Vivelibro @infoviveLibro
María Dolores Torres Manzanera (Barcelona, 16 de marzo de 1943), más conocida como Maruja Torres, es una escritora y periodista española (antigua colaboradora en la sección de opinión del diario El País), ganadora de los premios Planeta y Nadal, y una mujer comprometida. Ha sido corresponsal de guerra en el Líbano, Panamá e Israel y ha cubierto muchos grandes acontecimientos de la historia contemporánea. Su última obra fue "Sin entrañas", una novela ágil, divertida e irónica, en la mejor tradición de su admirada Agatha Christie, en el Egipto neocolonial previo a la caída de Mubarak.
Nacida en el barrio barcelonés del Raval y de familia murciana, se dedica al periodismo desde los 19 años, pese a no tener formación académica en dicho campo. Comenzó su carrera periodística de la mano de la escritora Carmen Kurtz como secretaria de redacción en el diario La Prensa, tras realizar un curso de taquigrafía y mecanografía. Más adelante colaboró en diversas publicaciones, como las revistas Garbo, Fotogramas, Por Favor y el diario "Tele eXprés", entre otros.
En 1981 dejó Barcelona, donde había adquirido fama como periodista rosa o frívola, para recomenzar desde cero en Madrid. De 1982 a 1984 colaboró en El País y trabajó para TVE; abandonó El País para pasar a trabajar en Diario 16, cuya columna diaria era una de las más leídas de la prensa de entonces. En 1984, firmó el Manifiesto contra la exposición Tintín y Hergé y por extensión la línea clara. Dos años más tarde a El País.
Su incursión en la literatura comienza en 1986, con la publicación de ¡Oh es él! Viaje fantástico hacia Julio Iglesias, seguida en 1991 por Ceguera de amor, ambas "novelas de humor" según definición de la propia autora. Pero fue con Amor América: un viaje sentimental por América Latina (1993) que, como confiesa, aprendió a escribir. Siete años más tarde vendría la consagración con el premio Planeta por Mientras vivimos.
Vivió el asesinato del fotógrafo Juantxu Rodríguez por disparos de las tropas estadounidenses mientras cubría la información de la la Invasión de Panamá de 1989 para El País. Después de la guerra entre Hezbolá e Israel, que cubrió desde el Líbano, decidió instalarse en Beirut por un tiempo, y fue allí que escribió Esperadme en el cielo, ganadora del Nadal 2009. Maruja Torres es también coautora, con Carles Mira, del guión de la película de este director El rey del mambo (1989).
Algunas de las opiniones de Maruja Torres han desatado polémicas, entre las que se pueden citar la de 2005 al llamar "hijos de puta" a los votantes del Partido Popular en una entrevista publicada en el Diario del Barcelonés o la de 2006 con su breve artículo de opinión, publicado en El País, al escribir: "La realidad es que en el Gobierno israelí, que gobierna a Bush, el vicepresidente es un nazi -ser nazi, hoy, consiste en ser racista con los árabes- ultraderechista reconocido llamado Avigdor Lieberman". El entonces embajador de Israel en España, Víctor Harel envió una carta al director del citado diario, en la que acusó a la periodista de "antisemitismo". Maruja Torres contestó a su vez con un nuevo artículo, en el que se declaró abiertamente antisionista.
Otras polémicas son la de 2007, cuando afirmó que el PP no quería el fin de Euskadi Ta Askatasuna ya que eso no le aportaría ventajas electorales y que las palabras del PP le daban tanto miedo como las de ETA.; o la de 2008 al opinar que a Esperanza Aguirre deberían sedarla en el hospital de Leganés. Hay que recordar que a ese hospital, siendo director de Urgencias el Dr. Montes, se le acusó de ser el responsable de una elevada tasa de muertes por sedación, lo cual provocó una denuncia, posteriormente sobreseída.
El 16 de mayo de 2013 abandonó el diario El País después de ser despedida de la sección de Opinión. Dos días después, el 18 de mayo, escribía esta carta de despedida:
Con pelos y señales
Por fin tengo un ratico para contaros lo de anteayer con detalle, como os merecéis. Por semana santa recibí una carta certificada en la que se me comunicaba que, dado que mi compromiso con la empresa terminaba a finales de este junio, no se me iba a renovar “en los mismos términos” (el entrecomillado es mío). Lo firmaba la directora de Administración de Redacción, ex directora de Recursos Humanos, ex jefa de Personal, ex miembro del Comité de Empresa (y de CC. OO.: de eso hace muchos años). Yo pensé que debía haberla firmado el director, Javier Moreno, y también pensé que no iba a ser yo quien les llamara para preguntar en qué condiciones me querían. Me he sentido condenada desde que me puse públicamente en contra del ERE. Esas cosas no hace falta que te las digan. Se nota.
El caso es que me marché a Atenas, al viaje que ya conocéis. Y un buen día, el mismo en el que fallecieron Sara Montiel y Margaret Thatcher empecé a recibir llamadas del periódico. Como estaba celebrando la muerte de la segunda, no contesté. Pensé que a lo mejor querían un obituario de Sarita: había olvidado que en ese diario ya hay gente -no los míos: otros- que se despedaza hasta por escribir las necrológicas. El caso es que por la noche abrí el correo y me encontré un mensaje de secretaría de dirección porque me buscaba Javier para hablar conmigo. Le llamé, bromeamos amablemente -muy hipócritas los dos: conforme hablábamos nos iban creciendo sendas narices de Pinocho-, y me espetó un “quiero que te integres más en El País” que me dejó tiesa. Le pregunté cómo y me dijo que había pensado que hiciera reportajes. “Tengo 70 años, es tarde. Me habéis tenido años sin encargarme nada”. Me dijo que había cosas que podía hacer. Con la mosca en la oreja le pregunté: “¿No será que quieres sacarme de Opinión?”. “Esto es aparte”, me dijo, “hay una reestructuración, es para hablarlo personamente”. A través de su secretaria se acordó que el 16 de mayo a las 16.45 me recibiría en su despacho. Eso fue ayer.
Nos sentamos en su sofá, hicimos unos paripés, se me puso a lloriquear sobre lo mal que está todo y cómo cae la publicidad… Y luego me dijo que tenía una idea para mí, pero que todavía no sabía qué, ni cómo, que tenía que hablarlo con los de Domingo, pero que ya se les ocurriría. No dudé en preguntarle: “¿Eso es porque ya no me quieres en Opinión?”. Primero intentó echar balones fuera -eso será lo que le dirá al defensor del lector, supongo- diciendo que prepara una profunda restructuración, que en Opinión va a entrar gente nueva. “No hagas que te dé nombres, todavía no sé cuáles”. “Eso a mí no me importa. Pero dime que no me quieres en Opinión”. Se le fue poniendo esa mirada de guillotina, ese hielo en los ojos del que sabe que ha llegado el momento de asestar el golpe. A mi se me erizaron las vértebras porque estaba teniendo el privilegio de contemplar, en directo, y en acción, a un ejemplar de esa camada negra -y gris- que ahora intenta destruirnos. “No, no te quiero en Opinión”. “¿No me quieres ahora ni nunca más en Opinión?”. Lo ratificó. Cuando empezó a decirme que tenía otras ideas para mí le dije que era Opinión o nada, que yo soy opinión y que a través de mí opinan mis lectores. “No tenemos nada más de que hablar”, le dije. “Se acabó la conversación y se acaba mi vinculación con el periódico”. “Esto no me lo esperaba”, dijo. Y, efectivamente, lucía una mandíbula descolgada. “Esto no tenía que acabar así. No me has dejado ni contarte lo que quiero ofrecerte”. Ahí fue cuando le espeté esa frase que llevo toda mi vida queriendo colocarle a alguien de su nivel: “¿Pero tú sabes con quién estás hablando? Soy Maruja Torres y tengo muchos lectores que me he ganado a pulso opinando”.
Cuando me levanté e íbamos hacia la puerta le comenté que aunque me queda un mes de compromiso, dada la tensión reinante creía que era mejor que dejara de escribir de inmediato, y estuvo de acuerdo. Salimos y él se escabulló en dirección al jefe de Opinión, otro que tal. Dije adiós a las amigas de la sección y me fui. En recepción me pidieron el último taxi desde Miguel Yuste 40.
Al final de trayecto me esperaba una gran amiga. Con su ayuda salí del armario en Twitter, donde estaba como observadora como @mistrals, con unos cien seguidores. Di la noticia y hoy tengo casi seis mil.
Habéis sido maravillosos: vosotros, los compañeros de trabajo, los de profesión, los medios .com y los tradicionales, los amigos de Facebook, el comité de empresa del diario, los vecinos, los acompañantes en el viaje de la vida. Os doy las gracias y os digo que continuaremos. Claro que sí. Ayer pasé el día con mis jóvenes amigos de ‘Mongolia’, en un seminario sobre prensa de papel, de humor y sátira, y muchas más cosas. Hicimos proyectos. Pero habrá más cosas. Ahora necesito airearme y mimarme. Ah, quedan un par de Perdonen que entregué quince días y una semana antes. Si no son muy buenos no me lo tengáis en cuenta: no sabía que iban a ser póstumos. Considerad que mi colu del jueves último fue mi despedida de ese medio al que quise tanto cuando era querible. Hoy todavía quedan en él muchas personas a las que aprecio y admiro, tanto entre los asqueados veteranos como entre los explotados jóvenes.
ME SIENTO MÁS LIBRE QUE NUNCA. Y hay también pena, claro. Me estoy acordando mucho de Jesús de Polanco y de su hija Isabel. Esperadme en el cielo, guapos.
Fuente: Blog de Maruja Torres
Nacida en el barrio barcelonés del Raval y de familia murciana, se dedica al periodismo desde los 19 años, pese a no tener formación académica en dicho campo. Comenzó su carrera periodística de la mano de la escritora Carmen Kurtz como secretaria de redacción en el diario La Prensa, tras realizar un curso de taquigrafía y mecanografía. Más adelante colaboró en diversas publicaciones, como las revistas Garbo, Fotogramas, Por Favor y el diario "Tele eXprés", entre otros.
En 1981 dejó Barcelona, donde había adquirido fama como periodista rosa o frívola, para recomenzar desde cero en Madrid. De 1982 a 1984 colaboró en El País y trabajó para TVE; abandonó El País para pasar a trabajar en Diario 16, cuya columna diaria era una de las más leídas de la prensa de entonces. En 1984, firmó el Manifiesto contra la exposición Tintín y Hergé y por extensión la línea clara. Dos años más tarde a El País.
Su incursión en la literatura comienza en 1986, con la publicación de ¡Oh es él! Viaje fantástico hacia Julio Iglesias, seguida en 1991 por Ceguera de amor, ambas "novelas de humor" según definición de la propia autora. Pero fue con Amor América: un viaje sentimental por América Latina (1993) que, como confiesa, aprendió a escribir. Siete años más tarde vendría la consagración con el premio Planeta por Mientras vivimos.
Vivió el asesinato del fotógrafo Juantxu Rodríguez por disparos de las tropas estadounidenses mientras cubría la información de la la Invasión de Panamá de 1989 para El País. Después de la guerra entre Hezbolá e Israel, que cubrió desde el Líbano, decidió instalarse en Beirut por un tiempo, y fue allí que escribió Esperadme en el cielo, ganadora del Nadal 2009. Maruja Torres es también coautora, con Carles Mira, del guión de la película de este director El rey del mambo (1989).
Algunas de las opiniones de Maruja Torres han desatado polémicas, entre las que se pueden citar la de 2005 al llamar "hijos de puta" a los votantes del Partido Popular en una entrevista publicada en el Diario del Barcelonés o la de 2006 con su breve artículo de opinión, publicado en El País, al escribir: "La realidad es que en el Gobierno israelí, que gobierna a Bush, el vicepresidente es un nazi -ser nazi, hoy, consiste en ser racista con los árabes- ultraderechista reconocido llamado Avigdor Lieberman". El entonces embajador de Israel en España, Víctor Harel envió una carta al director del citado diario, en la que acusó a la periodista de "antisemitismo". Maruja Torres contestó a su vez con un nuevo artículo, en el que se declaró abiertamente antisionista.
Otras polémicas son la de 2007, cuando afirmó que el PP no quería el fin de Euskadi Ta Askatasuna ya que eso no le aportaría ventajas electorales y que las palabras del PP le daban tanto miedo como las de ETA.; o la de 2008 al opinar que a Esperanza Aguirre deberían sedarla en el hospital de Leganés. Hay que recordar que a ese hospital, siendo director de Urgencias el Dr. Montes, se le acusó de ser el responsable de una elevada tasa de muertes por sedación, lo cual provocó una denuncia, posteriormente sobreseída.
El 16 de mayo de 2013 abandonó el diario El País después de ser despedida de la sección de Opinión. Dos días después, el 18 de mayo, escribía esta carta de despedida:
Con pelos y señales
Por fin tengo un ratico para contaros lo de anteayer con detalle, como os merecéis. Por semana santa recibí una carta certificada en la que se me comunicaba que, dado que mi compromiso con la empresa terminaba a finales de este junio, no se me iba a renovar “en los mismos términos” (el entrecomillado es mío). Lo firmaba la directora de Administración de Redacción, ex directora de Recursos Humanos, ex jefa de Personal, ex miembro del Comité de Empresa (y de CC. OO.: de eso hace muchos años). Yo pensé que debía haberla firmado el director, Javier Moreno, y también pensé que no iba a ser yo quien les llamara para preguntar en qué condiciones me querían. Me he sentido condenada desde que me puse públicamente en contra del ERE. Esas cosas no hace falta que te las digan. Se nota.
El caso es que me marché a Atenas, al viaje que ya conocéis. Y un buen día, el mismo en el que fallecieron Sara Montiel y Margaret Thatcher empecé a recibir llamadas del periódico. Como estaba celebrando la muerte de la segunda, no contesté. Pensé que a lo mejor querían un obituario de Sarita: había olvidado que en ese diario ya hay gente -no los míos: otros- que se despedaza hasta por escribir las necrológicas. El caso es que por la noche abrí el correo y me encontré un mensaje de secretaría de dirección porque me buscaba Javier para hablar conmigo. Le llamé, bromeamos amablemente -muy hipócritas los dos: conforme hablábamos nos iban creciendo sendas narices de Pinocho-, y me espetó un “quiero que te integres más en El País” que me dejó tiesa. Le pregunté cómo y me dijo que había pensado que hiciera reportajes. “Tengo 70 años, es tarde. Me habéis tenido años sin encargarme nada”. Me dijo que había cosas que podía hacer. Con la mosca en la oreja le pregunté: “¿No será que quieres sacarme de Opinión?”. “Esto es aparte”, me dijo, “hay una reestructuración, es para hablarlo personamente”. A través de su secretaria se acordó que el 16 de mayo a las 16.45 me recibiría en su despacho. Eso fue ayer.
Nos sentamos en su sofá, hicimos unos paripés, se me puso a lloriquear sobre lo mal que está todo y cómo cae la publicidad… Y luego me dijo que tenía una idea para mí, pero que todavía no sabía qué, ni cómo, que tenía que hablarlo con los de Domingo, pero que ya se les ocurriría. No dudé en preguntarle: “¿Eso es porque ya no me quieres en Opinión?”. Primero intentó echar balones fuera -eso será lo que le dirá al defensor del lector, supongo- diciendo que prepara una profunda restructuración, que en Opinión va a entrar gente nueva. “No hagas que te dé nombres, todavía no sé cuáles”. “Eso a mí no me importa. Pero dime que no me quieres en Opinión”. Se le fue poniendo esa mirada de guillotina, ese hielo en los ojos del que sabe que ha llegado el momento de asestar el golpe. A mi se me erizaron las vértebras porque estaba teniendo el privilegio de contemplar, en directo, y en acción, a un ejemplar de esa camada negra -y gris- que ahora intenta destruirnos. “No, no te quiero en Opinión”. “¿No me quieres ahora ni nunca más en Opinión?”. Lo ratificó. Cuando empezó a decirme que tenía otras ideas para mí le dije que era Opinión o nada, que yo soy opinión y que a través de mí opinan mis lectores. “No tenemos nada más de que hablar”, le dije. “Se acabó la conversación y se acaba mi vinculación con el periódico”. “Esto no me lo esperaba”, dijo. Y, efectivamente, lucía una mandíbula descolgada. “Esto no tenía que acabar así. No me has dejado ni contarte lo que quiero ofrecerte”. Ahí fue cuando le espeté esa frase que llevo toda mi vida queriendo colocarle a alguien de su nivel: “¿Pero tú sabes con quién estás hablando? Soy Maruja Torres y tengo muchos lectores que me he ganado a pulso opinando”.
Cuando me levanté e íbamos hacia la puerta le comenté que aunque me queda un mes de compromiso, dada la tensión reinante creía que era mejor que dejara de escribir de inmediato, y estuvo de acuerdo. Salimos y él se escabulló en dirección al jefe de Opinión, otro que tal. Dije adiós a las amigas de la sección y me fui. En recepción me pidieron el último taxi desde Miguel Yuste 40.
Al final de trayecto me esperaba una gran amiga. Con su ayuda salí del armario en Twitter, donde estaba como observadora como @mistrals, con unos cien seguidores. Di la noticia y hoy tengo casi seis mil.
Habéis sido maravillosos: vosotros, los compañeros de trabajo, los de profesión, los medios .com y los tradicionales, los amigos de Facebook, el comité de empresa del diario, los vecinos, los acompañantes en el viaje de la vida. Os doy las gracias y os digo que continuaremos. Claro que sí. Ayer pasé el día con mis jóvenes amigos de ‘Mongolia’, en un seminario sobre prensa de papel, de humor y sátira, y muchas más cosas. Hicimos proyectos. Pero habrá más cosas. Ahora necesito airearme y mimarme. Ah, quedan un par de Perdonen que entregué quince días y una semana antes. Si no son muy buenos no me lo tengáis en cuenta: no sabía que iban a ser póstumos. Considerad que mi colu del jueves último fue mi despedida de ese medio al que quise tanto cuando era querible. Hoy todavía quedan en él muchas personas a las que aprecio y admiro, tanto entre los asqueados veteranos como entre los explotados jóvenes.
ME SIENTO MÁS LIBRE QUE NUNCA. Y hay también pena, claro. Me estoy acordando mucho de Jesús de Polanco y de su hija Isabel. Esperadme en el cielo, guapos.
Fuente: Blog de Maruja Torres
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