Revista Opinión

Lo que no funciona

Publicado el 16 mayo 2012 por Vigilis @vigilis
Ahora que caminamos, alegres, hacia un nuevo paisaje, salen a la luz problemas tal vez postergados. Problemas en su definición clásica: planteamientos de situaciones enmarañadas cuya resolución espera.
Mucho se ha escrito sobre cómo la estructura política de España agrava o enquista dificultades para la buena vida económica nacional. Si preguntas, prácticamente todo el mundo afirmará que el territorial (su cuestión político-administrativa), es un problema (no me meto en lo que opina el personal, tan solo constato topográficamente del problema). Otro problema está constituido por los procesos de avance en la vida pública (cursus honorum). Es decir, cómo se estructuran los partidos políticos y cómo estas estructuras afectan a la administración pública. Póngase el acento en la incardinación de formas no democráticas y su venta al público como formas sí democráticas. Ni siquiera nadie afirma que son formas republicanas (representativas). No hay ni ganas de explicar las cosas (yo mismo entiendo esa falta de ganas: el otro día García-Trevijano quería explicar la diferencia entre nacionalización y estatalización y apagué la radio después de soltar una carcajada).
Sean dos los problemas de los que se deriva el resto:
  1. Política territorial.
  2. Partidos políticos.
En principio, sin meternos en el contenido de la norma. Se proponen dos grandes soluciones para el primer punto. Por un lado, definir y cerrar las competencias a ejecutar y los tributos a recaudar, de los entes territoriales. Cosa que veo razonable (y que precisa cambiar la ley electoral). Por el otro, otorgarles soberanía.

Lo que no funciona

Tovar, El Imparcial, 1918

Estas posturas son irreconciliables y sus apoyos se reparten de forma muy desigual según los territorios. Cuando a finales de los 70, se estudiaba cómo descentralizar el Estado, no se hizo partiendo de cero. La experiencia habida y lo que políticamente se reclamaba en el momento no era otra cosa que la de establecer una descentralización administrativa y dejar a ciertas regiones donde se hablaban otros idiomas aparte del castellano, que tuviesen una amplia autonomía. Resulta evidente que al escribir la Constitución, esta parte se dejó lo más vagamente posible y de aquellos polvos estos lodos.
Con el reclamo de soberanía -lo que algunos llaman "derecho de autodeterminación-, no me meto, pues es postura defendida por muy pocos y que, antes de meternos en la discusión política, choca con la forma técnica de implementación. Con ánimo descriptivo solo comentaré el caso único de un país que cede reciente y pacíficamente su soberanía a sus partes constituyentes: Checoslovaquia.
El de los partidos políticos es otro problema sin aparente solución a la vista. Desde el inicio de la Transición Política hasta nuestros días, son múltiples los ejemplos que indican que el sistema de partidos no funciona. No es que funcione mal, sino que tal como está diseñado, el sistema de partidos es inoperante. Y además resulta una estafa.
Pongo dos ejemplos de lo que yo llamo estafa. Tengamos presente que los partidos políticos, según la CE, expresan el pluralismo político. Pues bien:
  • En los Pactos de la Moncloa no hubo oposición al programa de salida de la crisis (que devino en la configuración de la España actual). Tan solo AP se opuso a la parte política, sin hacer mucho ruido.
  • En la actual crisis, no es que PP y PSOE apliquen las mismas medidas sin importar sus programas. Es que Izquierda Unida, tanto que de boquilla se oponía, ahora, en la Junta de Andalucía, también defiende exactamente ese programa de gobierno.
Contra esto entiendo que se pueden contraargumentar varias cosas:
  • No hay nada que diga que varios partidos no se puedan poner de acuerdo.
  • IU en Andalucía simplemente cumple la Ley de Estabilidad Presupuestaria, mal que les pese.
Lo segundo no necesita mucha defensa porque se impone una jerarquía de mando. Pero lo primero es jugoso por ser una contradicción: ¿cómo puede ser que varios partidos que parten de ideas distintas -de valores y principios diferentes, en algún caso antagónicos- coincidan no solo en los fines, sino en las medidas a aplicar? No hablo de leyes puntuales, sino de auténticos programas de gobierno y reforma, tanto en el 77 como en la actualidad.
Lo que hay detrás de todas estas ideas mezcladas es muy tenebroso. Cualquiera podría atar cabos y llegar a la conclusión de que el trámite electoral es innecesario. Innecesario no tanto para poner a gente en puestos ejecutivos (cosa que se puede hacer por oposiciones), sino para que se cumpla un programa de gobierno.
Así, se podría concluir que nuestro sistema de partidos tan solo sirve para que haya cierta circulación de personas por algunos cargos públicos, lo demás, sería publicidad y colorines. Un primer paso para resolver esto sería que los partidos obtuvieran su financiación exclusivamente con las cuotas de sus afiliados y con puntuales donaciones de simpatizantes. Sus cuentas, públicas en todo momento, y sus procesos de elección, democráticos entre toda la militancia.
También se puede comentar cómo se relacionan ambos problemas entre sí: la estructura territorial forja tramas de partidos en el yunque de la corrupción. A su vez, los partidos, como se deben financiar de forma poco ética, son la primera resistencia a que haya un cambio en la configuración territorial.
Si tan solo tuviéramos algún otro sistema por el que los representantes respondieran exactamente por sus electores, otro gallo cantaría. Se conoce que los responsables de cambiar estas cosas, no las van a cambiar. Ahora, que en el horizonte está nuestra intervención, conviene profundizar en estos temas. Puede que la intervención nos traiga cosas deseables, pero yo soy muy raro y prefiero que las decisiones que nos afectan a nosotros, las tomemos nosotros. Incluso aunque estas decisiones sean similares a las que nos vayan a imponer los funcionarios bávaros.
Lo que no funciona

Claro que toda esta descripción del paisaje no tiene en cuenta la cuestión europea. Estos problemas podrían ser diagnosticados en 1997 o en 1993 con las mismas palabras. Hoy a esto, la necesidad hace que se le sume la cuestión europea. ¿Cómo se imbrican los partidos en la Unión? ¿Qué clase de Unión estamos haciendo si es que es eso lo que estamos haciendo? ¿Cómo se reparte el poder en los órganos comunitarios? Para estas preguntas ya no puedes salir a preguntar a la calle. Nadie lo sabe.

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