Aprovechando que estamos en la semana mundial de la lactancia materna voy a sacar a la luz un artículo que tengo en mi ordenador hace tiempo sobre qué me llevó a decidirme por la lactancia materna a pesar de estar totalmente convencida de siempre que no iba a hacerlo.
La lactancia materna no entraba en mis planes
Cuando ahora lo cuento mucha gente no se lo cree, pero antes de ser madre era muy distinta. No me preocupaba en absoluto por ser tan ecológica, natural y consciente, y eso incluía también todo lo relacionado con la maternidad. Puede sonar a excusa pero me formé como psicóloga cognitiva-conductual, siendo la parte conductista la que más peso tenía, y lo trasladaba a algunos ámbitos de mi vida.
Por eso, en el mundo cuadriculado y práctico en el que vivía cuando me quedé embarazada de mi hija, no entraba el dar teta. No lo contemplaba, sencillamente. Abogaba por una lactancia artificial en la que el padre y otros familiares pudieran también participar, y así liberar a la madre de esa “carga” que debía ser amamantar. Estar disponible a todas horas, en cualquier lugar, debía ser agotador.
Con soberbia y arrogancia, decía en voz alta que yo no era una primate, que habíamos evolucionado mucho desde el primer homo sapiens y que eso de sacarse la teta en cualquier sitio era hasta vulgar. Y aunque este último comentario, ocultaba en realidad un rechazo hacia mi propio cuerpo y feminidad, causado en parte por la educación católica y represiva a la que fui sometida de niña, era del todo irrespetuoso y me avergüenzo de ello.
Ahora, años más tarde, algunas de mis amigas más allegadas me recuerdan a veces mis palabras de entonces, y de verdad que no sé dónde meterme.
Porque mi hija no ha tomado ni un solo biberón en toda su vida. Y la única leche que la ha alimentado los primeros tres años de su existencia, ha sido la mía, leche materna.
¿Qué ocurrió?
El destino se encargó de enviarme un ángel; J, una compañera del cole en el que trabajaba aquellos días, me dejó como quien no quiere la cosa unas fotocopias en mi casillero; algunos capítulos de libros que fueron más tarde para mí lecturas de cabecera, Laura Gutman y Carlos González entre ellas.
Al principio mostré resistencia, ¿pero quién se había creído? Ella intentó ser respetuosa, aún así discutimos.
Y aunque en un primer momento no tenía la menor intención de hacer caso a esas hojas, las leí. Y fue ahí, justo en ese momento de desconcierto, de incredulidad, de querer investigar más y más, cuando inicié la primera etapa de mi mamamorfosis, y supe que debía intentarlo.
Lo que no sabía de la leche materna
Tengo que reconocer que otro de los motivos por los que no quería amamantar era porque yo no fui amamantada. Mi madre no tenía leche, eso dice. Aunque la verdad es que la historia de mi nacimiento es más bien triste, casi para echarse a llorar (en Mamamorfosis escribí un apartado sobre ello), pero ahora puedo decir que después de haber hecho un trabajo posterior profundo sobre mi llegada y recibimiento al mundo, he entendido y he perdonado lo que ocurrió.
El caso es que antes pensaba “si yo con biberón hace casi treinta años crecí tan bien y tan sana (o eso creía), ahora que las leches de fórmula son mucho mejores, no hace falta la teta”. Además muchas personas a mi alrededor (amigas y conocidas) también eran pro-biberón, sería por algo.
Un pensamiento simple, ya lo sé.
Pero es que entonces sabía muy poco de la leche materna. Sí, había escuchado que era lo mejor, los beneficios que aporta al bebé sobre todo los primeros 6 meses de vida, el tema del vínculo con la madre, pero no me había detenido a entender por qué.
Otros de los regalos que me hizo J con mucho respeto fue un libro “Lactancia natural” (que ahora tengo en el Atelier) y después de leerlo, totalmente atónita y pasmada, me dije, ¿cómo es posible que esto no lo sepa todo el mundo?
¿Por qué no se enseña en las escuelas?
¿Por qué no se conocen estas características tan alucinantes de la leche?
Tenía la sensación que había encontrado un libro secreto sobre el poder de la teta, y que la sociedad se había empeñado en esconder. Estaba aturdida.
¿Qué descubrí?
Si te interesa investigar sobre este tema, te recomiendo que leas el libro (es un manual completísimo y me parece un must have para una mamá), pero voy a intentar hacer un breve resumen para que te hagas una idea según las cosas que iba descubriendo y que me iban asombrando cada vez más…
La leche materna es el alimento perfecto
Lo primero que no sabía es que nutricionalmente la leche materna es un alimento completo y perfecto, una combinación ideal de proteínas, grasas, carbohidratos y nutrientes que ninguna fórmula puede igualar.
Ya el calostro, ese oro líquido espeso que sale primero después de dar a luz, está especialmente diseñado. Es bajo en grasas pero alto en carbohidratos y proteínas, por lo que es rápido y fácil de digerir para los recién nacidos. Incluso tiene un efecto laxante que ayuda al bebé a expulsar su primera caca, una sustancia similar al alquitrán negro llamada meconio.
La leche materna que ya se produce poco después, tiene una lista inacabable de minerales y vitaminas: sodio, potasio, calcio, magnesio, fósforo y vitaminas A, C, y los ácidos grasos de cadena larga como omega-3 y omega-6, ambos importantísimos para el cerebro y el sistema nervioso en desarrollo.
El hidrato de carbono principal en la leche materna es la lactosa, que proporciona calorías copiosas y energía para alimentar el crecimiento tan rápido del bebé.
Otros azúcares también están presentes, incluyendo unos 150 oligosacáridos (quizás más, en el libro se menciona que los científicos todavía los están estudiando), que son las cadenas complejas de azúcares únicas de la leche humana. Repito: únicas de la leche humana. Estos oligosacáridos existen para alimentar a los microbios que pueblan el sistema digestivo de un bebé.
Y sobre los microbios, hay un montón también en la leche materna. La leche humana está llena de bacterias buenas que ayudan a que su sistema digestivo funcione correctamente. Así que la leche materna contiene no sólo las bacterias necesarias para ayudar al bebé a descomponer los alimentos, también el alimento que necesitan las bacterias.
Es tan completa que los bebés alimentados con leche materna ni siquiera necesitan beber agua, la leche le proporciona toda la hidratación necesaria. Y además contiene una variedad de aromas, sabores y texturas, pues los sabores de la leche materna son tan dinámicos como la dieta de la madre.
Con la lactancia materna pierdes grasa corporal
Como contrapartida para la madre, resulta que para producir la leche materna, las madres funden su propia grasa corporal. Literalmente, partes de nosotras mismas se disuelven, entre ellas la grasa glúteo-femoral. Por eso es fácil recuperar la figura cuando amamantamos. En mi caso me quedé más delgada que antes de ser madre y eso me encantó, suene bien o mal.
La leche materna es más que comida, es una medicina muy potente
Hay miles de estudios que demuestran sus efectos positivos en la salud general de los niños, por eso la Organización Mundial de la Salud y la Academia Americana de Pediatría recomiendan que los bebés sean alimentados exclusivamente con leche materna durante un mínimo de seis meses. (Sabiendo esto, ¿quién entiende que en este país todavía la baja maternal sea inferior? ¡Ni siquiera cuatro meses!).
Las vitaminas y nutrientes que contiene la leche combaten enfermedades y ayudan a proteger el sistema inmunitario del bebé.
Está contrastado que los bebés amamantados tienen menos índices de resfriados y virus. Y cuando se enferman, a menudo son capaces de recuperarse más rápidamente porque el cuerpo de la madre produce anticuerpos específicos para la infección del bebé.
Esto sí que me alucinó. ¿Cómo es posible que la leche pueda adaptarse al bebé, a si está resfriado, o no lo está? ¿Cómo lo detecta? ¡El bebé no se comunica!
La leche se adapta a las necesidades del bebé, pero ¿cómo lo hace?
Los componentes nutricionales e inmunológicos de la leche materna cambian todos los días, de acuerdo a las necesidades específicas e individuales de un bebé.
Resulta que cuando el bebé succiona el pecho de su madre, se crea un vacío. Dentro de ese vacío, la saliva del bebé se aspira de nuevo por el pezón de la madre, donde los receptores de la glándula mamaria leen sus señales. En esta especie de lavado a contracorriente se lee información sobre su estado inmunológico.
Todo lo que saben los científicos acerca de la fisiología de este proceso indica que la saliva del bebé es una de las maneras por las que la leche materna ajusta su composición inmunológica. Si los receptores de la glándula mamaria detectan la presencia de agentes patógenos, obligan al cuerpo de la madre a producir anticuerpos para luchar contra ella, y esos anticuerpos viajan a través de la leche materna de nuevo al cuerpo del bebé, a donde esté la infección.
¿Lo sabías? Yo esto lo desconocía totalmente antes y me impactó sobremanera.
Imagina lo mágico que es que cuando tu bebé esté con algo de fiebre o pachucho, piensa en cómo su saliva entra en tu cuerpo, tus glándulas la interpretan y tu cuerpo responde produciendo su medicina, justo la que necesita, ofreciéndole un recurso para defenderse de esa infección. A mí me parece algo maravilloso.
La leche materna es una conversación privada entre la madre y el bebé
Siguiendo con la explicación puramente fisiológica, ya se puede ver que la lactancia materna es un poderoso medio de comunicación entre la madre y su bebé.
“Madre e hijo” de Pablo Picasso (1905)
Por eso incluso antes de que los bebés tengan ninguna noción sobre el tiempo, la leche materna les ayuda a comprender ciertos momentos, como el día de la noche.
Porque también hay hormonas en la leche materna, que son un reflejo de las hormonas que la madre está segregando. Las que nos ayudan a facilitar el sueño o a despertar están presentes en la leche, y obviamente la leche de día es totalmente distinta a la de la noche.
Dije sí a la lactancia materna
Todas estas fueron las primeras razones que me animaron a intentarlo. Más tarde fue cuando me adentré en las lecturas de Laura Gutman (te ha hablado de ella aquí), y ahí ya sí que todo acabó de hacer un clic y me encajó, fue como si viera la luz de por dónde quería transitar mi maternidad, a pesar de los miedos, a pesar de saber que tenía muchas cosas que resolver y que afrontar y que de esta manera iba a ser más duro.
Pero lo conseguí, felizmente. La lactancia de Sunflower fue una época (casi tres años), muy intensa, pero también muy corta, en la que ambas aprendimos mucho (quizás yo mucho más), en los que me di por completo, y de la que me queda la certeza de que tomé la decisión más adecuada para nosotras.
Por eso respeto muchísimo todas las posturas, he estado en ambos bandos por decirlo de alguna manera y puedo entenderlos, pero siempre me apena mucho que una mamá que desea dar el pecho con todo su corazón, no lo consiga por falta de información y de apoyo del entorno.
Tenemos mucho que hacer todavía como sociedad para acompañar a estas madres, para facilitar la lactancia, para informar sobre sus verdaderos beneficios (que no son económicos ni de puro marketing, sino genuinos a nuestra naturaleza humana) y promocionarla, porque si todo esto lo obviamos, lo ocultamos, ¿en qué se basa una mujer que da a luz para decidir si amamanta o no? ¿En los anuncios de madres felices con biberones ergononómicos libres de BPA y llenos de leche artificial?
Y ahora dime…
¿Cómo fue la lactancia de tus bebés?
¿Te decidiste por la lactancia materna? ¿Qué te hizo decidirlo?
¿La recomiendas a otras mamás?
AguamarinaLa lactancia materna no es una decisión, es una responsabilidad. – La liga de la leche.